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Arte y técnica de la ayuda efectiva

Publicado el 02 octubre 2016 por Jmbolivar @jmbolivar

Arte y técnica de la ayuda efectivaLa efectividad personal es una competencia que permite a las personas ser más felices ayudándoles a alcanzar los resultados que desean, con tranquilidad y sin estrés. La efectividad en general abarca cualquier ámbito relacionado con lograr resultados. «Ayudar» es uno de ellos, y por eso tiene sentido hablar de «ayuda efectiva».

«Ayudar» es fácil, pero la «ayuda efectiva» es un arte y, como todo arte, tiene su técnica. Desde el punto de vista de la efectividad personal, la definición más sencilla de ayudar es «contribuir a que otra persona logre el resultado que desea».

Bajo su aparente sencillez, la «ayuda efectiva» puede suponer un reto más complejo de lo que parece. Por eso, muchas aproximaciones bienintencionadas orientadas a «ayudar» terminan en frustración e insatisfacción, o incluso en enfado. ¿Hasta qué punto es esto evitable?

La buena noticia es que la «ayuda efectiva» es una competencia y, como tal, puede aprenderse. Vamos con ello.

Lo primero es identificar los posibles tipos de ayuda, que son cinco:

  • Ayuda solicitada: cuando una persona solicita activamente ayuda a otra.
  • Ayuda concedida: cuando una persona acepta ayudar a otra que le ha solicitado ayuda.
  • Ayuda ofrecida: cuando una persona ofrece ayuda a otra.
  • Ayuda aceptada: cuando una persona acepta la ayuda ofrecida por otra.
  • Ayuda SPAM: cuando una persona actúa directamente con intención de ayudar sin que nadie se lo haya pedido, sin haber ofrecido la ayuda previamente, o a pesar de haberse rechazado su ofrecimiento de ayuda.

Excluyendo circunstancias excepcionales, en las que la persona que va a recibir la ayuda no está en condiciones de solicitarla ni de responder ante su ofrecimiento, como puede ser por ejemplo tras un accidente, la ayuda no solicitada debe considerarse siempre «ayuda SPAM» y, por tanto, es algo a evitar. Todos recordamos algún ejemplo de amigo/conocido/familiar bienintencionado que «invade» nuestro espacio vital e irrumpe en nuestra pacífica actividad al grito de guerra de «deja, que ya te ayudo yo»

😀

Un aspecto importante es el «ámbito de ayuda». Cualquier actividad realizada fuera de dicho ámbito deja de ser ayuda y pasa automáticamente a ser «ayuda SPAM». Además, hay que tener siempre presente la premisa de que «es el cliente quien define un trabajo bien hecho», que llevado al campo de la ayuda efectiva significa que quien define el «ámbito de ayuda» es la persona que va a recibir dicha ayuda, tanto si se trata de ayuda solicitada como si se trata de ayuda ofrecida. Dicho de otra forma, el hecho de ofrecer ayuda no otorga ningún privilegio de cara a cómo prestarla.

El «ámbito de ayuda» viene delimitado por dos parámetros: «definición» y «amplitud». La «definición» del «ámbito de ayuda» varía según las personas. Hay quienes simplemente quieren que se las ayude a lograr un resultado determinado, sin importarles demasiado qué o cómo se consiga. En este caso, hablamos de un «ámbito de ayuda difuso» y la persona que ayuda goza de amplio margen de libertad a la hora de ayudar. En el otro extremo, hay personas a las que la ayuda únicamente les resulta útil si tiene lugar de una forma determinada en cuanto a «qué» y «cómo» hacer para ayudar. En este caso, hablamos de un «ámbito de ayuda definido» y la persona que ayuda debe ceñirse a unas instrucciones concretas para que la otra persona considere sus acciones realmente como ayuda.

En lo que respecta a la «amplitud», a veces la ayuda consiste en una o dos acciones puntuales, por lo que apenas hay dónde elegir y por eso hablamos de un «ámbito de ayuda reducido». Cuando hay varias alternativas, la persona que ayuda puede elegir las opciones que prefiera y hablamos de un «ámbito de ayuda amplio».

La mayoría de los problemas derivados de «ayudar», o de «pedir ayuda» a otros, se derivan de desconocer los elementos anteriores y el procedimiento correcto para ofrecer o pedir ayuda.

Por ejemplo, si una persona para la que la ayuda tiene sentido en un «ámbito de ayuda definido» pide ayuda a otra persona para la que la ayuda tiene sentido en un «ámbito de ayuda difuso», es muy probable que la experiencia termine siendo frustrante para ambas partes, al ser completamente distintas sus respectivas expectativas. La persona que ayuda lo hará con su mejor intención, pero según su criterio, siendo lo más probable que dicho criterio sea distinto del de la persona que solicitó la ayuda.

La clave para «ayudar bien» es comunicar de manera efectiva, ya que eso contribuirá a que ambas partes puedan actuar con expectativas claras. Las formas efectivas de comunicar relacionadas con la ayuda son las siguientes:

Solicitar «ayuda efectiva»

Hay que hacer explícitas nuestras preferencias en cuanto a la definición del ámbito de ayuda, especialmente si somos personas a las que nos gusta trabajar con un ámbito de ayuda definido. Es necesario dejar claro a la otra persona que para nosotros es importante que la ayuda se preste de una forma específica en cuanto a qué hacer y cómo hacerlo, y que aceptamos de antemano que ese nivel de exigencia puede traducirse en que no se nos conceda la ayuda. Se trata de un ejercicio de asertividad.

También es importante delimitar la amplitud del ámbito de ayuda, especificando todas las posibles opciones e indicando qué otras opciones estarían excluidas.

Prestar «ayuda efectiva»

Es nuestra responsabilidad averiguar, con preguntas, cuáles son la definición y la amplitud del ámbito de ayuda. A partir de ahí, tenemos que evaluar en qué medida esos parámetros encajan con nuestra forma de hacer las cosas, nuestros valores, carácter, etc. Y comunicar abiertamente a la otra persona si estamos dispuestos o no a prestar la ayuda solicitada.

Nuevamente, se trata de un ejercicio de asertividad. Si las condiciones exigidas nos generan incomodidad, podemos ofrecer una alternativa o podemos decidir no prestar ayuda.

Lo que hay que tener siempre presente es que ayudar «a tu manera» es ayudar mal y por eso hay que evitar prestar una ayuda distinta de la que nos están solicitando. Por otra parte, también conviene evitar prestar una ayuda que va contra nuestra forma natural de actuación, ya que lo más probable es que lo hagamos mal y terminemos generando insatisfacción y frustración para ambas partes.

Ofrecer «ayuda efectiva»

Para ofrecer «ayuda efectiva» hay que preguntar y escuchar antes de hacer. «¿Quieres que te ayude?» o «¿te puedo ayudar en algo?» son dos buenas formas de empezar. Si la respuesta es afirmativa, la siguiente pregunta podría ser «¿qué quieres que haga?» o «¿qué puedo hacer por ti?». Es importante escuchar con atención y confirmar que se ha entendido bien la respuesta, evitando a toda cosa el pensamiento supositorio. Ante cualquier duda sobre el «ámbito de ayuda», tanto en su definición como en su amplitud, hay que preguntar.

Una vez tengas claridad absoluta sobre la definición y la amplitud del «ámbito de ayuda», valora en qué medida es compatible con tu forma natural de hacer las cosas y evalúa tu compromiso para hacer lo que te están pidiendo hacer y cómo te están pidiendo hacerlo. Si te general la menor incomodidad, recurre a tu asertividad y dilo. En caso contrario, comprométete y empieza a ayudar.

Una vez consideres que has terminado de ayudar, confirma con la otra persona que es realmente así y que la ayuda recibida era la que esperaba. De no ser así, toma las acciones correctoras que consideres adecuadas.

Aceptar «ayuda efectiva»

Si la otra persona no nos ofrece la ayuda de forma correcta, la iniciativa a la hora de explicar proactivamente la definición y la amplitud del «ámbito de ayuda» nos corresponde a nosotros. También es nuestra responsabilidad asegurarnos de que la otra persona ha entendido exactamente qué se espera de ella y cómo se espera que lo haga. Si percibes que la otra persona se siente incómoda con tu planteamiento, dale la oportunidad de retirar su ayuda con facilidad.

Una vez hayas recibido la ayuda, además de agradecerla, es importante dar feedback.

Conclusión

La mayoría de los problemas relacionados con la ayuda tienen su origen en la diferencia de expectativas entre quién ofrece/presta la ayuda y quién la solicita/acepta.

Por otra parte, la «ayuda efectiva» huye del «hacer por hacer» y busca cumplir su propósito, que es servir de ayuda a la otra persona.

Si tienes claro que quién define qué es correcto es la persona que recibe la ayuda, estos sencillos consejos pueden ayudarte a dominar el arte y la técnica de la «ayuda efectiva», es decir, «hacer de forma correcta las cosas correctas para que otra persona logre el resultado que desea».

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