Revista Cine

Argo

Publicado el 06 diciembre 2012 por Diezmartinez
Argo
Con Argo (Ídem, EU, 2012), su tercer largometraje como director, el limitado actor convertido en talentoso cineasta Ben Affleck, ha dado nuevamente en el blanco. Dicho de otra manera, va tres de tres como realizador, contando la temprana obra mayor Desapareció una Noche (2007) y la sólida heist-movie Atracción Peligrosa (2010). Sin embargo, al mismo tiempo pueden notarse en Argo algunas señales de alerta: ninguna de las dos anteriores películas de Affleck era tan domesticada ni tan satisfecha consigo misma.  Basada en increíbles hechos reales que fueron desclasificados por la CIA en 1997, henos aquí en el Teherán de noviembre de 1979, en plena crisis de los rehenes de la embajada estadounidense en Irán. Seis empleados gringos -cuatro hombres, dos mujeres- escapan a tiempo de las hordas del Ayatola Jomeini y, refugiados en la embajada de Canadá, esperan que la CIA los saque del país. Entra en escena un especialista en sacar gente de lugares peligrosos, el "extractor" Tony Mendez (Affleck himself), a quien se le ocurre la "peor mejor idea" posible: montar una ficticia compañía de cine, ir a Teherán en calidad de productor fílmico canadiense en busca de locaciones para una copia chafa de La Guerra de las Galaxias (Lucas, 1977) y, con seis pasaportes falsos emitidos por el gobierno de Canadá, sacar a los gringos escondidos.¿Cómo es posible que ese plan haya sido aprobado de verdad y, de hecho, haya triunfado? Bueno, lo que pasa es que la alternativa era aún más absurda: sacar a los seis empleados en bicicleta, pedaleando... ¡y hasta Turquía! Lo más disfrutable de la cinta es el proceso de montaje -en más de un sentido- de la falsa productora de cine Studio Six, dirigida por el oscareado maquillista de El Planeta de los Simios (Schaffner, 1968) John Chambers (John Goodman) y el ejecutivo hollywoodense Lester Siegel (Alan Arkin), quienes acaparan las mejores y más divertidas one-liners de toda la película ("Cualquier puede dirigir una película: dame un chango y en una semana lo convierto en cineasta", "Si voy a hacer una película ficticia, será la mejor película ficticia en la historia del cine"), en la mejor tradición del Hollywood autorreflexivo/autoparódico que, desde los tiempos de Mack Sennett,  no tiene empachos de burlarse de sí mismo cada vez que puede.  La segunda parte del filme, centrada en los esfuerzos de Mendez por "extraer" a sus seis compatriotas de Teherán es menos interesante, aunque está ejecutada con un brío y profesionalismo admirables, tanto en la puesta en imágenes -impecable fotografía setentera de Rodrigo Prieto, maniática reconstrucción de edificios y calles de Teherán de parte de la diseñadora de producción Sharon Seymour- como en la realización del emocionante desenlace griffithiano, responsabilidad del editor William Goldenberg. Con todo, es imposible hacer a un lado el exagerado sentimentalismo/patrioterismo del desenlace -los "extraídos" convertidos en héroes nacionales, la reunión de Mendez con su adorable hijito-, que nos deja con la sensación de haber presenciado un bien hechecito palomazo hollywoodense y nada más. Una película divertida, sin duda alguna; nunca aburrida, qué duda cabe; bien realizada de principio a fin, sin discusión... pero convencional y domesticada.  Como bien ha dicho Mauricio González (@mauroforever en twitter), Argo parece haber sido dirigida por Ron Howard. Y, bueno, Mr. Howard no es mal cineasta, pero de Ben Affleck, que dirigió Desapareció una Noche, debemos esperar algo más. Quién le manda haber demostrado que puede hacer mejores películas. 

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