Revista América Latina

Arco minero: medidas excepcionales frente al asedio financiero

Publicado el 28 febrero 2016 por Jmartoranoster
Para los desprevenidos: la minería no tiene nada de nuevo en Venezuela. Este es un “país mina”, categoría que nos ha sido otorgada en el marco del diseño económico impuesto por las transnacionales financieras, energéticas y políticas. Usted vive como vive en consecuencia de ese modelo que desde hace siglos ha significado la extracción de una cuantía inmensa de recursos que en capitalismo llaman “las riquezas”. Han sido expoliadas, sustraídas y aprovechadas, reproduciendo asimetrías y desigualdades profundas. Esa es la historia del petróleo venezolano, elemento modulador de la economía rentista desde los tiempos de Gómez.
A consecuencia del rentismo y de la manipulación del mercado petrolero mundial con fines eminentemente políticos y atendiendo la situación como un hecho objetivo, el presidente Nicolás Maduro ha decidido en medio de la coyuntura económica activar la ejecución de planes específicos de algunos de los objetivos estratégicos trazados por el Comandante Chávez en el Plan de la Patria. Expresamente el punto N° 3.4.2 reza: “Promover y acelerar el Desarrollo del Arco Minero. Crear un marco legal que garantice el control soberano y hegemónico del Estado en el desarrollo de la cadena productiva del sector minero y sus actividades conexas”.
Las llamadas inversiones extranjeras y nacionales en el Arco Minero del Orinoco y los ingresos en divisas que por la vía de la extracción y exportación de esos minerales se busca que entren al país, se proponen soportar en el mediano plazo las cruentas consecuencias del asedio político y financiero que atestigua Venezuela hoy. Pero entender la ejecución de estas inversiones como una especie de punto de arranque para convertirnos en un “país desarrollado”, es, por decir lo menos, ingenuo. Es cierto que por el hecho de tener incontables recursos minerales no cambiaremos la estructura económica internacional, donde los grandes poderes financieros aplastan a las naciones pequeñas que ostentan las imprescindibles materias primas para el desarrollo del capitalismo. Y también es igual de cierto que la República Bolivariana de Venezuela es de los pocos países que aún deciden soberanamente sobre sus recursos y su territorio en función de toda la población y no de los intereses empresariales.
Por eso el Comandante Chávez y ahora el presidente Nicolás Maduro colocan como punto de negociación el marco regulatorio que impone el Estado y su posición de soberanía en cuanto al Arco Minero, lo cual garantiza que no se imponga la mecánica del saqueo transnacional y para que mañana puedan ingresar en buena parte a las arcas del Estado. Es una decisión política excepcional en un momento de excepcionalidad global que marca un punto de arranque para negociar las porciones de plusvalía que, al quedarse en manos del Estado, se proponen aguantar el asedio financiero internacional bajo el cual se encuentra nuestro país.
La fórmula diseñada para establecer los contratos de certificación, exploración y explotación con las empresas extranjeras en el Arco Minero es el mismo modelo mixto diseñado en el año 2005 por el presidente Chávez en la instalación del plan Plena Soberanía Petrolera, donde 11 de las 13 empresas extranjeras que operaban en la Faja Petrolífera del Orinoco firmaron un Memorándum de Entendimiento con la nación. En dicho plan se revertió definitivamente la minoría accionaria del 45% que Pdvsa manejaba durante la neoliberal Apertura Petrolera, en la cual las empresas transnacionales tenían la mayoría accionaria. Hoy en día, bajo este mismo diseño del plan Plena Soberanía Petrolera, las empresas mixtas que se formarán para la explotación de los recursos minerales en el Arco Minero tendrán una mayoría accionaria por parte del Estado del 65%, según informó el ministro de petróleo y minería Eulogio del Pino en Telesur.

Con esta medida, Venezuela se colocaría en segundo lugar mundial en reservas de oro

Zona Estratégica de Desarrollo Integral del Arco Minero del Orinoco

Los hechos: Maduro ha proyectado 111 mil kilómetros cuadrados “de desarrollo integral petrolífero, minero, agrícola, humano”, en una visión sistémica de abordaje a un vasto territorio relegado al obstracismo socio-territorial con enormes potenciales. El también llamado por Chávez “Arco minero de Guayana” será ahora un área de desarrollo complementario, donde la minería tendrá un rol fundamental. En el marco de la Agenda Económica Bolivariana y en la activación del motor de la minería, Maduro ha firmado convenios con empresas internacionales que se encargarán, conjuntamente con el Estado venezolano, de cuantificar y certificar las reservas en oro, coltán, hierro, diamantes, piedras preciosas y otros minerales.
150 empresas internacionales de 35 países, según palabras del Presidente, se encuentran interesadas en ejecutar proyectos en la zona. Se prevé una intervención del espacio territorial con “relativo” o mínimo impacto (han dicho así), dado que buena parte de las tecnologías a implementar son invasivas del subsuelo y no de la sensible capa vegetal. Lo que en efecto estaría asociado al respeto de las zonas habitadas por pueblos indígenas. Esta es la parte polémica del proyecto.

En números

Según estimaciones a la fecha, en esta vasta zona hay reservas de oro calculadas en unas 3 mil 500 toneladas. Los procesos de exploración a iniciarse ahora podrán certificar la cifra alcanzable y estimada de 7 mil toneladas, reservas que colocarían a Venezuela en el segundo lugar mundial en reservas de oro. Estas reservas auríferas con los precios actuales del oro podrían alcanzar los 200 mil millones de dólares. En el rubro de diamantes, Venezuela se ubica en el sexto puesto de países con mayores reservas de diamantes, con un aproximado de 11 mil 800 millones quilates. Por otro lado, sobre la cuantía de coltán (recurso estratégico en las nuevas tecnologías) en el subsuelo venezolano, las estimaciones iniciales de reservas a la fecha podrían colocar a Venezuela entre los siete países del mundo que poseen reservas de dicho mineral, cifra que se va a certificar.
De esta forma Venezuela podrá diversificar sus ingresos en divisas, lo que en efecto impactará en la monodependencia del petróleo. Vale decir que la cuantificación y certificación, sólo de las reservas de oro, permitirán su monetización y el fortalecimiento de las reservas internacionales.
En estos tiempos de monedas inconsistentes, sin respaldo, y donde economías emergentes como las de China y Rusia migran al patrón oro, Venezuela es hoy el país de América Latina que más tiene respaldada su base monetaria en oro y no en monedas extranjeras y bonos (papeles), como sucede en muchos países. Captar los recursos financieros que generará la explotación de esta ingente cantidad de recursos auríferos servirá para aumentar nuestras reservas internacionales, así como nuestra base orgánica monetaria y así respaldar y fortalecer al bolívar. Pero también servirá para sustituir divisas que hoy sólo ingresan por la decaída actividad petrolera, y esta es una cuestión muy importante en la tormenta económica actual, que estará signada durante este año y el siguiente, por un menguado precio internacional del crudo.

Las decisiones con respecto al Arco Minero son una respuesta al asedio financiero contra Venezuela

No tomar el camino del atajo

Todo espacio de sustitución de importaciones y diversificación de exportaciones es vital para soportar el asedio financiero internacional de la coyuntura. Este será sin duda un tema de gran debate, desde muchas miradas y por muchas razones. No es para menos. El arranque del motor minero -si las estimaciones mencionadas terminan siendo ciertas- significará en definitiva una modificación de la matriz de los recursos minerales del país y centralizará un sinnúmero de intereses nacionales como foráneos. Esto reviste los eventos mencionados de la infaltable variable política. Tal vez, no lo sabemos, las reservas a cuantificar desde hoy sean datos ya conocidos desde hace tiempo en el Departamento de Estado norteamericano.
Los tiempos políticos globales los están marcando los grandes poderes financieros transnacionales y sus violentas pugnas por el dominio absoluto del aparato de producción mundial. Es en ese escenario político donde la planificada caída de los precios del petróleo articula poderosos ataques resumidos en chantajes comerciales, extorsiones financieras y quiebras por capítulo de grandres empresas pensadas en afectar directamente la capacidad de maniobra económica y política de los bloques emergentes de poder mundial (los países Brics).
Es ingenuo pensar que Venezuela como aliado fundamental de ese bloque de poder se quedará de brazos cruzados. El contexto es más que complejo y el asedio financiero que estamos atestiguando sólo lo profundiza. Ante esto, el presidente Nicolás Maduro busca la dinamización de nuevos ingresos en divisas para estabilizar la situación económica y abastecer los puntos críticos que la guerra económica ha atacado con toda la furia: alimentos y medicinas. Es en ese marco de entendimiento y decisión política en el terreno de la realidad en que se dan los acuerdos y las inversiones a las cuales nos hemos referido.
En estos acuerdos es el Estado quien impone sus condiciones a la hora de cobrar por la explotación de esos recursos. El planeta se encuentra en un momento crítico y los grandes poderes financieros transnacionales están entregados a la idea de borrar cualquier vestigio de soberanía, Estado o dirigencia política de países emergentes que no compagine con sus intereses de instalación del tan anhelado gobierno corporativo global. Nosotros estamos inmersos en ese caos y estamos resistiendo sus coletazos. En el entendido de surfear el tsunami más destructivo que la sociedad humana ha conocido hasta ahora, el presidente Maduro dibuja las líneas correctas.
La pregunta alrededor de temas tan fundamentales para el país y el planeta, en un momento demencial para la especie, termina siendo siempre la misma: ¿Le dejamos al tren dirigencial el diseño del nuevo modelo o nos desbocamos todos como pueblo a la tarea? Quejarse o crear, he ahí el dilema.


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