Revista Psicología

Anatomía de una pataleta

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

Imaginaos por un momento en la siguiente situación:

Sábado por la mañana, a principios de mes. Supermercado bastante concurrido, pasillo 4 (el de las galletas de chocolate). Un padre o una madre se os cruza con un carrito repleto de comida, un bebé en el asiento para bebés y un niño o una niña, ya no tan bebé, oteando el horizonte de las galletas. Le gustan esas, las de Peppa Pig. Las quiere. Las necesita. Su padre le dice que no, que ya hay galletas en casa.

Entonces, empieza la fiesta.

Chillidos, patadas, lloriqueos, manotazos, cruces de brazos y ceños fruncidos, taconeos al más puro estilo Joaquín Cortés, lágrimas secas e incluso, en los casos más extremos, vómitos. Y, por supuesto, unos 20 ó 30 ojos clavados en la escena.

Anatomía de una pataleta

“Anatomía de una pataleta”

Una de las causas clave de esto, queridos lectores, se conoce en Psicología como reforzamiento intermitente.

Paso previo: El condicionamiento operante

Ya os habíamos hablado del condicionamiento clásico en nuestro blog y más de una vez hemos mencionado el condicionamiento operante, pero por si aún no os ha quedado muy claro, me dispongo a explicar muy brevemente las ideas claves.

El condicionamiento operante es un tipo de aprendizaje asociativo, ya que se basa en la relación entre conductas y consecuencias positivas o negativas. Existen distintos tipos de condicionamiento operante:

  • Refuerzo positivo: Si al realizar una conducta determinada recibimos una recompensa (es decir, un refuerzo), habrá más probabilidades de que la repitamos en el futuro.
    • Si contamos un chiste y la gente se ríe con él, es probable que volvamos a contarlo a más personas.
  • Castigo positivo: Si cuando realizamos una conducta obtenemos una consecuencia no deseada (es decir, un castigo), habrá menos probabilidades de que la repitamos en el futuro.
    • Si acercamos la mano al fuego y nos quemamos, es probable que no volvamos a hacerlo.
  • Refuerzo negativo: Si realizar una conducta concreta conlleva reducir o eliminar una consecuencia no deseada, habrá más probabilidades de que repitamos dicha conducta en el futuro.
    • Si nos duele la cabeza y al tomarnos una aspirina nos sentimos mejor, es probable que en el futuro tomemos más aspirinas.
  • Castigo negativo: Si al realizar una conducta concreta perdemos un refuerzo, habrá menos probabilidades de que repitamos dicha conducta en el futuro.
    • Si hemos cometido una infracción conduciendo y nos quitan puntos del carnet, es probable que en el futuro conduzcamos siguiendo las normas establecidas.
  • Extinción: Cuando realizamos una conducta y ésta es ignorada, es decir, no tiene consecuencias, habrá menos probabilidades de que volvamos a realizarla.
    • Si un alumno participa en clase y el profesor nunca presta atención a lo que dice, es probable que dicho alumno deje de participar.

Condicionamiento operante

Reforzamiento intermitente

Os preguntaréis: ¿Y dónde queda el reforzamiento intermitente en toda esa clasificación? Pues bien, este tipo de condicionamiento puede verse como una mezcla de todos los anteriores; puede ser que al realizar una misma conducta, en algunas ocasiones se nos refuerce, en otras se nos castigue, y en otras se nos ignore. ¿Qué ocurre entonces? Como podréis imaginar, esta incoherencia causa tal lío en nuestra cabeza que ya no sabremos qué hacer y qué no hacer.

El problema principal es que el reforzamiento positivo es el más poderoso de los tipos de condicionamiento operante, por lo que, aunque nuestra conducta haya sido castigada o ignorada en otras ocasiones, prevalecerá la idea de que, alguna vez, aunque sea cada cien intentos, obtendremos una recompensa. Es por esto que las personas que sufren de ludopatía siguen apostando una y otra vez; es por esto que nuestras mascotas nos dan con la patita en la hora del almuerzo para que les demos un trocito de eso que huele tan bien en nuestro plato y probaron una vez; y es por esto que los niños patalean, chillan y lloran cuando quieren algo que alguna vez les dimos y esta vez estamos negando dar.

Tira cómica sobre las pataletas

“¿Y cuándo es un buen momento para montar la pataleta?” © Gruhn.

¿Es grave, doctor?

Es habitual que, ante una pataleta, veamos a padres y madres cediendo y dando a sus hijos lo que pedían. Esto es una solución rápida a los lloros, pero como ya sabemos, no es más que otro reforzamiento positivo a una conducta que queremos evitar. ¿Cómo podemos acabar con ello definitivamente? Mediante la extinción. Como en cualquier otro proceso de aprendizaje, debemos ser constantes y coherentes, y es por ello que, aunque nos cuesten muchas miradas y muchos llantos, es importante que el niño aprenda que su conducta no va a ser recompensada y que, por tanto, es mejor dejar de realizarla.

Asimismo, para aquellos valientes que quieran atreverse con el “nivel avanzado”, es recomendable que la extinción de la conducta no deseada se complemente con un reforzamiento positivo de otra conducta deseada; esto es, por ejemplo, si después de ignorar la pataleta y una vez que el niño haya parado observamos que nos ayuda a colocar las compras en las bolsas, debemos felicitarle por lo bien que se está portando.

En resumen, las mejores medicinas para evitar una pataleta son, sin duda, el cariño y la coherencia.

Julia T.


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