Ana Cardo

Antes se pasaba a la Historia de forma extraordinaria, por méritos de bondad o maldad, recogidos por un ilustre historiador que hacía de su pluma una ganzúa para abrirnos las puertas de aquella ciencia y ser recibidos por Clío. Ahora, los barrancos y abismos se empiezan a cubrir de gilipollas que se auto precipitan a él por impulso de un selfie mientras intentan inmortalizarse con un precioso fotograma del paisaje arrebatador de turno, haciéndose acreedores de unos cuantos minutos de gloria del humor negro. Ahora la historia de una masacre la cuentan también los selfies junto a unas flores y velas, junto a frases de dolor. Uno estaba allí, en tiempo y lugar (tiene pruebas), aunque se decretase estado de emergencia, toque de queda, nivel 5 y se recomendara no salir de casa bajo ningún concepto. La Historia deslumbra tanto como la más brillante estrella terrenal de las también terrenales pasarelas del éxito.

A la masacre de París le siguió otra masacre informativa, un “de día” artificial hecho de tantos flashes, luces de ambulancias, coches policía y bomberos que podían competir con el Sol y a la misma noche mataba. Cuando llega la hora de los silencios, de millones de minutos de ellos que nunca serán suficientes para convertirlo en un grito ultra sónico que paralice a los asesinos, sean quienes sean, aparece la reina de la mañana española, Ana Rosa Quintana, alias AR, para enseñarnos in situ otra forma de pasar a la historia, hablando en un “minuto de silencio”, matando en directo el mismo concepto porque no era un minuto de silencio cualquiera. “Les habla Ana Cardo Borriquero, desde París: Aquí una masacre, aquí YO”.