Revista Literatura

Anahí Mallol: Como un iceberg

Por Griseldagarcia
Anahí Mallol: Como un iceberg. Paradiso. 2013.Habla para que pueda escribir-teRiesgos de un libro de poemas de amor: ser llorón, obvio o meloso, exacerbar lo sexual, ostentar la disparidad de los vínculos, exhibir la soledad. No es el caso de Como un iceberg, último libro de Anahí Mallol. ¿Poemas a, de, sobre, desde el amor?Cada texto está trabajado al modo de un artesano que al quitar materia hace surgir la forma real. Como un iceberg, la poesía sólo muestra su verdadera naturaleza si nos animamos a ir más allá de la superficie. Tomemos, por ejemplo, este “iceberg”: “sorprendente y hermoso/ como un iceberg/ descubrir/ una nueva forma del amor/ en la maravilla del cuerpo: / cuando él llora/ de la punta de los pechos brota/ una forma/ perfecta de consuelo/ una leche/ blanca y dulcísima”. Notable economía de palabras con la que el poema revela su alcance mucho más allá de lo que dice. Buena ocasión para recordar uno de los acápites del libro: alude al Kāma-Sūtra, de Vātsyāyana (en sánscrito: kāma: placer sexual ysūtra: hilo, frase corta: aforismos sobre el placer sexual): “No se logra hacerse amar sino dependiendo de las palabras”. En el capítulo cuarto de ese antiguo texto indio (“Sobre las cosas que debe hacer el hombre para conquistar a la mujer y también sobre lo que debe hacer una mujer para conquistar y mantener a un hombre a su lado”), se hace énfasis en la importancia de la conversación. Un hombre nunca conquistará a una mujer sin invertir una gran cantidad de palabras. “Habla para que te conozca”, sí, y también: habla para que pueda escribir-te. Los hombres a veces hablan y a veces dicen cosas. Mallol captura el discurso masculino y lo pasa por su tamiz. Por ejemplo, cuando un hombre pregunta qué quiere una mujer: “¿me preguntás qué quiero?/ quiero tomar tu cara/ con mis dos manos/ que sientas/ fuerte mis manos chicas/ sobre tus mejillas suaves afeitadas/ quiero mirarte fijo y derecho a los ojos/ para que puedas/ de ahora al final/ reconocerte en los míos/ para que en adelante ya no sea posible/ escucharte decir esas cosas”. Si se tratara de otro libro, podría pensarse con cinismo en una versión femenina de: “Me gustas cuando callas…”. Moraleja: el reflejo en los ojos adecuados vuelve vana la pregunta.  Con una pasión sin estridencias, los textos están hilvanados por un amor calmo y articulados por un yo que es uno y varios recorriendo las distintas instantáneas: el aire zen de esa arquera amorosa, niños-grandes que juegan con pueril seriedad, un abrazo que no llega en la oscuridad de la noche, el cuerpo enfermo de un hermano, un hombre y una mujer que tuvieron –quién lo diría- sus años felices…La falta de mayúsculas y la ausencia casi total de puntuación no representan problemas, ya que, como recursos, están elegidos a conciencia. Los cortes de versos, en cambio, generan una tensión en la sintaxis que entrecorta un poco el ritmo de lectura. Estas elecciones enrarecen un clima que, de otro modo, correría el riesgo del azucaramiento debido a las características del tema. Las ilustraciones de la artista Gabi Rubí remarcan cierto tono de infancia que se prolonga en la adultez. La idea de juego insiste en varios momentos. La ternura, plena en este libro, en el mundo adulto se omite o censura y en cambio se exalta su fracaso: la crueldad. Un gesto tierno no sólo vuelve deseable al que lo muestra, como señala Mallol, si no que marca un camino posible: el único que vale la pena transitar.
Griselda GarcíaSe permite la reproducción de este trabajo citando la fuente y esta dirección: http://griseldagarcia.blogspot.com  

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