Revista Vino

Andorra y sus vinos

Por Jgomezp24
Viñedo de Casa Beal Andorra en otoño 2
El II Encuentro de Microproductores de vino en Andorra me ha ofrecido algunas oportunidades preciosas: conocer a mucha gente interesante de la que había oído hablar pero con la que no había coincidido; recuperar viejas amistades y renovar amistades recientes; descubrir bodegas y gentes nuevas para mí en el mundo del vino; y, de hecho, la más importante y que me llevaba al país pirenaico: hacer un repaso exhaustivo de las bodegas y los vinos de Andorra. Por primera vez para mí, poder entrar en contacto con quienes están liderando la apertura agrícola de Andorra ha sido valioso. El encuentro tiene una gracia especial, además de por el lugar en que se hace (Sant Julià de Lòria): es multivarietal (si me permitís), diverso, polifacético. Es una muy buena idea que merece prosperar y conocer nuevas ediciones. Te permite asistir a debates (las mesas mal llamadas redondas) con protagonistas que están a pie de cepa: sobre el concepto de microproducción y el valor real de las uvas casi siempre mal llamadas autóctonas; sobre la biodinámica, etc. Te permite probar vinos de más de 50 bodegas (en esta ocasión, andorranos, españoles y franceses) y te permite, en fin, conocer el territorio, pisar viñedos y probar los vinos en las bodegas de quienes los hacen en el lugar en que los hacen.
Viñedo de Celler Mas Berenguer Andorra en otoño
Sobre los vinos de fuera de Andorra, diré poco. No era ése mi objetivo en esta ocasión y probé bien poco. El que más me gustó de lo bebido, de largo, fue El Barco del Corneta, el verdejo de Bea Herranz del paraje Cantarranas (La Seca): en 2013 Bea alcanza una comprensión profunda de la relación entre tierra, uva, mosto, vino y madera y ofrece su primer clásico. Impresionante la riqueza, texturas, finura e intensidad de este vino. El que más me sorprendió, pero del que poco puedo decir (apenas conozco al, me atrevo a llamarle así, personaje Gaby Ameztoy), es el V/S 01 (Vinos Subterráneos 2012), un rioja de San Vicente de la Sonsierra (con uvas de Elciego), de tempranillo, graciano y viura en MC que ya da que hablar y que, en el futuro, puede que diga todavía mucho más: en cuanto manejen sus propios viñedos sabremos en verdad de qué va la cosa.
Sobre los vinos de Andorra diré más. Me atrae mucho el hilo conductor que parece unir a todos los bodegueros, que no es, como malpensaba yo, el del cambio climático y el de la necesidad de subir metros en una latitud adecuada para combatir la subida de temperaturas, la escasa lluvia y la desertización. Las cuatro bodegas que trabajan en Andorra son propiedad de andorranos y suya es la ideología fundamental que les une: vamos a volver a nuestros orígenes; vamos a dar un paseo por nuestras raíces; vamos a redescubrir valles que, hace muchos años, tenían ya viñedos;  vamos a darle a estos valles y montes puros, una agricultura que sea muy respetuosa con el medio ambiente y que contribuya a la riqueza, también paisajística, del país (desde el viñedo: qué bonito...no hay más que ver las pocos fotos que hice para darse cuenta del potencial de esta idea-tractor); vamos a romper el discurso monolítico en Andorra de turismo de montaña y de esquí y vamos a hablar, también, de enoturismo vinculado a la gastronomía del país (de una riqueza desbordante); vamos, en fin, a romper los monocultivos dominantes (de patata y de tabaco) y vamos a reintroducir el elemento diferencial que nos devuelva el policultivo y la riqueda medioambiental a los valles: la cepa y las abejas.
Viñedo de Casa Beal Andorra en otoño
Hay que dejarlo claro: el renacimiento del vino en Andorra no es, pues, un efecto (positivo) del cambio climático: trabajar estas tierras, convivir con el clima de la zona, acertar con las variedades que mejor se van a adaptar a la geología variante, es tarea hercúlea y nada sencilla. La primera bodega contemporánea, Casa Beal, justo empieza a estudiar su implantación en 1987. Todo es muy reciente y hay que tener paciencia con los resultados: la viticultura es una cosa de sosiego, de tranquilidad, de observación pausada y de mucho ensayo-error/ensayo-acierto cuando estás reconstruyendo una tradición de la que apenas quedan vestigios. Las variedades pirenaicas no se han recuperado todavía (entiendo por locales las que servían para producir vino hace más de 100 años) para hacer vino y las bodegas y sus asesores han mirado muy intensamente (quizá demasiado y no siempre en la correcta dirección...) hacia las montañas del Alto Adige (gewürztraminer: los monovarietales de Casa Beal con esta uva, sobre todo el vino de hielo, me parecen de lo más destacado del panorama, y serán grandes vinos en el momento en que el concepto de trabajo en el viñedo se traslade a la bodega) de Suiza (cornalin, chasselas...) y de los Alpes (mondeuse) y cercanas al Ródano medio y superior (syrah, chardonnay, pinot gris y pinot noir). Por supuesto, hay otras variedades (albariño, viognier...) pero dominan las que proceden de tierras con condiciones climáticas parecidas a Andorra.
Por lo demás, me quedó claro el trabajo de estudio concienzudo que todos han hecho con el clima de cada zona (fundamentalmente en los dos márgenes del río, en la latitud de Sant Julià de Lòria, que es, más o menos, donde están las cuatro bodegas) y con los suelos. Pero me quedó menos claro que todo el mundo sea consciente de dónde procede la madera que han plantado en sus viñedos. Por decirlo fácil: me da que todo el pinot noir que está plantado en Andorra procede de clones borgoñones de origen, cuando creo que los clones que, desde hace muchos años, dan extraordinarios vinos en Roquetaillade (Aude, al otro lado de las montañas...un poco más al este) darían un juego mayor (aunque, hace muchos años, procedieran también de la Borgoña...). Lo mismo pienso para los chardonnay bebidos (de nuevo con los viñedos de las Corbières en la cabeza), con la excepción del GC BdB 902DC 2012 de Celler Mas Berenguer, que me pareció un extraordinario espumoso méthode champenoise, complejo y rico, con una boca espéndida y aromas de musgo, líquenes, hinojo, brioche, miel de castaño... Del Celler Casa Auvinyà (con una historia humana detràs para no olvidar) me atrajo poderosamente la fragancia y viveza de su Imagine 2013, un blanco seco con albariño, pinot gris y dominante viognier (pomelo, mango, peras limoneras) y el futuro que se intuye a su monovarietal de syrah, el Evolució 2011. De Borda Sabaté 1944 creo que el Escol 2013 (riesling) es el que mayores alegrías les va a dar, sobre todo si lo vinifican con uno de los tres caminos que, intuyo, mayor proyección pueden tener en el principado: en forma de burbujas.
La última comida la tuvimos en un lugar muy a tener en cuenta: Cal Bou, en Fontaneda. Con una cocina muy sencilla pero cuidada, productos de la tierra, máxima sensibilidad y sabores, Albert Casal ha dado con la propuesta ideal: la gastronomía de la zona (buñuelos de verdura, croquetas de carn d'olla, extraordinario arroz de montaña...), con los vinos de Andorra (el arroz con el Evolució 2011 syrah de Casa Auvinyà estuvo a gran nivel) en un lugar único y espectacular. Como dirían aquellos..."ça mérite un détour..."
Me fui contento: vi proyectos y caras nuevas en una tierra de promisión, pura y de gran belleza. Vi ideas y muchas ganas. Vi ilusión y competencia. Vi respeto e ilusión por darle a Andorra, con calidad y exigencia, sin prisas y con tenacidad, una nueva cara a su versatilidad: las cepas. Los viñedos y los vinos de Andorra están llegando, nos están dando ya alguna espléndida realidad y nos van a dar mayores alegrías en el futuro. Voy a estar atento.
Las fotos primera y tercera son de viñedos de Casa Beal, en Nagol (Sant Julià). La central corresponde al viñedo BdB de Casa Berenguer, en Fontaneda (Sant Julià).

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