Revista Educación
Dicen que soy una cabecita loca, una chica con demasiados pájaros en la cabeza, una peonza que baila sin sentido sobre un suelo de madera, resbaladizo y cuesta abajo. Que no pienso todo lo que digo pero digo todo lo que pienso. Que sobrevuelo mis momentos bajos y encuentro consuelo en las canciones y en las amigas. Que creo comerme el mundo pero me atraganto con un pedazo de tierra. Que hablo de verdades pero me creo todas sus mentiras. Que vivo en mi satélite y que rara vez atino en mis decisiones. Que juego a ser la más lista pero me ahogo en esta sopa de letras que es la vida. Sí, puede ser. ¿Y por qué no?, ¿acaso no tengo derecho a equivocarme?, ¿es que no puede una vivir su adolescencia cometiendo mil veces el mismo error y cayendo en la trampa de perseguir sueños de mentira?, ¿tengo que mantenerme en pie cuando el mismo mundo se tambalea? Mejor fallar y sentir la caída que no haberlo intentado nunca. Ya desandaré el camino de la perdición y volveré a empezar. Aunque tropiece, tengo derecho a ser hoy una alocada, a perder un poco mi reputación, a dejar en números rojos mi credibilidad. Ya maduraré. Ahora dejadme, por favor, con mis canciones y mis vicios. Aunque caiga de bruces al suelo.