Revista Cultura y Ocio

Amilcare Ponchielli: ópera 'la Gioconda'

Publicado el 27 abril 2010 por Blogclasico

Amilcare Ponchielli Opera La Gioconda Musica Obra

Amilcare Ponchielli (1834 - 1886)
Compositor italiano. Actualmente, su obra más conocida es La Gioconda.Ninguna relación media entre esta ópera y la famosa pintura realizada por Leonardo Da Vinci, aclaremos este punto de entrada. La Gioconda es la décima ópera del compositor italiano Amilcare Ponchielli, creada por encargo del Teatro alia Scala de Milán.

El libreto fue elaborado por Arrigo Boito, a partir del drama Angelo, tirano de Padua, escrito por Victor Hugo, que en 1837 ya había sido utilizado por Saverio Mercadante para otra ópera titulada // giuramento. Boito no firmó el trabajo con su nombre, sino con un seudónimo anagramado que terminará siendo bastante común en él: Tobia Gorrio. El estreno en La Scala, el 8 de abril de 1876, fue un éxito. No fue el público, sino el propio Ponchielli quien se mostró insatisfecho con la obra, y por eso en los años siguientes realizó sobre ella varias modificaciones, hasta llegar a la versión definitiva, que es de 1880.


Amilcare Ponchielli Opera La Gioconda Musica Obra
Amilcare ponchielli
La gioconda.

Montserrat Caballe, Luciano Pavarotti, Agnes Baltsa,
Sherrill Milnes, Alfreda Hodgson, Nicolai Ghiaurov
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Amilcare Ponchielli Opera La Gioconda Musica Obra
La Gioconda es una ópera de fuerte contenido dramático y pasional, y por sus dimensiones y espectacularidad suele ser relacionada con el estilo de la grand opera francesa. Y si bien no es una de las óperas más frecuentadas del repertorio, incluye momentos memorables como el aria de Enzo "Cielo e mar" o "Suicidio", que canta el personaje central en el cuarto acto, aunque curiosamente el pasaje más célebre y reconocido de la ópera es instrumental, y corresponde al ballet conocido como Danza de las horas.Sus óperas, representadas con mucho éxito, son óperas italianas con cierta influencia de la gran ópera francesa: gran número de personajes, ballet y participación del coro.Influyó en los compositores posteriores del verismo(I).
Hay quienes han reconocido en esta ópera rasgos que anticipan la llegada del verismo, algo que ya desde el punto de vista temático parece evidente. Y del mismo modo se ha destacado la marcada relación que hay respecto de las óperas de Giuseppe Verdi. Cabe señalar, por lo demás, que una de las complicaciones que supone la producción de esta ópera es que requiere seis solistas con partes muy difíciles (soprano, mezzo, contralto, barítono, tenor y bajo), cada uno de los cuales tiene un aria de lucimiento.El estreno de La Gioconda en Buenos Aires (Argentina) tuvo lugar en el viejo Teatro Colón de Argentina, el 28 de junio de 1884. Veinticuatro años más tarde, el 24 de junio de 1908, subió a la escena del nuevo Teatro Colón, en el marco de su temporada inaugural.
En aquella ocasión La Gioconda fue representada por la soprano Amelia Pinto, acompañada por el tenor Manfredi Polverosi (Enzo Grimaldo), el bajo Vittorio Arimondi (Alvice Badoera), Titta Ruffo en el rol de Barnaba, Elisa Ferraris (Laura Adorno), Guerrina Fabbri (La Cieca), Fernando Fabbro (Un cantor) y Cesar Spadoni (Isepo), todos bajo la dirección de Arturo Vigna, al frente de la Gran Compañía Lírica Italiana. Hubo una segunda función el 9 de julio, en conmemoración de las fiestas patrias, con asistencia del Presidente de la República Argentina
Amilcare Ponchielli Opera La Gioconda Musica Obra
Amilcare Ponchielli - La Danza de las Horas


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Victoria Safronova - Amilcare Ponchielli
"La Gioconda" - "Suicidio"



Amilcare Ponchielli Opera La Gioconda Musica Obra
ACTO I
La Bocea del leoni, en Venecia (Siglo XVII).
El cantatorie Barnaba, espía del Consejo de los Diez, ama a Gioconda, bella cantatriz, enamorada a su vez de Enzo Grimaldo, príncipe de Santafior, desterrado por el gobierno de la república veneciana, en cuyo territorio está ahora de incógnito, como capitán de un bergantín dalmato, anclado en uno de los canales. Barnaba desea a Gioconda tanto como odia a Enzo, y acecha la ocasión que le permita apoderarse de ella. Venecia está de fiesta, celebrando el carnaval, famoso en sus anales. El pueblo se divierte, canta y baila. Gioconda aparece, acompañando a su madre, vieja y ciega. Barnaba la observa, y piensa que apoderándose de la anciana, a manera de arras todo podría obtenerlo de la hija. Gioconda pide a su madre que la espere, mientras ella va en busca de su bienamado Enzo. Las circunstancias favorecen el plan de Barnaba, que señalando a la ciega, sugiere a la multitud la creencia de que es una bruja endemoniada. El pueblo, crédulo, está a punto de arrojar al rio a la madre de Gioconda, cuando ésta, acompañada de Enzo, regresa. El amante impone por un momento a la multitud, pero viéndose solo, corre en busca de sus hombres. Alvise Badoero, jefe de la inquisición veneciana, y Laura, su esposa, preséntanse en la escena, cubierta aquélla por un antifaz. Cuando Enzo reaparece, Laura fija en él miradas llenas de interés, así como la voz de ella despierta en Enzo profunda atención. En vano pide Laura a Badoero que la consienta descubrirse; Alvise no quiere que nadie pueda contemplar aquella magnífica faz. Ninguno de estos pormenores pasa inadvertido para Barnaba, que todo lo observa. Entre tanto, Alvise tiene en sus manos la suerte de la vieja acusada de hechicería. A pedido de Laura, ordena por fin que se la deje en libertad, acción que aquélla premia, entregando a su salvadora el rosario que lleva entre sus dedos.Barnaba ha visto claro en la escena. Cuando todos se alejan y Gioconda y su madre entran en la iglesia, acércase a Enzo, le detiene y le dice; "Tú eres Enzo Grimaldo, amas a Laura, y no nutres por Gioconda sino afecto de hermano. Yo quiero a Gioconda, y podría haberla separado de tí denunciándote, pero prefiero revelarla, y probar tu traición en vez de matarte. Laura era tu prometida, se ha casado con otro a disgusto y te quiere como tú a ella. Si la esperas esta noche en tu bergantín yo te la llevo." Enzo niega, pero es inútil, y entre aquella villanía y la dicha que se le ofrece, transije y acepta. Llama Barnaba a uno de sus ayudantes, y le dicta una carta -dirigida al jefe de la inquisición, Badoero- en la cual le denuncia la traición de Laura con Enzo, sin referir los orígenes de éste. Gioconda, que en el mismo instante dejaba la iglesia, ha oído el dictado de Barnaba y se estremece de horror y de celos.
ACTO II - La ribera donde está anclado el bergantín.
Barnaba, disfrazado de marinero, llega a vigilar la ejecución de su plan. Ha transmitido a Laura el convenido aviso. Cuenta a los hombres que componen la tripulación y sabe el armamento que ésta tiene. Al aparecer Enzo entre sus gentes él se oculta y vase. El fingido capitán dalmato ordena a su equipaje que se disponga a levar anclas, y distribuye los puestos. Queda solo en escena, esperando el arribo de Laura, que no tarda en llegar, guiada por el mismo Barnaba, y en una góndola. Ambos d ícense apasionadas frases de amor, resueltos a confundir en el porvenir sus destinos. Enzo pide a Laura que lo espere un segundo, mientras él va a disponer la partida. Un instante después, Gioconda llega, vengativa y desesperada. Amenaza a Laura con su puñal, mas luego le dice: "Mira, tu muerte será más terrible; en aquella negra embarcación que allá lejos se ve, está tu marido esperándote." Laura alza en sus manos el rosario que recibió de la vieja madre de Gioconda, y ésta al verlo, exclama: "Ese rosario es tu bendición." En vez de abandonarla a su destino, Gioconda salva a Laura, como Laura salvó a la pobre ciega, y llamando a sus gondoleros la empuja en su barca, al mismo tiempo que le entrega el manto con que se cubría. Barnaba sigue el movimiento, y maldiciendo su suerte ordena a su barquero que se aproxime rápidamente a la barca de Alvise. Desciende Enzo del bergantín, en busca de Laura, y tropieza con Gioconda, a la que sospecha primero de un crimen y que luego le narra los peligros que por la delación corre la amada. En el mismo instante, la tripulación abandona el buque, que unas galeras corsarias atacan, y Enzo, apoderándose de una tea, para evitar que caiga en manos piratas, lo incendia, y se lanza enseguida a salvar a Laura, en presencia de Gioconda, que constata así que ni una mirada queda para ella en aquel hombre.
ACTO III
Palacio de Alvise Badoero.
Alvise no ha logrado alcanzar a Laura en la noche anterior, y más sereno, más tranquilo, resuelve vengar la afrenta inferida a su honor por medios distintos a los que eligiera en un principio. Laura morirá, sí, pero sin que un Badoero deba manchar sus manos en sangre de impura. Un veneno que Laura beberá a sabiendas consumará el castigo. Así lo comunica a la esposa infiel. Oyense los ecos de una alegre serenata. Antes de que ese canto llegue a su última nota, Laura habrá bebido el frasco del veneno, acostándose luego en el féretro dispuesto ya en la estancia contigua. Entre tanto, reina la alegría en el palacio de Alvise, donde celébrase una fiesta, un baile de máscaras, y Badoero, dejando a la condenada para que cumpla su mandato, se aleja por una puerta falsa. Entra Gioconda que, presintiendo el crimen, resuelta ya a la abnegación y al sacrificio, viene a salvar a quien salvó a su madre. Esta misma, llevada por su hija, está en el palacio, orando ya por el alma de la víctima segura. Gioconda cambia por un poderoso narcótico el veneno dejado por Alvise, y hace beber de aquel a Laura, guardándose el otro. Laura se acuesta en su féretro, desaparece Gioconda, y un instante después Alvise viene. Al encontrar vacío el bote que contenía el narcótico, supone realizado ya el suicidio, y hace pasar a sus invitados a aquella sala mortuoria. Las bailarinas danzan allí el baile de las horas. Terminado éste, Badoero comunica a todos su venganza. "¿Quién puede negarle el derecho de cumplirla?" "Yo", dice un enmascarado que, arrancándose la careta, agrega: "Enzo Grimaldo, príncipe de Santafior". Gioconda, que con su madre está de nuevo en la siniestra escena, acércase a Barnaba, también presente, y le dice: "Si lo libras, tuya soy." Barnaba lo promete, y cuando Alvise descorre el velo detrás del cual Laura reposa en su féretro, y Enzo, puñal en mano, se precipita sobre el esposo, aprovecha el momento de confusión para cumplir su primer designio, y arrebata a la ciega, llevándosela mientras los guardias impiden a Enzo que mate al inquisidor.
ACTO IV
Orillas del Canal Orfano.
Laura ha sido enterrada, y dos hombres, cumpliendo órdenes de Gioconda, han ido a sacarla de la tumba y la conducen al sitio convenido. ¿Vivirá Laura todavía o habrá muerto realmente por la emoción, por el espanto? Gioconda la hace depositar sobre un lecho, en una estancia vecina, y encarga a sus amigos que busquen a su madre, desaparecida desde la noche anterior. Enzo ha sido puesto en libertad y ha recibido una cita de Gioconda. Allí llega, interrogándola: "¿Qué quieres de mí'" Su decisión está tomada. Irá a besar la tumba de Laura y morirá luego. "Laura no está en su tumba; yo la he arrancado de allí", responde Gioconda. Creyéndola impía, sacrilega, un monstruo de celo y odio, Enzo va a matarla, cuando la voz de Laura llamándole resuena en la habitación próxima. Ambos amantes arrodillados dan gracias y bendicen a la divina criatura. Esta les indica el camino que deben seguir, y los apura. Prepáranse a escapar, cuando Barnaba se presenta, recabando el cumplimiento del pacto. Gioconda le dice: "Mantengo cuanto hemos convenido: te prometí mi cuerpo y lo tendrás." Delirante, se engalana con flores y tules para brindarse, no ya a Barnaba, sino al cielo, y pronta ya dice al espía, al mismo tiempo que se clava un puñal: "Aquí me tienes." Enfurecido, monstruoso de ira, Barnaba quiere vengarse todavía, y le grita: "He ahogado a tu madre, que me ultrajó." Pero la sublime mártir no lo oye ya.

Amilcare Ponchielli Opera La Gioconda Musica Obra
Linea de Tiempo 1908
* En Buenos Aires (Argentina), poco después de ser inaugurado el actual edificio del Congreso Nacional, el presidente José Figueroa Alcorta ordena a la policía que lo ocupe por no aprobarle el presupuesto firmado en acuerdo de ministros del 25 de enero. Un juez federal decretará más tarde que ninguna autoridad pública puede por ley ocupar por la fuerza el edificio del Congreso ni impedir a los congresistas ingresar al mismo.
* Sale a la venta en el mercado norteamericano, el primer modelo "T" de la compañía Ford, resultado de cinco años de esfuerzos de Henry Ford y sus ingenieros para fabricar un tipo de automóvil fiable y barato. Al lograrlo, deciden bautizaron como Modelo "T", ya que es su prototipo número 20, y ese número es "Twenty" en inglés. En el futuro, la compañía de Henry Ford revolucionará la industria automovilística al usar cadenas de montaje en serie, lo que le permitirá fabricar un coche cada 24 segundos. Cuando en 1927 se deje de fabricar este modelo, habrán salido de la fábrica más de 16 millones de unidades.
* Un terrible terremoto asola Sicilia y Calabria haciendo desaparecer ciudades enteras: Messina y Reggio se convierten en ruinas. Mueren más de 130.000 personas y cientos de miles se quedan sin hogar.
* En Zwittau, actual República Checa, nace Oskar Schindler, empresario que hará fortuna durante la dominación nazi de su país, y más tarde en Polonia, utilizando para ello a obreros hebreos. Será miembro del partido nazi, mujeriego y vividor. Dilapidará en juergas su enorme fortuna. A pesar de todo defenderá y protegerá, sobre todo al final de la guerra, a sus obreros hebreos, salvándolos de una muerte segura. Para ello trasladará a 1.200 de ellos, a una fábrica en su país natal.
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Verismo (I)
El verismo literario es una tendencia surgida entre 1875 y 1896 en Italia y operada por un grupo de escritores -principalmente narradores y comediógrafos- que constituyeron una verdadera y propia escuela fundada sobre principios precisos.Viene aunada fundamentalmente para referirse a un tipo personajes, situaciones y emociones reales (incluso de la vida de las clases sociales bajas). Se caracteriza por sus tramas sórdidas y violentas.Verismo también denomina a una tradición operística post-Romántica italiana, asociada a compositores tales como Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo y Giacomo Puccini, quienes defendían traer el naturalismo de escritores como Émile Zola y Henrik Ibsen a la ópera.

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