Revista Cine

Analzamos la 2ª temporada de Juego de Tronos

Publicado el 15 junio 2012 por Lapalomitamecanica
Si has llegado hasta aquí, aunque no recuerdes todos los nombres, ya no hay escapatoria
Analzamos la 2ª temporada de Juego de Tronos
Nota: 7,5
Ya sabéis que por estas tierras somos más del "mago del cristal" que de los señores de Invernalia o de "la Madre de los Dragones", pero no podíamos dejar pasar más tiempo sin analizar el que indiscutiblemente ha sido uno de los eventos televisivos del año por méritos propios. La segunda temporada de Juego de Tronos ha superado el siempre difícil reto de mantenerse frente a un comienzo cargado de expectativas, e incluso su presencia en las redes sociales y en las comidillas entre colegas ha llegado a niveles que a Breaking Bad le costó más tiempo alcanzar y que otros estrenos contemporáneos como Homeland, aunque superiores, aún sueñan con lograr.
Estamos frente a una serie capaz de trascender la barrera de los objetivos públicos para convencer a la generalidad a base de calidad pura y dura. Asistimos pues, a historia catódica. A sus cimientos, de hecho, ya que los planes para adaptar la obra de George R. R. Martin se proyectan a 8 temporadas vista como mínimo. Sólo con ese pronóstico, y situando a esta segunda entrega como poco más que la extensión de un prólogo, podemos aceptar la falta de ritmo de la que ha hecho gala la mayor parte de la temporada. Un espectáculo one-man-show protagonizado por el cada día más inmenso Peter Dinklage que ha tardado en eclosionar exactamente ocho entregas. Un 80% de la temporada que podríamos resumir con todos los personajes encerrados en una lujosa habitación echándose miradas suspicaces una y otra vez mientras el espectador intenta recordar todos los nombres. Menos mal que por el camino tuvimos a Jaqen H´ghar, a Stannis, e incluso a un fantasma surgido de la vagina de una holandesa. Y cómo no, el cliffhanger final agotando la mitad del presupuesto anual, como ya es tradición. 
El análisis completo de la 2ª temporada de Juego de Tronos, tras el salto.
Desde el primer segundo de los títulos de crédito del capítulo inicial supimos cuál iba a ser uno de los pilares sobre los que iba a sostenerse esta segunda entrega. Peter Dinklage -con todos los galardones posibles bajo el brazo- ha encabezado durante los diez episodios cada introducción tras conquistar el pasado año el cariño y el respeto de los fans con su encarnación del jugardor por excelencia Tyrion. Y es que si no hubiera sido por él, la primera mitad de temporada se hubiera hecho demasiado cuesta arriba entre la escasez de movimiento y la necesidad de recolocar el medidor de tensión al mínimo.
Analzamos la 2ª temporada de Juego de Tronos
Entre las penurias de la Targaryen y las batallas de los Stark, ambos temas que tocaremos más adelante, casi todo el interés de esta temporada se ha fraguado en King´s Landing con el pulso de la nueva Mano del Rey contra toda la corte de conspiradores. Desde Meñique y Lords Varys, siempre más efectivos en pequeñas dosis, hasta la mismísima Reina Cercei, todos han ido sucumbiendo a las tretas de Tyrion para nuestro deleite. Primero pudimos asistir a un juego de manipulación con la clásica historia y sus diferentes versiones que justificó por sí sólo aquel episodio quinto. Y más adelante, a todos se nos erizaron los pelos de la nuca cuando pensamos que Cercei había capturado al único punto débil del menudo tramposo, Shae. Porque sí, puede que cueste creer que una persona tan inteligente se deje chantajear por algo tan básico como el amor, pero como los héroes no existirían si no tuvieran alguna kriptonita, se lo perdonamos.
Con el que no debemos ser tan benignos es con Stannis (un Stephen Dillane muy templado), lentamente introducido en la temporada y que no ha empezado a coger fuerza precisamente hasta que se ha separado un poco de su amada. Si bien es cierto que al final el hermano de Robert ha sabido sacar carácter con diálogos memorables como "-Señor, morirán cientos bajos sus órdenes si sigue adelante. -Cientos no, miles", no ha funcionado tan bien como títere de la bruja Melisandre (Carice Van Houten, vista en El Libro Negro). Que por cierto, espero que algún día alguien me explique cómo funciona el tema de los espectros menstruales, es decir, el número de veces que se puede usar, si sólo vale para asesinar competidores al trono que vivan cerca... Ese tipo de cosas.
Analzamos la 2ª temporada de Juego de Tronos
En el campo de batalla, Robb parece que va venciendo a los Lannister en combate mientras lidia con la típica historia de amor con boda sorpresa que huele a relleno por todos lados. Como si tuviera poco lío, su madre se revoluciona liberando a Jaime y nos descubre a toda una pareja cómica emparejando a Briene y a "El Matarreyes", que podrían ganarse la vida fácilmente como protagonistas en la versión medieval de Escenas de Matrimonio. De donde también hemos podido rascar algo de comedia es de las constantes decepciones de Theon Greyjoy, ya sea haciendo gala de un síndrome de estocolmo retorcidísimo o sucumbiendo ante sus tropas tras creer que su discurso en Invernalia (calcinada, por cierto) había calado hondo. 
Por su parte, Jon Snow se ha pasado la mayor parte de la temporada frotándose con una salvaje. Bueno, eso es lo que a ella le hubiera gustado. En realidad, el bastardo de los Stark, ahora guardián del muro, es capturado por un grupo de "habitantes del otro lado". Resulta que los salvajes no son tan diferentes a los norteños de Skyrim Westeros como creíamos, y no tardan ni una tarde en hacerse coleguillas del moreno. Este acercamiento nos ha servido para ir mentalizándonos sobre la peligrosidad de las criaturas que vimos en su día en el piloto, aunque a un servidor lo que le han incrementado han sido las ganas de conocer de una vez por todas a su líder, Mance Rayder. Otro año será.
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Los dos personajes que más han delatado su origen literario son Arya y Khaleesi, una como sirvienta de Lord Tywin y la otra pasando penurias en Karth. Sus relatos este año no han dejado de transmitir en todo momento la sensación de "parada en la travesía" más que de viaje en sí mismo. Se nota que Martin quiere hacer sufrir a estos dos roles con vistas a un futuro, por lo menos, diferente. Lo que quiero decir es que aunque sepamos que la historia tiene cuerda para rato, los que aún no nos hemos puesto al día con las novelas buscamos la sensación de que cualquier personaje sea susceptible de desaparecer como ya sucedió con Ned, y sencillamente, con estas dos jóvenes no la encontramos. Menos mal que el misterioso Jaqen/Valar (¡un shapeshifter!) ha aportado un toque de excitación a las partes en las que sale la niña Stark. Más repetitivo ha sido lo concerniente a Daenerys y a Sir "no sé lo que es la tensión sexual" Jorah Mormont, pero todo queda justificado por la secuencia final en la que encierra al Rey de Karth en su propia cámara acorazada vacía. Para un servidor, la mejor escena de la temporada.
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Como no, no podemos llegar al final del análisis sin pasar antes por el ya clásico 2x09 Blackwater, un capítulo que desde su emisión en directo se estaba ganando por Twitter comparaciones con la batalla del abismo de Helm de El Señor de Los Anillos, referente inesquivable de toda la serie. Por supuesto, la diferencia es palpable, pero no se me ocurre ningún símil mejor para expresar lo que este titán de planificación y producción ha supuesto para la historia de la televisión. No sólo asistimos a un combate perfectamente narrado a manos del realizador cinematográfico Neill Marshall (The Descent) con guión del propio George R. R. Martin, sino que nos muestran el ensalzamiento de un personaje que ya estaba en la cima. Un momento de gloria para Tyrion que también supuso su caída, no ya por ser apuñalado por un sirviente de su hermana o por quedar desfigurado, sino porque el regreso victorioso de su padre nos recordó a todos de un plumazo -a él incluido- que nunca dejó de ser un mero peón. Puede que las canciones no cuenten toda la verdad y los libros de historia no sean exactos, pero durante mucho tiempo resonarán unas palabras en las cabezas de los que estuvieron presentes esa noche: ¡Half man!, ¡Half man!
Después del momento onanista, toca la escena final. Personalmente, empiezo a estar un poco cansado de que nos pongan la miel en los labios para luego esconder el panal. Si el año pasado ya nos sorprendieron con la recreación de los dragones, durante el presente curso se han mostrado más que rácanos a la hora de enseñarnos a las criaturas y apenas hemos podido verlas en todo su esplendor en tres escenas contadas. Más de lo mismo con los temibles caminantes, que para colmo, no tienen el interés añadido como sucedía el pasado año con los dragones por comprobar si realmente existen. Nos han enseñado al ejército de zombies al final como podían haberlo hecho a mitad de temporada, sólo que observarlos ya frente al muro como una amenaza más que cercana amplifica el impacto. Vale, nos ha colado, pero no pasará una tercera vez.
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Por el camino nos dejamos a Sansa y su lavado de cerebro (cortaros que aún es menor de edad) o a otra de las incorporaciones de la temporada, Natalie Dormer (Los Tudor), nueva prometida del sádico y aburrido Joffrey, pero es que podría seguir tirando párrafos sobre los personajes y nunca terminaría por hacer justicia a la minucosidad con la que están descritos ni al buen nivel general de sus intérpretes. Nadie pone en duda esas virtudes de Juego de Tronos, ni su potencial técnica fuera de toda comparación, pero eso no quita para que esta temporada haya sido menos emocionante que la anterior, para que tramas como la de Bran y su supuesta muerte no hayan funcionado como debieran y para que haya dado la sensación de que sobraban un par de episodios. Pero el sabor de boca que han dejado las dos últimas entregas es incuestionable, y de ahí que sea prácticamente imposible elegir entre la adaptación del primer libro y ésta Choque de Reyes.
Para terminar, os dejo la canción completa que pudimos escuchar al final del 2x09, todo un guiño para los fans. Se trata de The Rains of Castamere, según la historia de la saga, compuesta por los bardos tras la primera victoria de la vida militar de Tywin Lannister frente a la casa Reyne de Castamere.

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