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Arte contemporáneo: negocio y creación (Reseña de 'Siete días en el mundo del arte' .- Sarah Thornton)

Publicado el 07 agosto 2013 por Jdmora

Arte contemporáneo: negocio y creación (Reseña de 'Siete días en el mundo del arte' .- Sarah Thornton)

Carlos Gamissans (@gamissans)
Arte contemporáneo: negocio y creación Un recorrido por el mundo del arte contemporáneo no es una empresa sencilla. Se trata de un ambiente complejo y de difícil acceso en el que se mueven algunas de las personas más poderosas del mundo. Sarah Thornton, licenciada en Historia del Arte y doctorada en Sociología, aúna ambas facetas para ofrecernos un retrato interesante que dice mucho acerca de los engranajes del capitalismo. El arte entendido como mercancía, como ostentación social, como empleo, como vocación… lo mejor de este ensayo es la cantidad de puntos de vista que ofrece, gracias a un trabajo de investigación notable por parte de la autora. 

Arte contemporáneo: negocio y creación (Reseña de 'Siete días en el mundo del arte' .- Sarah Thornton)

'Siete días en el mundo del arte'
Autor: Sarah Thornton
Editorial: Ensayo Edhasa

'Siete días en el mundo del arte' (publicado en castellano por la editorial Ensayo Edhasa en el año 2010) plantea al lector un viaje a los escenarios más destacados del arte. Así, la estructura sigue siete capítulos que exploran diferentes entornos. En el primero se adentra en una subasta, donde el arte se vuelve más vívidamente una mercancía, un objeto de consumo por el que pujan millonarios aburridos o entusiastas. La mayoría de artistas se sienten desubicados en un evento de este tipo y prefieren no asistir, tal vez para conservar un poco de romanticismo acerca de la creación. 
La jerarquización del mundo del arte queda muy patente en este capítulo. Sarah Thornton describe una venta en el Rockefeller Center de Nueva York. Realiza numerosas entrevistas (esta es una constante a lo largo del ensayo, que cuenta con fragmentos de cientos de ellas) que permiten comprender todo el proceso de venta de una obra. 
Millones de dólares gastados en pocos minutos dan un poco de vértigo, más en estos tiempos de crisis. El arte contemporáneo también se había convertido en una burbuja que, en cierto modo, ha explotado junto con los bancos. El acto de comprar es glorioso, mientras que en este contexto vender resulta casi humillante. Incluso se llega a exagerar el precio de ciertas obras para provocar titulares más grandes que los periodistas escriben desde los rincones más humildes de las casas de subastas. 
 Los coleccionistas son el alimento del mercado, aunque los hay de muchos tipos. Algunos como Carlos Slim, el multimillonario mexicano, se dedican a acumular pinturas y esculturas sin ton ni son; otros se informan, reflexionan y, con el tiempo, construyen una vasta red de obras que les prestigian como coleccionistas. 
El capítulo dos funciona como contrapunto. La escritora se va a California, al Institute of the Arts, para asistir a las clases e interactuar con alumnos y profesores. Los estudiantes deben someterse al juicio público de sus obras, tratar de explicarlas incluso si se sienten incapaces de hacerlo, defender el criterio que han seguido en su creación y mostrarse receptivos a las opiniones de los demás. 
El objetivo de la institución es ir más allá de lo comercial y ayudar a cada artista a encontrar su propia voz. La mayor parte de los estudiantes no llegarán al estrellato, sus obras no se expondrán en museos ni serán objeto de puja entre los grandes coleccionistas. Sin embargo difícilmente olvidarán la experiencia, ya que poco tiene que ver con unas clases universitarias convencionales. 
'Siete días en el mundo del arte' no estarían completos sin incluir una visita a la feria de Basilea, la más importante del mundo. No se trata del mejor lugar para contemplar el arte, ya que las obras no se hallan ordenadas según los criterios de un curador sino, en cierta forma, acumuladas y pujando por llamar la atención. Tampoco es el mejor sitio para aquellos creadores más conceptuales que no se dedican a “fabricar” objetos comercializables. Pero sin duda es un gran evento donde las ventas se disparan y, en cierta forma, una fotografía del momento del arte contemporáneo, aunque no sea sencillo acertar con el encuadre. 
En el cuarto capítulo Sarah Thornton explora el proceso que se sigue para entregar el premio Turner, que se otorga a un artista británico cuya carrera se verá notablemente realzada. Los nervios de los nominados y las dudas del jurado se mezclan formando una extraña expectación. La valoración del arte es subjetiva y, por mucho que se traten de argumentar las posturas, el gusto estético del jurado es el aspecto fundamental que determinará el resultado. 
Además, cuando los candidatos están especializados en distintas modalidades artísticas, es todavía más complicado hallar razones objetivas. Pero tal vez no sea necesario. ¿Cómo explicar por qué una escultura vale más que un cuadro? ¿Es más meritorio transformar la tradición o arriesgarse a emplear nuevas técnicas? 
Quizá lo interesante es que la excusa del premio permite conversar sobre arte e incrementar el interés del público por descubrir sus creaciones. Dada la ingente cantidad de artistas (se denominen así o no) que pretenden destacar, se antoja imprescindible la presencia de especialistas que seleccionen aquello que más merece la pena contemplarse. Por ello el prestigio del premio va irremediablemente ligado al de los miembros del jurado. 
El quinto capítulo gira en torno a la revista de arte Artforum, con sede en Nueva York. Me ha gustado conocer cuál es el funcionamiento de este medio que pretende ser un foro de debate y reflexión sobre el arte contemporáneo. La mayoría de sus colaboradores no son historiadores del arte, explica la autora, sino expertos en literatura o escritura creativa, lo que demuestra que el conocimiento es más transversal que nunca. 
Por su parte Tony Korner, el dueño de Artforum, asegura que la clave para construir una buena revista de arte es no dejarse llevar por los criterios del mercado. Aunque ejerce influencia lo hace como si no lo pretendiera, porque si se limitara a reforzar a los artistas más valorados del momento su existencia carecería de sentido. 
En el sexto capítulo la escritora se va a Tokyo para visitar el estudio de Murakami, uno de los artistas contemporáneos más afamados de Japón. A mi juicio en este capítulo la autora se pierde en dar demasiadas descripciones que no aportan demasiado, aunque algunos fragmentos si nos sirven para comprender, entre otras cosas, cómo la influencia de Andy Warhol sigue sin apagarse. 
Murakami es un diseñador y un fabricante de arte que utiliza las nuevas tecnologías y dirige un equipo amplio para crear la obra perfecta que ha concebido previamente. Así se entiende que la creación es hoy un proceso más colectivo que nunca. Hay que desterrar la idea del artista romántico encerrado en su torre de marfil, cabalgando con las musas en un vagar sublime. 
El recorrido por el arte contemporáneo desemboca en la Bienal de Venecia. Entre góndolas y jacuzzis, Thornton visitará los pabellones de cada país que son en realidad emblemas del nacionalismo. La dimensión política del arte queda patente al observar que los países con relaciones diplomáticas más estrechas, como por ejemplo Israel y Estados Unidos, sitúan sus estructuras en posición contigua. 
La evolución del protagonismo de los países también refleja su pujanza económica y su peso en el contexto geo-político internacional, además de mostrar una situación mucho más polarizada que en el pasado. Nueva York, París o Londres ya no son las únicas capitales a las que se debe prestar atención. 
En resumen, Siete días en el mundo del arte es un ensayo que ayuda a captar el ritmo al que bailan los protagonistas del exclusivo mundo del arte contemporáneo: artistas, galeristas, coleccionistas, críticos… son personajes sin cuya presencia el guión de esta película no estaría completo. 
La visión de la autora carece de cualquier clase de idealismo. Busca esclarecer los aspectos más polémicos y los puntos más oscuros a través de los testimonios de numerosas personas que forman parte del decorado. No da su opinión y más bien parece limitarse a ser una cámara humana que lo graba y escucha todo. Su estilo sobrio, periodístico, resulta bastante adecuado aunque, en mi opinión, algunos pasajes están de más y la acumulación de cita tras cita, descripción tras descripción, puede llegar a cansar en determinadas fases. 
El ensayo se lee con más ganas en sus primeros capítulos, si bien en ningún momento decae por completo. Hay que felicitar a la autora por ofrecernos un semblante bastante riguroso, a la vez que desconocido, del arte contemporáneo. Se nota que se ha documentado y preparado a conciencia. Tal vez se recrea demasiado en ciertos fragmentos, pero en líneas generales nos da una visión amplia, con múltiples perspectivas, de un universo que gira siguiendo sus propias órbitas, como en una galaxia paralela a la que pisamos la mayoría de simples aficionados al arte.

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