Revista En Femenino

Aquel test de embarazo positivo

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Hoy hace un año que me hice aquella beta que dio como resultado un valor de 204. Hoy hace un año que os enseñé esta foto.

test de embarazo positivo

Jamás olvidaré el 7 de abril del 2015. Aunque me hice un test de embarazo varios días antes que dio positivo, hasta que no me hice la beta aquel día, no podía sentirme “feliz del todo”.

El miedo del embarazo bioquímico anterior me tenía nublada. Y cuando recibí el resultado del análisis y vi que aparentemente era un embarazo normal, no resultó ser lo que yo siempre había soñado.

Me sentía feliz por haber logrado quedarme embarazada, algo que nunca se sabe si puede ocurrir, hasta que ocurre, pero por otro lado, estaba acojonada porque pensaba “¿y si lo pierdo y jamás vuelve a ocurrir?”.

Cuando tenía algún dolor uteril me asustaba. Y cuánto peor me encontraba con los síntomas de embarazo, mejor me sentía.

Aunque me convertí en mamá el pasado 27 de diciembre de 2015, realmente lo soy desde el primer momento que deseé serlo.

El embarazo no fue fácil. Tuve muchos dolores de espalda y una diabetes gestacional difícil de controlar que me tuvo encerrada en casa durante las últimas semanas por las bajadas de azúcar constantes. Por culpa de esto último no tengo un buen recuerdo del embarazo, pues no pude darme caprichos, tenía que estar pendiente de que no se me pasase la hora de comer, no podía ir a comer/cenar fuera… un rollo, vamos.

Pero a pesar de lo mierda que fue mi embarazo, ya sea por mis dolencias o por los miedos que no me dejaron disfrutar de él, soy tremendamente afortunada.

Soy afortunada porque tardé relativamente poco en quedarme embarazada (dos años, que se dice rápido, pero que fueron eternos), soy afortunada porque me pude permitir ir a una clínica de infertilidad. Afortunada por tener una pareja que se enfrentase al 100% al tratamiento conmigo y que quisiese luchar a mi lado.

Soy afortunada porque soy mamá, y cada día que pasa me sigue pareciendo que vivo en un sueño que un día no supe si iba a convertirse en realidad.

Y doy millones de gracias al universo por hacer que Bichito (por aquel entonces llamado Bolita), un embrión con calidad D, decidiera quedarse conmigo. Él es el mayor regalo que la vida me podía dar y que hace que los problemas del día a día sean minucias. Él hace que yo intente ser la mejor versión de mí misma, porque quiero que sea una buena persona, cariñosa y agradecida con la vida.

Me encanta ser ñoña, y lo digo en voz alta, ¡ÑOÑA! Aunque 1 de cada 5 palabras que digo sea un “hijoputa”, me encanta ser mamá y cada día mi bebé me enseña algo nuevo.

Descubrir este amor desconocido ha sido alucinante. Mirarle y preguntarme cómo podía vivir sin él antes, mirarle a los ojos y derretirme por dentro. Besarle y sentir que jamás habrán suficientes besos para él.

Mi Bichito, mi príncipe.

Estoy escribiendo esto con lágrimas en los ojos mientras le miro dormir. No quiero que pase el tiempo, no quiero que se haga mayor, pero por otro lado estoy deseando ver cómo crecemos juntos.

No hay palabras suficientes para describir lo que siento, por más que lo intente. Pero lo que sí que puedo decir es que este niño me ha hecho conocer la felicidad absoluta.


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