Comprender una afición tan complicada como es la sevillista es un trabajo concienzudo aunque no imposible.
Uno que anda a caballo entre distintos focos de opinión en blanquirojo, intenta sintetizar sobre lo que se habla en los mentideros y pulsar una estadística mental, para nada científica, en el posicionamiento de tales o cuales cuestiones y sacar su propia conclusión.
Hay una cuestión que me llama poderosamente la atención y esto es la falta de perspectiva en muchas de las opiniones, entendido como una especie de alejamiento para obtener una cierta visión de lo que sucede en el sevillismo, ya sea en positivo, como en negativo.
Y es que haber, hay de todo. Una especie de galimatías donde todos tienen cierta razón, pero para nada absolutamente. Hablar de oficialistas y críticos se antoja fundamental, muchos sevillistas se posicionan dependiendo de su visión de la realidad, o de su propias vivencias como sevillistas.
Algunos se conjuraron, en este Sevilla grande de los títulos, confiar per saecula saeculorum en un Consejo de administración, que les llevó a vivir algo que parecía que nunca llegaría y que morirían sin verlo. El “Hasta la muerte” tiene mucho de esta esencia, porque hasta el día que se muriesen, pase lo que pase, seguirán siendo sevillistas. Una fidelidad muy difícil de encontrar en el fútbol español, porque no se apuesta a caballo ganador, aunque no única, todo hay que decirlo.
Esto es importante, porque a pesar de cualquier penuria, el sevillismo de estos es inquebrantable, algo legítimo y que aporta cierta estabilidad y gobernabilidad a la institución, algo necesario para avanzar, siempre y cuando el Consejo no se despendole demasiado.
Una vez descritas las bondades y excelencias del oficialista, es necesario decir que no todo el monte es orégano, y volvemos a esa falta de perspectiva para analizar qué sucede realmente. Ocurra lo que ocurra puede bastar el dulce canto de los trofeos del quinquenio prodigioso y no ver más allá, que a muchos les produce un tufo a “sibwanismo” inducido.
Por otro lado, ser exigentes es de naturaleza sevillista. Por contra, está el sevillista, también inquebrantable, pero crítico. Es la antítesis del “manquepierdismo”; el verde frente al rojo; el localismo frente a la universalidad; el victimismo frente a la mentalidad ganadora; la simpatía frente a la competitividad, si bien lo dicho no es en términos absolutos, de todo hay en la viña del señor.
Aunque yo suelo decir que al sevillismo no le hace falta una rivalidad con el otro equipo de la ciudad. Se basta a sí mismo para inventarla y encontrarla dentro, explotándola hasta sus últimas consecuencias, y si el Betis no existiera, la duplicidad sería tan atroz que habría que inventarlo. La verdadera “pizjuanización”, que no la mal llamada “mestallización”, es un hecho antropológico endémico digno de analizar desde tiempos remotos, pero en un artículo de opinión, las conjeturas como esta, tienen su cabida.
No me gustaría que nadie confundiese ser crítico, con ser maleducado. Son cosas muy distintas y uno ve, sobre todo en el estadio, a personajes absolutamente desencajados, vena hinchada en cuello, dándote gritos en la oreja -aunque no vaya contigo- insultando a tal o cual jugador, aunque el equipo vaya ganando. Eso no entra dentro de los esquemas a analizar. Los animalitos haberlos haylos, solo Zeus sabrá escrutar sus propios designios. De estos los hay en ambos bandos.
El crítico exige un poco más siempre, aún yendo las cosas bien. Si van mal, pues se pueden imaginar. Arde Troya.
Siendo algo legítimo también, con todas las de la ley, hacen posible ese equilibrio de fuerzas, que exaspera al Consejo de administración hasta límites insospechados, pero que hace al mismo tiempo que este no se duerma en los laureles, lo que viene en llamarse, “ponerse la pilas” para no descuidar los objetivos. Es el sevillismo que mete presión.
Visto lo de bueno que pueda tener, el sevillismo crítico, adolece de caer en la crítica feroz descuidando la generalidad, volviendo a la falta de perspectiva de la que hablábamos antes. No sitúa en muchas ocasiones un determinado hecho en el conjunto de situaciones, circunstancias, relevancia, etc.
Son muchos los errores cometidos a priori por la falta de perspectiva de la que hablamos. Así vimos cómo muchos querían echar a Juande Ramos antes de los títulos, al grito de “donde está el dinero” referido a Del Nido, y muchas cuestiones más de las que no hablaremos, pero que todos tenemos en mente.
En resumen, que ambas posturas son legítimas, tienen sus cosas positivas y de gran valor, pero en la falta de perspectivas de ambas está su talón de Aquiles.
Valga el artículo sin querer socavar en la heterogeneidad del sevillismo y caer en el simplismo. Hay una gran parte del sevillismo que es crítico u oficialista cuando crea que debe serlo y con cierta perspectiva. Es solo un documento para el debate.
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