Nos indignamos con la pequeña delincuencia y generalmente olvidamos a los rateros que nos roban con operaciones dirigidas por asesores fiscales que, como sus contratantes, a veces aparecen en la política.
Este es un pequeñísimo caso real de evasión de tres millones de euros y de obtención gratuita de un millón más. Los robados, nosotros:
El ratero, una conocida figura, usará tres empresas suyas en este negocio. Dos radicadas en España y una en un paraíso fiscal.
La primera española, poco o nada solvente, compra una máquina valorada en 100.000 euros.
La empresa vendedora, que tiene registrada en la isla de Jersey, factura la máquina por tres millones de euros.
Para pagar, la compañía insolvente solicita un préstamo por los tres millones a un banco extranjero cuyas transacciones no controla el Banco de España.
La tercera empresa del ratero, solvente y española, extiende el aval.
Concedidos los tres millones, el banco los transfiere a la compañía vendedora radicada en el paraíso fiscal.
Vencido el crédito, la empresa insolvente, como era lógico, no paga, por lo que tiene que hacerlo la avalista española.
Conclusiones:
1.- Al pagar el crédito la empresa española solvente evadió legalmente tres millones de euros a un paraíso fiscal.
2.- La empresa solvente, al reducir en tres millones su beneficio, dedujo a Hacienda el 35 por ciento de la cantidad, un millón de euros: puras ganancias.
Peores que los raterillos, estos super rateros salen como estrellas por televisión y los aplaudimos.
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