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Ardiente secreto

Publicado el 19 junio 2014 por Sofiatura
<<Que no, que no lo intentes, ya sabemos lo que hay, ya sabemos de qué nos vas a hablar porque muchos de nosotros ya sabemos quién es Stefan Zweig y de qué va Ardiente secreto, que por cierto nos ha encantado>>.Vale, vale, está bien. Lo pillo. No vengo a contar nada nuevo, no vengo a presentar a un autor del que nadie haya oído hablar, no vengo a desvelar ningún ardiente secreto. Y posiblemente mi opinión al respecto de esta lectura resulte igualmente predecible... pero lo siento, si no cumplo con mi impulso de reseñar y comentar, ¡mi vida perdería parte de su sentido!
Ardiente secreto
Debo confesar, antes de nada, que Stefan Zweig es uno de esos escritores que respeto, admiro, disfruto... y envidio. Sí, lo envidio, lo envidio con ese sentimiento oscuro y mezquino que todos alguna vez hemos experimentado. Y es que, ¿por qué este hombre tiene que ser siempre tan perfecto? ¿Por qué de todo lo que escribe, por pequeño, cotidiano o insulso que sea tiene que fabricar una pequeña joya, una maravilla en miniatura? ¿Quién se ha creído para tener ese don, ese súperpoder que lo hace único?
Ardiente secreto (1911) es una novela modesta, breve, casi un relato en el que se pone en juego una contraposición, una oposición entre dos elementos dispares: la inocencia y el erotismo. La primera está representada por Edgar, un niño de 12 años que se encuentra de vacaciones con su madre en un hotel; y la segunda por un hombre, un seductor nato que ha visto en la mujer una oportunidad estupenda para saciar sus "más innobles" deseos. 

Ardiente secreto


"La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que vence."


La verdad, esta historia me resultó en cierto modo cómica, por la inocencia, la frustración y el desconocimiento de Edgar, que no entiende qué es lo que ocurre entre su madre y el barón; no sabe descifrar ese lenguaje adulto, ese secreto que lo convierte a él en eso: un niño. 
Si digo que me parece cómico es por el hecho de que el lector, que también ha pasado por esa etapa y que ahora es ya un adulto, puede ponerse en ambas perspectivas al mismo tiempo: entiende lo que el protagonista no, y a la vez conoce los sentimientos e intenciones del chico que son completamente ignorados por los dos amantes. Y además, será testigo directo de un aprendizaje por el que, con toda seguridad, todos hemos pasado.
Vuelvo y repito: el señor Zweig es digno de envidia, y otra prueba de ello es esta novelita. Que no, que a él le da igual que el tema sea simple, común, atrevido o infantil, él se las apaña para crear algo a lo grande. Y así le va. 

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