Revista Opinión

Artur Mas se marcha, pero el independentismo crece en España de manera preocupante

Publicado el 10 enero 2016 por Franky
Artur Mas, timonel del independentismo catalán, se marcha, pero deja en su lugar a un político mas radical y furiosamente antiespañol. Las peores horas del conflicto catalán están por llegar. Mientras tanto, el sentimiento independentista crece de manera notable en casi todas las regiones de España, pero en seis de ellas (Cataluña, País Vasco, Baleares, Galicia, Valencia y Navarra) el crecimiento es preocupante. Lo revelan encuestas que nadie publica, pero el gobierno, los servicios de inteligencia, los grandes empresarios, las fuerzas armadas y algunos partidos políticos lo saben y están muy preocupados por el fenómeno. --- Artur Mas se marcha, pero el independentismo crece en España de manera preocupante Artur Mas se marcha para que no se detenga el proceso de independencia, el cual puede acelerarse a juzgar por la personalidad de Carles Puigdemont, actual alcalde de Gerona, un periodista impregnado de odio a España que será hoy elegido presidente de los catalanes.

El verdadero problema de España no se reduce a Cataluña porque el deseo de separarse y alcanzar la independencia crece en muchas otras regiones de España por culpa del mal gobierno, de la falta de democracia, de la injusticia reinante, del desempleo, de la corrupción y de la desaparición en el poder de valores como la ejemplaridad y la capacidad de ilusionar y de generar programas y objetivos comunes.

El independentismo, en España, es un sentimiento paralelo a la indignación que provocan la falta de democracia y el mal gobierno en la ciudadanía.

Valga como ejemplo de la insensatez y del mal gobierno la memorable e irresponsable metedura de pata de Zapatero, que disparó el independentismo en Cataluña. «Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán», aseguró Zapatero, solemne, entre fuertes aplausos, en Barcelona, el 3 de noviembre de 2003. Una frase que abriría a Pasqual Maragall las puertas del Palau de la Generalitat y le ayudaría a él mismo a atravesar las de La Moncloa cuatro meses después. Unas palabras de las que después admitió arrepentirse y que, para muchos, están detrás de las reivindicaciones soberanistas que hoy apoya buena parte de la sociedad catalana.

Pero no fue esa la única trastada de los gobernantes españoles con respecto al independentismo. Durante décadas, tanto la derecha como la izquierda gobernaron con votos comprados al nacionalismo vasco y catalán, pagados con dejadez e impunidad para el nacionalismo, que aprovechó aquellos acuerdos para adoctrinar, fortalecer el independentismo, acosar a los indiferentes y crear las bases para una desconexión con España.

Salvo en los casos de Cataluña y el País vasco, donde el sentimiento independentista tiene alguna tradición y solera histórica, el independentismo en las demás regiones es nuevo y está directamente provocado por la insatisfacción que han generado gobernantes tan decepcionantes como José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.

Ese sentimiento centrifugo es también el padre del comportamiento vengativo del ciudadano en las urnas, del retroceso de los grandes partidos y del nacimiento de nuevas opciones políticas como Podemos y Ciudadanos.

Lo malo del fenómeno independentista español es que crece de manera alarmante, generando inseguridad jurídica y debilidad de la nación ante el futuro, pero su lado bueno es que la receta para curarlo es simple porque bastaría con sustituir a los actuales partidos y gobernantes decepcionantes por otros partidos que sean democráticos y decentes y por políticos honrados y capaces de anteponer el bien común a sus miserias para que el independentismo comience a retroceder.

Que nadie lo dude: la única vía eficaz para debilitar el independentismo y fortalecer la unidad de España es regenerar el sistema y la clase política española, tan deteriorados que producen rechazo. España tiene que volver a ser un país justo y decente, sin golfos y sinvergüenzas en las instituciones, con capacidad de ilusionar, de generar proyectos y metas comunes y de lograr que los ciudadanos sientan orgullo en lugar de vergüenza de ser españoles.



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