Revista Economía

¿APRENDIENDO A PENSAR? EJERCITEMOS LAS NEURONAS: UNA PROPUESTA. Por Tony B (facilitador de actitudes)

Publicado el 13 octubre 2015 por Tony Barrachina
Si algo caracteriza a nuestra especie y le ofrece su sello de originalidad propio como parte de la existencia planetaria terrestre, sin duda es la CAPACIDAD PARA PENSAR.

En el proyecto Actitud Consciente decían (cuando existía como proyecto) que probáramos la psicoestrategia de Sentir, Pensar y Actuar. La he probado durante un tiempo y me ha parecido curiosa e interesante, pero limitada; como todas las psicoestrategias que nos inventemos y apliquemos después.

Antes de continuar compartiendo mis des-cubrimientos durante este último año y pico desconectado del mundo financiero, me gustaría lanzar una propuesta: ¿por qué no ejercitamos nuestras neuronas para aprender a pensar?

Tengo una sensación que al final se ha convertido en creencia: me da la impresión de que la gran mayoría pensamos y creemos que ya pensamos; pero yo pienso y creo ahora mismo, después de una extensa temporada investigando como facilitador de actitudes, que en realidad esto puede no ser así, aunque también puede ser solo una impresión mía errónea.

Me parece que la CAPACIDAD PARA PENSAR está infravalorada y no se usa en todas sus posibilidades, sino a medias, contando que se use. Opino esto porque me parece que la humanidad tiene una herramienta poderosa dentro de su cabeza; el mayor tesoro planetario que se pueda concebir. Por eso está protegido por la caja craneal. Si bien esta fortificación ósea le impide crecer y expandirse (lo cual deja a la especie reducida y limitada por la biología evolutiva, aunque este impedimento probablemente será superado por la tecnología evolutiva antes o después) jamás le impide tensarse, ampliarse y ejercitarse.

Toda CAPACIDAD PARA PENSAR debe ejercitarse o se pierde. Que se pierda no implica que se pierdan las facultades del pensamiento, pero sí implica un estancamiento cerebral y neuronal manifestado en los procesos mentales: todo ejercicio mental del pensamiento genera automáticamente ideas expresadas en conceptos. Estas ideas se asocian entre sí y se convierten en ideologías. Atención a este proceso inicial porque en él ya hay implícita una pérdida: la mayoría de ideologías se polarizan a sí mismas asociándose con otras ideas afines; no contrarias. Esta asociación por afinidad ideológica anula la CAPACIDAD PARA PENSAR, pues excluye lo contrario en vez de integrarlo. Integrar ideologías incluyendo en vez de excluir implica aproximaciones ideológicas des-identificadas con cualquier ideología, pero nosotros como especie lo que solemos hacemos por costumbre es aproximarnos identificándonos con una ideología. La pregunta que surge es inevitable: ¿qué sucede cuando nos identificamos con una ideología?

La CAPACIDAD PARA PENSAR empezó a ejercitarse desde la más remota antigüedad, pero pronto se estancó con las religiones. A partir del siglo VI antes de la era común, la civilización griega inventó la filosofía o amor a la sabiduría y empezó a ejercitarse conscientemente la CAPACIDAD PARA PENSAR. De todo lo que se expuso, se pensó y se opinó, me gustaría destacar una metodología de atención selectiva consciente: el diálogo socrático o mayéutica (cuyo significado es arte de la comadrona).

Lo más valioso para mí del diálogo socrático o mayéutica es la actitud consciente que le caracteriza como herramienta psicológica para tensar, ampliar, entrenar a fondo y ejercitar hasta sus propios límites la CAPACIDAD PARA PENSAR. Básicamente consiste en CONVERTIR TODA AFIRMACIÓN EN UNA INTERROGACIÓN. Cuando afirmamos algo nuestras neuronas se establecen y se estabilizan a nivel de diálogo interno entre ellas. Entonces deja de haber diálogo y se implanta un monólogo; el monólogo de la respuesta a cualquier pregunta. Esto implica que preguntar es cuestionar y cuestionar es tener una apertura sensible al aprendizaje. Responder, por el contrario, implica dejar de cuestionar afirmando algo y afirmar es cerrar toda posibilidad de aprendizaje.

El diálogo socrático o mayéutica podía desarrollarse, más o menos, como sigue: Sócrates empezaba presentándose como alguien que no sabía nada, y preguntaba a su interlocutor, aparentemente seguro de sí mismo, cosas obvias. Después, hacía que su interlocutor se enredara en contradicciones, que resbalara, para acabar mostrándole, cuando este estaba ya totalmente desorientado y desmoralizado , que la presunta seguridad de sus opiniones no era más que una forma mitigada de ignorancia.

Mi propuesta es esta: ¿por qué no empezamos y terminamos cada día aplicándonos este método a nosotros mismos como individuos y a nuestras identidades personales como herencia social, así como a todo nuestro sistema de creencias construido a lo largo de los años, para observar qué sucede después?

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