Revista Cultura y Ocio

Aníbal Barca, Parte I: la conquista de los Alpes

Publicado el 17 octubre 2014 por Albilores @Otracorriente

Anibal

Este histórico personaje no necesita presentación; Aníbal, el general cartaginés es, sin ninguna duda “el genio militar más grande de todos los tiempos”. Atravesó los Pirineos, los Alpes y los Apeninos y, gracias a su habilidad en el despliegue de las tropas, aplastó a las legiones romanas sin perder ni una sola batalla en suelo italiano, llegando a las puertas de Roma, donde fue traicionado por su propio senado por motivos políticos.Pese a la traición, no dudo en abandonar Italia para socorrer a Cartago encontrando su derrota en la batalla de Zama.

En 1704, Girardon representó a Aníbal contando los anillos de los Tribunos derrotados. La estatua está expuesta en el Puget del Louvre.

A mediados de siglo III a. C., la ciudad de Cartago ocupaba un lugar importante en los intercambios comerciales de la cuenca mediterrránea, Sicilia, Cerdeña y en las costas de Iberia y de  África del Norte. La ciudad disponía de una importante flota de guerra que protegía sus rutas marítimas, que transportaban el oro procedente del Golfo de Guinea y estaño procedente de las costas británicas.

La otra potencia mediterránea de la época era la República de Roma, con la que Cartago entró en guerra durante veinte años, “la Primera Guerra Púnica”, la primera guerra de gran envergadura de la que Roma salió victoriosa.

Tras la gran derrota naval en las Islas Egadas (Sicilia), los cartagineses se vieron obligados a firmar el Tratado de “Lutacio” en la primavera de 241 a. C. con el cónsul Cayo Lutacio Cátulo. Entre los términos impuestos a Cartago por este tratado se hallaban la cesión de los territorios de Sicilia, Cerdeña, Córcega y la costa africana, así como onerosas compensaciones de guerra.

Para compensar esta pérdida, Amílcar Barca, padre de Aníbal, que había dirigido la campaña contra Roma,  marchó al sur de Iberia, apoyado militarmente por su yerno Asdrúbal. Esta conquista restablecía la situación económica de Cartago, gracias a la explotación de las minas de plata y estaño.

Aníbal, hijo de Amílcar Barca, quien, le hizo jurar odio eterno a los romanos ante los dioses, asumió la jefatura del ejército cartaginés, que controlaba el sur de Hispania, tras la muerte de su padre en 229 a.C.. Desde su base de Cartago Nova (la actual Cartagena), realizó varias expediciones hacia el altiplano central y sometió a diversas tribus iberas.

Roma había pactado con los cartagineses una frontera en el río Ebro. Pero al sur del Ebro, en zona cartaginesa, se encontraba la ciudad de Sagunto, que había suscrito una alianza con Roma para defenderse de los púnicos. Roma buscaba la guerra como único modo de frenar la peligrosa recuperación de Cartago. Firmando un pacto con la ciudad de Sagunto, desafiaba a Cartago con una clara provocación, pues si la atacaban, suponía una clara violación del tratado del Ebro.

Aníbal no estaba dispuesto a someterse indefinidamente a las exigencias crecientes de Roma, que acabarían animando a las tribus iberas a la rebelión, y puso sitio a Sagunto en el 219 a.C. Roma no ayudó a su aliado, sino que dejó que Sagunto cayera y sólo entonces, declaró la guerra a Cartago.

Corría el año 218 a.C. cuando Roma declaró la guerra a Cartago de nuevo. Comenzaba la Segunda Guerra Púnica, que iba a decidir la Historia de Occidente.

La guerra comienza, “II Guerra Púnica”

Al contrario que en la primera Guerra Púnica, Roma era ahora más fuerte por mar, y planea un doble desembarco, en África y en Iberia. Fiel a su estilo directo y agresivo, Roma busca decidir la guerra de modo fulminante, asestando un golpe decisivo en los dos puntos neurálgicos del enemigo: Uno de los cónsules, Publio Cornelio Escipión, desembarcará en Massilia con dos legiones, para enfrentarse a Aníbal en Iberia. El otro cónsul, Sempronio Longo, viajará a Sicilia con otras dos legiones, para preparar el desembarco en África. Una quinta legión, al mando del pretor Manlio, se desplazará al valle del Po, para supervisar la lealtad de las belicosas tribus galas.

Aníbal se pone en movimiento, decidido a evitar a toda costa la guerra en Iberia, pues la presencia de Roma en la península fomentaría la rebelión de muchas tribus, poniendo en peligro todo lo realizado en esos años. En la “I Guerra Púnica”, Cartago había llevado una campaña defensiva contra Roma y había perdido. En contra del criterio de su propio Senado y sus propios generales, decide hacer algo que los romanos no podían imaginar; Invadir Roma.

Debido a que el poderío naval púnico había menguado mucho en la primera guerra, y que Roma controlaba todo el Mediterráneo con su flota, decide invadir Italia por tierra, atravesando los Pirineos y los Alpes: La acción militar más audaz y brillante de toda la Historia.

Concedió a su hermano Asdrúbal el mando de las tropas en Hispania y en la primavera del 218 a.C. partió hacia Italia al frente de un gran ejército con 90.000 hombres de infantería, 12.000 jinetes y 37 elefantes africanos, a lo largo de la costa ibérica desde la capital de Iberia, Cartago Nova (Cartagena). El ejército de Aníbal debía recorrer 2.400 km antes del invierno.

Hasta el Ebro, el territorio por el que pasa, es territorio aliado, pero a partir del Ebro, las tribus son hostiles, por lo que tiene duros enfrentamientos con las tribus asentadas en la actual costa catalana, pero finalmente se abre paso hasta los Pirineos.

Frente a la rapidez púnica, Roma se enfrasca sofocando la rebelión de los galos del valle del Po (alentados probablemente por la diplomacia púnica). La legión de Manlio es destruida y Escipión, que estaba en Pisa preparando el embarque hacia Massilia (Marsella), debe enviar una de sus dos legiones. El peligro es conjurado, pero se pierde un tiempo precioso.

Cuando Escipión llega finalmente a Massilia, se entera de que Aníbal ha cruzado los Pirineos por lo que dirige sus legiones hasta el Ródano, para intentar enfrenarse allí a Aníbal.

Aníbal había conseguido alcanzar el Ródano sin necesidad de librar batallas contra las tribus autóctonas, gracias a una actividad diplomática basada en regalos y amenazas y atraviesa el río lejos de su desembocadura, a unos 120 Km de la costa.

Cuando Escipión se da cuenta del plan del cartaginés, de que Aníbal se dirige hacia los Alpes para invadir Roma, no acaba de dar crédito a esto, por lo que intenta perseguirle río arriba. Pero Aníbal está decidido a enfrentarse a los ejércitos romanos, tan solo en suelo romano, por lo que prosigue su camino dejando atrás a los romanos, de modo que Escipión decide trasladar sus legiones en barco, para enfrentarse a él al otro lado de los Alpes, ya en Italia.

El Senado romano decide posponer la invasión de Cartago y enviar al Po como refuerzo las dos legiones de Sempronio, instaladas en Sicilia. La táctica romana había cambiado, ahora ya no se trataba de conquistar, sino de no ser conquistado.

La batalla del Tesino

Aníbal había tardado más de lo que creía, y el comienzo del invierno había llegado a los temibles Alpes. Por ello sus asesores le piden regresar a Iberia, advirtiéndole de que no podrían cruzar las montañas y aunque lo lograsen, luego no podrían enfrentarse a las legiones romanas debido al mal estado de los que lograsen cruzar. Sin embargo Aníbal decide seguir su plan, y en pleno invierno se dispuso a cruzar con todo su ejército.
190 km de hielo, frio, nieve y rocas, causaban estragos en los soldados. Los grandes desfiladeros rocosos de altitudes de 2.400 m, provocaban una pérdida constante de unas 1.000 vidas diarias y víveres. Muchos desertaban. Los hombres y elefantes procedentes del clima africano, no podían soportar el intenso frio y no podían detenerse para descansar.

La travesía por los Alpes fue tremenda; Los hombres y bestias tuvieron que soportar toda clase de penurias e incluso se produjeron corrimientos de piedras que bloqueaban los estrechos pasos. Apartadas las piedras prosiguieron su curso sin posibilidad de retorno. Con cualquier otro general, se hubiese producido una rebelión.

Polibio cuenta: «Los soldados consternados y sin saber a que debían enfrentarse a medida que siguieran avanzando, parecían perder coraje. Aníbal les reunió, y, desde la cima de los Alpes, que perecían ser la entrada a la ciudadela de Italia, se divisaban las vastas llanuras que regaban el Po con sus aguas, Aníbal se sirvió de este bello espectáculo, único recurso que le quedaba para quitar miedo a los soldados. Al mismo tiempo les señaló con el dedo el punto donde estaba situada Roma, y les recordó que gozaban de la buena voluntad de los pueblos que habitaban el país que tenían ante sus ojos».

La marcha desde Cartago Nova había durado 7 meses y las tropas de Aníbal llegaron desechas, destrozadas y mal abastecidas. Unos 70.000 hombres habían muerto o desertado. Tan solo unos 30.000 hombres habían conseguido cruzar al otro lado de los Alpes y los elefantes estaban agotados y enfermos. Por ello, Aníbal intenta convencer a los pueblos de bárbaros del norte de Italia, sometidos por Roma, para que se unan a él. Pero estos pueblos, observando el mal estado del ejército cartaginés, no confían en su victoria y le niegan su ayuda temiendo el castigo romano.
Imaginándose  todas estas desgracias, Escipión va al encuentro del ejército de Aníbal, sin esperar la llegada de los refuerzos de Sempronio, probablemente, no queriendo dar oportunidad de descanso y abastecimiento al ejército de Aníbal. Instala el campamento en la orilla oriental del río Tesino, afluente septentrional del Po, y cruza el río con su guardia avanzada para realizar labores de reconocimiento.

De improviso se encuentra con el ataque púnico y se libra una pequeña batalla, de poca entidad, pero con gran valor simbólico, ya que es la primera victoria de Aníbal en suelo romano, y consigue así ganarse la confianza de los pueblos del norte que se unen a él. El cónsul, Escipión, resulta malherido siendo salvado por su propio hijo.

Batalla de Trebia

El ejército cartaginés, agotado tras la dura y larga marcha, ocupó la ciudad de Clastidium para aprovisionarse, dejando libre la vía que unía Piacenza y Ariminum, Los romanos se retiraron al sur del Po, y acamparon en la orilla oriental del Trebia.

Sempronio se unió al ejército de Escipión en diciembre. Impaciente por combatir, Sempronio desestimó el consejo de Escipión (aún convaleciente) de pedir nuevos refuerzos. El mandato de Sempronio estaba a punto de concluir, la reelección de los cónsules estaba cerca y necesitaba una victoria urgente que le renovase el cargo político y cuya gloria sea solo suya.

Sempronio realizó los preparativos para una batalla a gran escala, mientras que Aníbal acampó alrededor del frío y crecido río Trebia.

Aníbal, había encontrado un lugar adecuado para tender una emboscada, por lo que envió a 1.000 jinetes de la caballería sagrada y a 1.000 infantes bajo el mando de su hermano menor Magón, para que se ocultaran durante la noche.

Según Polibio: «existía un lugar entre los dos campamentos completamente plano y sin árboles, pero ideal para una emboscada, el cual atravesado por un arroyo con los bancos escarpados, con una densa vegetación de zarzas y otras plantas espinosas, y aquí Aníbal propuso colocar una guarnición para sorprender a los romanos».

A la mañana siguiente, Aníbal envió a su caballería númida al otro lado del Trebia con la orden de hostigar al campamento romano y después retirarse, para de esta manera atraer a los romanos hacia un lugar donde el destacamento de Magón pudiera aparecer y atacar en el momento oportuno.

Los jinetes númidas lograron captar la atención del campamento romano para que Sempronio enviara a su caballería para perseguirlos, y poco después ordenó a su ejército entero de más de 20.000 infantes romanos, 4.000 jinetes auxiliares y a 3.000 aliados galos avanzar hacia el ejército cartaginés. Aún era muy temprano en el momento en que las legiones cruzaron el Trebia; los romanos aún se hallaban somnolientos. Los cartagineses, por otra parte, se habían alimentado bien y se habían untado con aceite para protegerse del frío antes del combate.

Aníbal dispuso a su ejército en óptimas posiciones en un campo de batalla que él mismo había elegido. Colocó una línea de infantería ligera de 1.000 hombres y, detrás de ellos, dispuso la fuerza principal de infantería compuesta por unos 20.000 hombres, un ejército multirracial en el que no sólo había cartagineses, sino también libios, aliados iberos y galos. A su vez, varios escuadrones de caballería (sumando unos 10.000) se situaron en los flancos de la columna principal de infantería, con quince elefantes en cada flanco.

Sempronio ubicó a su ejército en formación de (quicunx), compuesta por tres líneas colocando a los velites (infantería ligera con jabalinas) al frente y a la caballería en los flancos, mientras que dispuso a los guerreros galos aliados de Roma a la izquierda de las legiones.

La infantería ligera romana, que tomaba el papel de pantalla del grueso de las legiones, fue la primera en entrar en combate, pero los velites, mal preparados para el combate cuerpo a cuerpo, fueron fácilmente dispersados. Después de que los velites se retiraran entre los espacios de la línea romana, los hastati y los princeps tomaron su lugar y se enfrascaron en el combate contra los cartagineses.

Mientras en el centro los legionarios seguían luchando cuerpo a cuerpo, la caballería cartaginesa en ambas alas se enfrentó a sus equivalentes romanos, a los que excedían en un elevado número. Gradualmente, los jinetes romanos fueron obligados a retroceder más y más dejando a la infantería romana cada vez más expuesta.

Aníbal había enviado a todos sus elefantes para atacar a los galos aliados de Roma, los cuales nunca habían visto a tales criaturas, por lo cual huyeron aterrorizados.

Con la caballería romana derrotada y en plena fuga, los escuadrones de caballería cartaginesa atacaron sucesivamente los ya desprotegidos flancos romanos. Al mismo tiempo, la fuerza oculta de Magón Barca emergió de su escondite y cayó sobre la retaguardia romana. La moral romana se encontraba muy baja debido al frío, la presencia de los elefantes cartagineses y la derrota de su caballería; al ser atacados por todos los flancos, ésta se perdió totalmente; los legionarios rompieron filas y huyeron.

Cientos de soldados romanos fueron abatidos sobre el terreno y pisoteados por los elefantes, otros tantos se ahogaron intentando cruzar el río para salvarse. Atrapados entre las fuerzas de Aníbal, los romanos masacrados, perdiendo más de la mitad de sus fuerzas, más de 15.000 hombres. Los sobrevivientes huyeron en desbandada, pero fueron capaces de reorganizarse y lograron retirarse hasta la cercana ciudad de Plascencia.

Sempronio volvió a Roma y fue juzgado por supuesta negligencia, pero fue absuelto, en parte por la declaración a su favor de su co-cónsul Escipión.

La batalla del lago Trasimeno

Se nombraron dos  nuevos cónsules romanos, Flaminio y Servilio, ambos destinados a contener a Aníbal con sendos ejércitos. Escipión fue enviado a Hispania como procónsul, uniéndose a su hermano Cneo.

Reclutaron un contingente de 13 legiones el año 217 a. C., ocho de las cuales estaban posiblemente asignadas a la península itálica (una en Tarento, dos en Roma, una en Umbría con Cayo Centenio, dos en el ejército consular de Cayo Flaminio Nepote y dos en el ejército consular de Cneo Servilio Gemino).

Aníbal podía penetrar en el interior de la península por dos vías: las que discurren a ambos lados de los Apeninos. Los dos cónsules se dividen para taponar ambas vías: Flaminio, con sus dos legiones, se sitúa en Lucca, para defender las vías de Etruria y Servilio, con otras dos legiones, en Ariminum, para proteger la via Flaminia.

Pero una vez más, Aníbal hace lo imprevisible: atraviesa los Apeninos y entra en Etruria por Faesulae (junto a la actual Florencia). En las zonas pantanosas en torno al Arno. Sin embargo, se encontraba con problemas. Las incorporaciones de los galos como nuevos aliados fueron masivas (no menos de 20.000 infantes y 4.000 jinetes), pero la calidad de los mismos era inferior a la de los veteranos hispanos y africanos del ejército cartaginés. Su infantería estaba peor armada y equipada que la romana, aunque con los equipos capturados en Trebia pudo mejorarse especialmente la de origen africano.

Para empeorar las cosas, todos sus elefantes, excepto la montura de Aníbal (Sirio), habían muerto debido a una ventisca durante un frustrado cruce de los Apeninos, y el propio general, que había resultado herido en un enfrentamiento con los romanos en una fortificación próxima a Placentia, había perdido un ojo, víctima de una infección oftálmica al cruzar las regiones pantanosas de Irío Arno, al norte de Etruria.

Flaminio se encontraba cerca de Arretio (al suroeste de Pisa), esperando a ver la ruta que tomaría Aníbal hacia el sur. Aníbal, al enterarse de que el ejército de Flaminio se encuentra en Arretium, decide prepararle a una emboscada: se encamina a marchas forzadas hacia Roma, sobrepasando la posición de Flaminio, para obligarle a perseguirle. Eso le permitirá escoger un terreno favorable para el choque, y evitar que se le una el ejército de Servilio. Comenzó a provocarle, asolando la campiña vecina a Arretium, dirigiéndose entonces hacia el Sur, donde alcanzó el Lago Trasimeno.

El cónsul, soldado de experiencia pero demasiado impulsivo, comenzó a seguirle de manera descuidada. Mientras el ejército de Gemino permanecía en la Galia y comenzaba a moverse hacia el Sur para unirse al seguimiento de las fuerzas púnicas. El ejército de Flaminio llegó a las cercanías del Lago donde acampó.

Aníbal eligió el punto en que la carretera de Malpasso recorría la orilla norte del Lago Trasimeno, en un lugar donde se convertía en poco más que un estrecho desfiladero entre las montañas que descendían desde el este a la orilla y al mismo lago. Dispuso sus tropas a cubierto en las colinas boscosas al norte. Después envió un pequeño destacamento aún más al norte, a las colinas septentrionales de Tuoro, para encender hogueras y convencer así a los romanos de que sus tropas se encontraban más abajo del río.

La emboscada

A la mañana siguiente, 22 de junio de 217 a. C., Flaminio levantó el campamento (justo al norte del lago) y reanudó la persecución de Aníbal en una densa niebla matutina. Moviéndose en columnas a lo largo de la orilla, sin caballería al frente, entraron directamente en la trampa. Las tropas del cartaginés atacaron desde todos los flancos, bloqueando la carretera al frente, descendiendo de las colinas en una marea y cortando la retirada enemiga.

Los romanos no pudieron adoptar su formación de batalla, viéndose obligados a luchar por sus vidas. Divididos en 3 bloques, el más occidental fue atacado por la caballería cartaginesa y empujado al interior del lago, lo que dejaba al resto del ejército rodeado. El centro, donde se hallaba Flaminio, mantuvo el terreno, pero se derrumbó finalmente tras tres horas de combate contra los aliados galos de Aníbal. Muchos romanos fueron empujados hacia el lago, donde murieron ahogados al intentar huir.

La vanguardia sufrió menor castigo y, una vez se hizo patente el desastre que se había producido tras ellos, se abrió camino a través de los hostigadores y fuera del bosque. Muchos legionarios de la falange central de Roma consiguieron atravesar hacia adelante todas las filas púnicas para poder huir, ya que el centro romano era mucho más poderoso y mejor equipado que el centro cartaginés, cosa que Aníbal tendría en cuenta en la batalla de Cannas.

Lo que siguió no fue una batalla, sino una masacre. Murieron más de 25.000 romanos (incluido Flaminio), muchos de ellos ahogados tras ser empujados hacia el lago. Otros 10.000 cayeron prisioneros. También fue muy imporante la cantidad de armas y armaduras con las que Aníbal pudo reequipar a sus tropas, que tenían un equipo desgastado por el viaje en los Alpes y las batallas anteriores. El desastre, sin embargo, aún no había terminado.

La batalla de los pantanos de Plestia

Dos días después, Aníbal prosiguió su camino hacia el este atravesando Umbría. Junto a la zona pantanosa de Plestia, existía un contingente romano de 8.000 hombres venidos de la misma Roma de acuerdo a Apiano, mandados por el pretor Cayo Centenio.

Ordenó a su caballería bajo mando de Maharbal dar un rodeo a la posición de bloqueo que ocupaban las tropas romanas, y entonces las atacó frontalmente con su infantería y por la espalda con sus jinetes, eliminando a esta fuerza terrestre que se oponía a su avance sobre Roma, matando además a su jefe.

Polibio y Livio defienden que esta fuerza romana estaba compuesta sólo por 4.000 jinetes y en realidad se trataba de la caballería del ejército consular de Servilio Gémino que, desconociendo lo ocurrido en Trasimeno, la había mandado en avanzada para auxiliar a su colega Flaminio. Este número de 4.000 no coincide con la caballería de un ejército consular, por lo que existe la posibilidad de que fuese un contingente enviado desde Roma. Esta batalla no deja de ser una continuación de la batalla del lago Trasimeno. Aníbal había anunciado a sus prisioneros itálicos: No he venido a luchar contra los italianos, sino a combatir a Roma en el nombre de los italianos.

La estrategia de Aníbal nunca fue atacar Roma directamente, sino cegar la fuente de donde extraía su inagotable fuerza: su gigantesca red de alianzas por toda Italia. A diferencia de lo ocurrido entre los galos del Norte, la proclama de libertad de Aníbal no triunfa en Italia central. Sea por temor a sus legiones o por estar satisfechas del dominio romano, las ciudades del centro de Italia permanecen fieles a Roma.
Fracasado su intento en la zona central, decide probar en el Sur de la península, de colonización más reciente. Pero primero se dirige al Adriático para dar descanso a sus tropas, debilitadas y enfermas por las largas marchas y los combates.

Los romanos, escarmentados por todas las derrotas contra Aníbal, eligieron a Quinto Fabio Maximo como dictador y concibió una estrategia de máxima prudencia “la táctica Fabiana”: mantener a Aníbal siempre vigilado, acampar junto a él en zonas elevadas, donde el púnico no se atrevería a atacarle, pero no aceptar batallas en campo abierto.

Estratagema  del  Ager Falernus

El ejército cartaginés llegó al norte de Apulia, devastando cuanto se encontraba a su paso. A esa última zona llegó el ejército romano bajo el mando de Fabio tras ser reconstruido con los efectivos del ejército consular de Servilio Gémino y con los recién alistados para sustituir a los perdidos en Trasimeno.

Sin conseguir que Fabio cayera en sus provocaciones, Aníbal decidió atravesar el Samnio, tomando Telesia y llegando a Campania, una de las más ricas y fértiles regiones de Italia, con la esperanza de que la devastación del territorio presionara al dictador a entrar en batalla.

Mientras tanto en Roma, Fabio acosaba a Aníbal en espera de un descuido, dificultaba sus movimientos, atacaba a los destacamentos que salían en busca de abastecimiento… Era una estrategia muy inteligente, paciente, de largo plazo, pero poco aceptable para el espíritu tradicional de Roma, que le valió el sobrenombre de “Cunctator”, el vacilante.

Viendo que Fabio no pretende enfrentarse a él, Aníbal incendia todas las tierras de los patricios romanos excepto las de Fabio, para causar malestar en la clase influyente y provocarle a la batalla. Toda la gente adinerada perdía sus posesiones excepto Fabio, lo cual provocaba las acusaciones de las familias poderosas a Fabio que le empujaban a guerrear con Aníbal.

Este último, no obstante, decidió continuar siguiendo a Aníbal pero sin entrar en combate con el cartaginés, cada vez más a la defensiva. A pesar de su éxito, la estrategia Fabiana era muy impopular entre los romanos, que la consideraban cobarde.
Libre de toda oposición, Aníbal intensificó su actividad diplomática, tratando de convencer a los aliados de Roma de que abrazaran la causa cartaginesa. Tuvo éxito con algunos pueblos, si bien la mayoría prefirió permanecer leal a Roma o expectante.

Para poder alimentar a su ejército tenía que saquear las ciudades por donde pasaba, para conseguir grano y ganado… y botín para mantener la moral de las tropas. Buscando una base segura para pasar el invierno, decide volver al Adriático, pero las vías para salir de Campania son montañosas. Aníbal entró en el distrito del Ager Falernus, situado entre Cales, el paso de Tarracina y el río Volturno.

Entonces el inteligente Fabio, vio su oportunidad y envió a Minucio con 4.000 hombres para cerrar el paso de montaña que debía atravesar Aníbal, mientras él, con el resto del ejército, acampa a media ladera. Aníbal queda encerrado en el pequeño valle.

Con el objetivo de contrarrestar el movimiento de Fabio, Aníbal hizo una de las jugadas maestras más importantes de la historia, engañó a los romanos con una estratagema consistente en poner teas ardiendo en los cuernos de 2.000 bueyes y lanzarlos en plena noche en estampida, colina arriba, sobre la zona en la que pretendía que los romanos creyesen que intentaba romper el cerco. Estos acudieron a tratar de cerrar ese punto mientras él escapaba por uno de los pasos que los romanos abandonaron para acudir al lugar del engaño. Aníbal y su ejército atravesaron un desfiladero sin oposición.

Estos acontecimientos constituyen la llamada Batalla del Ager Falernus. De allí se dirigió hacia el norte de Apulia atravesando los Apeninos por el Samnio. El cuestionado dictador decidió continuar con su estrategia y le persiguió. Ese invierno, Aníbal estableció sus cuarteles en la región de Larino en la zona limítrofe entre el Samnio y el norte de Apulia.

Batalla de Geronio

Aníbal tomó la ciudad de Geronium y estableció allí su base de operaciones. Fabio estableció su campamento 30 kilómetros al sur, en la ciudad de Larinum, aunque fue llamado poco después a Roma para atender unos oficios religiosos.

En ausencia de Fabio, Marco Minucio Rufo, “el magister equitum”, asumió el mando de las tropas y decidió acercar su posición a la de los cartagineses. Estos a su vez establecieron un segundo campamento de avanzada cerca del ocupado por los romanos, mientras mantenían el que originalmente tenían en Geronio.

En un osado movimiento Minucio Rufo lanzó a su caballería e infantería ligera contra las tropas púnicas que forrajeaban en la zona, mientras con su infantería pesada se acercó al campamento de avanzada cartaginés.

Los cartagineses tenían a la mayor parte de sus tropas en las labores de recolección, Aníbal a duras penas podía contener a los legionarios que cercaban el campamento y llegaban ya a las empalizadas. Debido a que había dejado su campamento de Geronio sin guarnición, y que este era además donde guardaba su tren logístico, Aníbal decidió abandonar el campamento de avanzada y volver al de Geronio.

El magister equitum había conseguido infligir numerosas bajas a los forrajeadores cartagineses, obligándoles además a abandonar uno de sus campamentos. Este hecho tuvo una gran repercusión en Roma. El Senado, impaciente con Fabio Máximo, cuyo prestigio había sufrido un duro golpe tras el movimiento de Aníbal en el Ager Falernus, promulgó una ley que equiparaba el rango de Minucio Rufo al del Cunctator, coexistiendo así dos dictadores por primera vez en la historia romana. El ejército romano quedó dividido en dos, ejerciendo el mando de uno de ellos Fabio y del otro Minucio.

Aníbal, sabiendo dichos hechos, tendió una trampa al engreído Minucio frente a la ciudad de Geronium. Según cuenta Plutarco, «el terreno frente a la ciudad era llano, no obstante, tenía algunas acequias y cuevasque ocupó la noche anterior con 5.000 soldados y 500 jinetes».

La mañana siguiente, envió una partida de forrajeadores a la vista del campamento de Minucio, quien inmediatamente atacó con tropas ligeras. Aníbal reforzó a los escaramuzadores y lanzó entonces a la caballería, que Minucio hubo de contrarrestar con la propia. Cuando la caballería italiana fue derrotada, Minucio formó a todas sus legiones en orden de combate y descendió al valle.

El general púnico esperó a que hubiera cruzado el valle y entonces dio la orden a sus tropas emboscadas, que atacaron los flancos y la retaguardia de la formación romana. El ejército de Marco Minucio se batió en retirada, perseguido por los jinetes ligeros de Numidia, y habría sido totalmente aniquilado de no ser por la intervención de Fabio Máximo quien con la aparición de su ejército, puso en fuga a los púnicos. Tras la Batalla de Geronium, Minucio renunció a su cargo y puso sus legiones bajo el mando del “escudo de Roma”.


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