Así fuimos muchas niñas

Tengo mis dudas sobre el número de espectadores a los que de verdad les está gustando Las Niñas, que acaba de llevarse el Goya a la Mejor Película. Es una cinta lenta, como lo fuimos muchas de nosotras en esa época que recrea la directora Pilar Palomero. Si Celia, la protagonista de once años, sale de las nubes de la infancia en 1992, yo entonces tenía quince, ya en pleno descalabre hormonal adolescente. Ese transcurrir de los días, casi siempre iguales, sin móviles, ni cientos de canales temáticos, hacían eternas las tardes mientras oíamos música en exclusiva, no como banda sonora de ninguna otra actividad. Nos grabábamos cintas, nos reíamos, esperábamos con ansiedad el mundo que se nos venía encima y contra el que ahora, si volviéramos atrás, igual construiríamos una trinchera, y nos enfrentábamos a nuestros miedos. Sí, en este país hubo un tiempo en el que muchas niñas nos formamos en colegios religiosos femeninos. Cada una contará la historia en función de su experiencia, yo coincido con la película de Palomero en esa imagen de muchacha que no tiene ni la más remota idea de cómo relacionarse con un chico y que se pregunta, a cada descubrimiento, por qué todo es pecado. Fuimos esa generación a la que bambolearon entre las represiones franquistas demasiado frescas todavía y la modernidad que se ansiaba, pero no se sabía demasiado cómo aplicar. Me recuerdo en segundo de BUP, discutiendo sobre el divorcio y el aborto con un profesor de religión que combatía las preguntas con trabajos extra de no sé cuántas encíclicas papales. Y también la ternura de algunas monjas a las que sí les importaba la estabilidad emocional de sus alumnas. La paradoja entre ese colegio religioso, en el que cada día comienza con el padrenuestro en pie, y el mundo real, entre el refugio que podía otorgar la fe y la represión que angustiaba y rechazaba al diferente, la he sentido en Las Niñas. He encontrado en su lentitud y sensibilidad la calma, y una mirada que echaba de menos en nuestro cine sobre la realidad social de nuestro pasado reciente, sobre esas niñas, que fuimos tantas, que nos sentimos perdidas, que crecimos en un mundo que no terminaba de ponerse en su sitio, que queríamos estallar una cáscara en la que querían escondernos, una burbuja que quizás hoy sigue envolviendo nuestra propia memoria.