Revista Cultura y Ocio

Árboles versus coelhos

Por Calvodemora

La novela da cuenta del mundo, lo indaga, le da cuerda, lo abarca entero y, en ocasiones, lo invalida. Las mejores novelas son las que invalidan al mundo. Las que solo dan cuenta del mundo no lo salvarán. Las que perdurarán son las que lo transforman: las que lo cuestionan. Incluso estoy por dar la razón a un amigo mío que me dijo una vez que las novelas son los sueños de un dios. La novela como epifanía teológica. Pero los novelistas no lo saben. Creen que escriben ellos, pero las tramas se las dicta o se las confía el azar. No podré nunca charlar de todo esto con G.K. Chesterton. Me hubiese encantado. No desdeño a Borges. Todos los árboles sacrificados para que puedan ser leídas las novelas de Coelho o de Bucay duelen en el alma. Me duele un árbol. Seré quien los defienda a partir de ahora. Me duelen los árboles sacrificados inútilmente.Vale más un árbol, uno irrelevante, solo en un páramo lejano, sin afecto del sol, condenado a refugiar animales que solicitan su amable sombra, que la obra completo de un bucay o de un coelho, pero el negocio es el que manda, ah el negocio; el negocio infame, el negocio convertido en la religión que hace moverse al mundo. Ya no son los poemas de amor los que lo mueven, ya lo saben. Es el negocio, es el mercado, es un coelho cualquiera repartiendo frases contundentes, pastillitas para amenizar el caos. Tampoco esto que ahora suelto por aquí sirve para mucho, no crean. Otras pastillitas, otras distracciones. El caos nos ignora. Yo sigo a lo mío. Obstinadamente a veces.


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