Revista Coaching

Alquimia Interna: ¿Quién soy yo, ahora?

Por Kheldar @KheldarArainai

Es inquietante y onerosa la pregunta que hoy me pone delante del teclado: “¿Quién soy yo ahora?“. En mi atrevimiento me disparo a bocajarro tal clase de pregunta, insidiosa e indiscreta. Una pregunta venenosa tanto para quien bien se conoce como para quien no tanto así, como para quien apenas empieza a conocerse…

Peor incluso para los que ya no se reconocen bajo aquello que dicen ser y creen ser.

Que me perdone el lector poco familiarizado con mi escritura por mi torpe manera de enlazar las palabras que pretenden cruzar sus entendederas con mi sentir. Tal vez es asunto de que el citado lector sea corto de miras. Tal vez no haya entendimiento por culpa de ambos. Tal vez si ocurre no sea cosa de ninguno.

Pero hoy el lector acude, tal vez a sabiendas o quizá deliciosamente ignorante; a mi invitación para compartir una porción de sentimiento y una medida de realidad…

¿Quién soy yo ahora?, pregunto alegremente de nuevo como queriendo paladear la cuestión que me agita.

Podría comenzar con una descripción pormenorizada del corte de mi aspecto, tal vez mi personalidad o mi actitud… Algo que ver con mis creencias y alguna de esas cosas que quiero lograr para mi persona en el futuro inmediato y no tan cercano. Sería lo común…

A mí no me gusta ser común.

En realidad, no me gusta hacer lo común… Porque yo mismo no soy común.

Soy, al parecer, un muchacho de mi edad con un corazón y una mente que avanzan a su entero placer en una u otra dirección; ora haciendo de mí una persona demasiado adulta, ora arrancando la clase de sonrisas que solamente mi alma y esencia de niño eternamente joven puede agenciarse.

Alquimia Interna: ¿Quién soy yo, ahora?

Soy además una persona que vive preocupada de unas cosas y despreocupada de otras. En tanto que mis preocupaciones tratan de proporcionar un futuro a la medida de mis gustos y cualidades personales… Mi despreocupada cabecita se encuentra quejando por los momentos que echa de menos. Tal vez a mis amigos los lectores no les importe que hable sobre una tarde donde tu tiempo y atenciones se prodigan tan solo a tu entero placer y relax; bien sea disfrutando de cualquier forma de arte u ocio, o de la compañía de tus allegados. De tu propia soledad incluso.

Otra cosa que al mismo tiempo me supone una preocupación puede ser la de la impotencia que se siente cuando algo en tu cuerpo (o en tu vida) falla. No me falta felicidad a causa de mi vida pero realmente me fastidia que a veces el dolor me prive de vivirla como me gustaría. Desde siempre he tenido cierto asunto con estas cosas del dolor, que me ha valido a veces la opinión de pupas o la de hipocondríaco.

Eso es algo que no me preocupa, por ejemplo. Igual que no me preocupa que alguna persona cercana a mí diría que a nadie le importa esto y que estoy hablando demasiado.

Así que cambiamos de tercio. ¿Os he hablado ya de mi buen ánimo, queridos y queridas?

Algunos y algunas ya tratáis conmigo con cierta regularidad o cotidianamente. Algunos y algunas ya me habéis dado la ocasión de sorprenderos contagiando mi sentir en vuestras personas. Alguno incluso se ha maravillado al ver que una persona tan aparentemente “viva la vida”, tenía mucho mejor asiento en la realidad y de manera más firme y sensata que la suya y la de otros a quienes a veces tienen por referentes a seguir, a veces a evitar más bien.

Esa sonrisa muchas veces me la ha puesto en la cara el hecho de saber que he tocado las vidas de otros y el efecto de ese contacto nos ha beneficiado a los dos.

Tal vez incluso yo no sepa en qué modo. Tampoco me preocupa. Pero sigo creyendo un motivo para sonreír el de tener gente a quien sorprendes y personas a las que importas. A veces alguna persona vuelve a la maraña de gente, y en ocasiones, como queriendo retribuir cuentas pendientes; la maraña libera alguna persona que tenía en sus entrañas, oculta y prisionera.

También soy una persona que vive feliz de haber desligado en su vida el concepto amor del concepto sexo. Mi cariño no se encuentra en mi miembro ni te colmo de amor mientras eyaculo. Querida señorita, deberías tener eso en cuenta si algún día te preguntas si mi vara perdida en tus enaguas es fruto o muestra de amor. Por supuesto que puedo amarte. De manera tal que renacería el gran bardo para cantar nuestras alabanzas. Pero el sexo no es la muestra de ese amor.

Es un acto de comunión entre dos personas que se comunican del modo más directo. Con un acto que tiene la inquietante capacidad de reducir al mínimo la expresión razonada y aumentar exponencialmente nuestra condición animal haciendo que emitamos tan solo jadeos, gemidos, resuellos y aullidos. Que nos azotemos, nos arañemos, mordamos…

Que nuestro fuego no salga de control es otra cosa que consigue el sexo. Aunque, irónicamente el propio sexo provoca fuegos que se descontrolan cual si fuera esa su única salida y además estuvieran encantados de crear esa vorágine. Y por supuesto de consumir a algún desdichado o desdichada en ella.

Como has podido vislumbrar a estas alturas… Soy exactamente lo que digo ser. Un muchacho con la mente demasiado despierta, el corazón demasiado inquieto, el alma latiendo como niño y como hombre.

Soy además un remanente de la esperanza. Donde otros se abandonan al amorío desdichado buscando la diversión dejando su bolsa y su vida en toda clase de banalidades superficiales que traten de llenar su hambre existencial, yo estoy orgulloso de poder decir que creo en lo natural. En lo intrínseco. En lo que uno es, por encima de lo que uno tiene o hace.

En la afinidad natural entre hombres y mujeres que si ninguna de las partes revienta, conduce a grandes amistades y mayores diversiones. Esto no quita otro tipo de afinidades… Ni excusa a los tipos que viven su vida de tal modo que ya han roto la afinidad antes siquiera de romper el hielo.

Tal vez por eso esta clase de gente viva enterrada en el propósito de intentar figurar la manera en que pueden hacer lo que viene siendo antagonismo relacionalmente hablando, conservando el toque hipócrita del “ni con ellas ni sin ellas”, dada la necesidad de meter su salchichita en caliente. Lo que me choca es que gasten antes el dinero en supuestos milagros que les volverán unos folla-lo-todo de calibre… Que en contratar los afectuosos servicios de una profesional del placer.

Tal vez aquello les aportase, además del meneo de la salchichita, algo de idea de lo que es una mujer (y algo de contacto con alguna, de paso). Huelga decir que por mucho que sus servicios sean en materia de su propio cuerpo eso no hace que sean menos dignas como personas.

No sería raro que las llamadas prostitutas tengan mayores niveles de dignidad que aquellos que prostituyen su mente y su vida en busca de una suerte de epifanía que les lleve a poder cumplir esa sentencia de Woody Allen que dice “hazlo bien y no mires con quien“.

Y por si estas últimas líneas no te lo han insinuado… Efectivamente, esas trazas de sarcasmo e ironía provienen de una persona que no teme soltar bilis si cree que es lo que debe hacer. Es otra parte de mi realidad. Y por Dios que sí que me hace feliz.

Sería una realidad muy triste si no pudiera uno burlarse de ella… Y de quienes la compongan.

Hijo, la vida es mi enfermedad terminal pero mis síntomas van a ser infecciones agudas de optimismo, felicidad, amor, curiosidad, sarcasmo, ironía, descaro, perversión, y otras cosas que dejo a la ya traspasada frontera de la intimidad.

Si te has quedado conmigo hasta el final…

Deja que, ya puestos, te robe una sonrisa. Y por supuesto, como dijo un genio… Si quieres algo trascendente en la cama, me llamas. Me permito decir en añadidura que fuera de la cama también abogo por la trascendencia… Misma invitación, pues.

Pero antes, trata de responderme a la pregunta del principio…

¿Quién eres tú, ahora?

Abrazos,

Kheldar

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