Soy de una ciudad donde haces un agujero y sale un sarcófago, un jarrón o un collar de vete tu a saber cuando. Siempre he sentido pasión por la arqueología y la historia.
Todo muy bonito, pero no es este el tema que me preocupa. Hoy estoy pensando en otro tipo de arqueología: la sentimental.
¿Qué es la arqueología sentimental? Pues algo por lo que todos hemos pasado alguna vez: De repente te encuentras a un ex-amor de la infancia, al que hace siglos que no ves (puede que desde el siglo pasado de hecho) y al que habías olvidado. Estos encuentros te suelen pillar en un momento de vacío sentimental, de desgana o desencanto.
Y charlas un rato, investigas sobre su vida con amigos comunes (NUNCA busques su perfil en Facebook, la arqueología sentimental no cuadra con las redes sociales, a nuestra edad no por lo menos). Y descubres que está disponible (soltero, divorciado, viudo o recién salido de un convento da igual). Esto es fundamental, pues ya no tenemos ganas de meternos en líos con hombres casados y no tenemos ganas ni cuerpo para complicaciones.
Empiezas a hacer una reconstrucción de los hechos que llevaron al olvido. Los años pasados y tu desencuentro actual favorecen la versión que pasa por tu cabeza. Los años ya se sabe, tienden a descolgar las carnes y a embellecer los recuerdos.
Hasta que te lo vuelves a encontrar. Os saludáis, tomáis un café (ya vas lanzada) y llega un momento en que haces : PLUF. Está claro que no era eso lo que habías imaginado. Qué mal envejecen algunos. Este lo que quiere es que le planches las camisas.
Y dejas de ser la Indianita Jones en la que te habías convertido (menos mal, que los gorros no me favorecen) y vuelves a la realidad: Tu Santo Grial aún está por descubrir. Hay que mirar hacia el futuro, aunque parezca inverosímil.
En fin, que se le va a hacer. Hay que ver lo guapo que estaba Harrison Ford en las pelis de Indiana. Ayyyyy. Y Sean Connery cuando hace de padre también tiene lo suyo.
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