Revista Cine

Apéndice vi: the beatles get back

Publicado el 09 diciembre 2021 por Jesuscortes

Tan gastado está el apelativo de "documento extraordinario", que pierde un poco el sentido denominar así a lo que es, esta vez sí, uno de los más inusuales y esclarecedores films nunca editados sobre una banda de rock, este "The Beatles Get Back" montado por Peter Jackson sobre las filmaciones que en enero de 1969 dejó archivadas Michael Lindsay-Hogg y de las que se extrajo el previo "Let it be" en 1970, de escasos setenta minutos frente a estos monumentales cuatrocientos setenta.

Se venía hablando desde hace años de este material, del que únicamente era célebre una parte (el emblemático concierto en la azotea del edificio de Apple Records en Saville Road) y de la posibilidad de que viese la luz más de cincuenta años después de su filmación y de la disolución de la banda, acaecida unos meses después. 

APÉNDICE VI: THE BEATLES GET BACK
Y por fin sucedió. 

Jackson lo hace muy bien. Tal vez debiera haberse denominado (en inglés) "conductor" antes que "director", pero la verdad es que no es intervencionista ni se dedica a dejar señales que lo identifiquen, limitándose a revisar, cortar lo que se presume reiterativo, hacer unas transiciones de aspecto vintage acordes al momento y acentuar el carácter de diario que tenían las imágenes y sonidos captados, más del doble en cuanto a duración estos últimos que los primeros. Cuando se anunció el proyecto y apareció su nombre, recordé su film "Forgotten silver" de 1995, aquel emotivo mockumentary sobre el ficticio gran cineasta neozelandés Colin McKenzie y no me dio mál pálpito. Todo el mundo tiene un pasado y Jackson una vez fue director de cine.

Y no era tan fácil porque estas bobinas no captan precisamente una celebración como por ejemplo de la que se ocupó Martin Scorsese en "The last waltz". Como es obvio, se trata de un momento extraño para The Beatles, tres largos años después de que dejaran de tocar en directo - y con una mezcla de inquietud y vértigo por volver a hacerlo - preparando un disco o un programa de tv o una película y ensayando canciones que finalmente irían a parar a por lo menos seis discos si mis cuentas no fallan: los dos últimos de la banda ("Abbey road" y "Let it be"), los dos primeros en solitario de Paul McCartney, el primero de George Harrison y el segundo de John Lennon, más una serie de improvisaciones sin nombre o con uno "de trabajo" que no cristalizaron en tema alguno.

El interés del material es inmenso para un seguridor de la banda o del rock y el pop del prodigioso final de la década de 1960, no sé si incluidos mitómanos, que suelen encajar bien los indicios, los detalles y los "refuerzos" a su idolatría, pero no sé si tan bien dosis tan excesivas de realidad como la de contemplar a los fab four sin aparente interés en otra cosa que la música, sin glamour, sin el filtro de la producción de George Martin - una figura decorativa todo el metraje y bien poco más pudo hacer con la mitad de estas canciones, que cayeron en las garras de Phil Spector -, riéndose de todo y de todos (de ellos los primeros, como el muy divertido y diría que necesario pasaje sobre la India, que echa abajo el relato trascendental que nunca fue), más bien agobiados y apremiados por circustancias, que creando libremente y mirando a la Historia.    

Y sin embargo, asistimos perplejos a la creación de algunas de sus canciones, cómo progresan con esa mezcla, imposible incluso para profesionales y sé bien de lo que hablo, entre técnica - acordes, modos, tempos, armonías - y entendimiento instantáneo de una mirada, un efecto, un cambio o cualquier elemento que atrapan al vuelo para conseguir pulir estas ideas que son pura leyenda de la música. Es evidente que la familaridad que puede empezar a sentirse conforme pasan los minutos y el hecho de que llegue un momento en que ya no asombre ver cómo se despliega su música, deja con ganas de contemplar el "gran misterio", la composición, las musas bajando domésticas y cotidianas a saludarlos. 

Entre el final de la primera de las tres partes y el comienzo de la segunda, se encuentra el momento cinematográficamente más intrigante del film, cuando amaga George Harrison con dejar la banda. 

Es realmente divertido pensar que después de cien teorías al respecto, mil cruces sobre la cabeza de Yoko Ono - que debía ser muy activa como elemento desintegrador fuera de cámaras, pero absolutamente pasiva delante de ellas - y una buena batalla de trastos a la cabeza lanzados mutuamente por Lennon y McCartney durante buena parte de la siguiente década en forma de canciones, alusiones, desmentidos y furtivos detalles deslizados a la prensa, resulta que aparece un nuevo sospechoso en el pequeño universo que es en sí mismo el final de los de Liverpool. 

Efectivamente, el cine también pudo ser el asesino. La presencia de cámaras coarta conversaciones, censura otras y como punto álgido, provoca un importante enfado en Harrison cuando Lennon le pide que toque de manera sencilla y empieza a poner de ejemplo al brillante guitarrista de Blind Faith (y antes de Cream, The Bluesbreakers y The Yardbirds), Eric Clapton, al que llega a sugerir como su sustituto. Reducido a ese episodio, se trata de una anécdota, pero habría que pensar que durante esos minutos en que se vuelve incluso violenta la contemplación de las imágenes y hasta surge una inesperada chispa de conexión con "Lightning over water" de Nicholas Ray y Wim Wenders, la idea de este escrutinio es la peor imaginable para una banda con problemas.

El mismo concierto mítico en la azotea se revela ahora un gesto aún más absurdo y lúdico, una broma más de las muchas que hacen y ya prácticamente no queda casi nada del hito mediático que siempre trató de promocionarse. Es el extraño colofón a un proceso parcialmente improductivo y abandonado a medias.

Y por otras pistas deslizadas (el manager depredador que acecha y seduce a Lennon, Harrison anunciando que tiene canciones que se quiere "quitar de encima", McCartney y su disciplina sin gran o ningún eco en los demás...) definitivamente ningún bien le hizo al grupo saber que en este momento de recapitulación y abandono de la línea de experimentación continua en el estudio, la cual habían llevado a una de sus más altas cotas, estaban siendo expuestos a los ojos de todos, los débiles, cambiantes y divergentes lazos que aún les unían.  


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