Revista Cine

ASTONISHING X-MEN (2004) Joss Whedon y John Cassaday

Publicado el 26 junio 2014 por Nadacomercial @nadacomercial
Astonishing X Men

x men

Durante mucho tiempo, ser fan de los X-Men ha sido una vocación desagradecida. Desde un punto de vista objetivo, aparte de ciertos momentos puntuales, los aficionados con criterio han tenido pocos motivos para sentirse plenamente satisfechos. En las últimas dos décadas, Marvel ha venido publicando un mínimo de cinco colecciones mensuales de mutantes, sin contar un número no determinado de miniseries y especiales. La búsqueda de algo de calidad destacable sin reservas entre todo ese material arroja pocos resultados y la mayoría de los seguidores más veteranos se consuelan releyendo una y otra vez las viejas sagas escritas por Chris Claremont en los setenta y ochenta. No parece que la mayor parte de los guionistas sean capaces de entender cómo escribir un cómic de los X-Men. Los elementos principales que han dominado su particular subuniverso de ficción suelen tenerse siempre en cuenta, sí, pero combinarlos con talento y ofrecer un tratamiento inteligente de los personajes es algo muy diferente.

A finales de los noventa, la franquicia mutante experimentó un impulso renovado gracias en buena medida a la película basada en ella y que cimentó la actual moda superheróica en el cine, pero también a la línea de cómics Ultimate (básicamente un nuevo comienzo del Universo Marvel para lectores de las generaciones más jóvenes), mientras que las series regulares saltaban de un crossover al siguiente dejando poco margen a los guionistas para poder hacer nada con un mínimo de independencia. Sin embargo, en este panorama poco esperanzador aparecieron dos excepciones: por un lado, los “New X-Men” de Grant Morrison, una aproximación sorprendente y revolucionaria a ese rincón del mundo Marvel, su significado y su futuro. Y por otro, la etapa de Joss Whedon en “Astonishing X-Men”, quizá la incursión más interesante del famoso guionista y director en el ámbito de los cómics.

La primera colección que llevó ese nombre fue una serie limitada de cuatro episodios a cargo de Scott Lobdell y Joe Madureira que reemplazó en 1995 a la colección regular de “Uncanny X-Men” mientras se desarrollaba la macrosaga “Edad de Apocalipsis”, en el curso de la cual todas los títulos “X” recibieron nuevos nombres y numeración. Pero no es esa la que ahora nos interesa; ni tampoco la de tres episodios que se publicó cuatro años después con el mismo título firmada por Howard Mackie y Brandon Peterson.

bestia kitty lobezno frost ciclope
No, a la que nos referimos es a la que comenzó en 2004, ya como colección regular, escrita por Joss Whedon e ilustrada por John Cassaday y que, a lo largo de 25 episodios y alrededor de 600 páginas, retomó los parámetros y líneas argumentales establecidos por Grant Morrison en “New X-Men”, incluyendo la misma alineación del grupo: Cíclope y Emma Frost como líderes, la Bestia, Coloso, Kitty Pryde, Lockheed y Lobezno. Además de esos héroes ya bien conocidos, Whedon y Cassaday presentaron otros personajes totalmente nuevos, como la doctora Kavita Rao, la Agente Especial Brand, la organización S.W.O.R.D., la joven mutante Hisako Ichiki o el villano Ord de Breakworld.

La colección se abre con el arco argumental titulado “El Don” (nº 1-6). Los mutantes titulares se han centrado en educar a la nueva generación de estudiantes de la mansión en ausencia de su mentor habitual, Charles Xavier, en paradero desconocido. De repente, salta la noticia de que la famosa genetista Kavita Rao, trabajando para una empresa llamada Benetech, ha descubierto una “cura” para la “enfermedad” mutante. Los X-Men se infiltran en el complejo de investigación y descubren que tras de esa “vacuna” se encuentran unos alienígenas comandados por un tal Ord, procedente de un mundo conocido como Breakworld, en el que sus habitantes viven aterrorizados por una profecía que anuncia su inminente destrucción a manos de un hombre X.

El segundo arco argumental, “Peligroso” (nº 7-12) presenta a un curioso villano: nada menos que la propia Sala de Peligro de la mansión. Reformada años atrás utilizando tecnología Shi´ar, desarrolló en secreto su propia inteligencia al tiempo que un grave desequilibrio emocional derivado de su software de “simulación de ataque” y su deliberado y cruel confinamiento por parte de Charles Xavier. Adoptando forma robótica y autodenominándose “Peligro”, se erige en uno de los enemigos más extraños con los que el grupo haya tenido que enfrentarse. En “Desgarrada” (nº13-18), regresan unos clásicos de la franquicia, el Club Fuego Infernal, ahora dirigidos por una renacida Casandra Nova que consigue manipular a los X-Men a través de sus miedos y frustraciones más íntimos.

La etapa se cierra con “Imparable” (nº 19–24 y Giant-Size Astonishing X-Men nº 1), un final épico que transcurre en su totalidad fuera de la Tierra. Los héroes han de aliarse con la siempre ambigua agente Abigail Brand, directora de la organización S.W.O.R.D (una rama de SHIELD que opera independientemente y que está a cargo de las relaciones con alienígenas), para poder disponer de los medios y la tecnología que les permita llegar y desenvolverse en la fuente de sus problemas: el planeta Breakworld. Finalmente, la solución a la crisis interplanetaria sólo se conseguirá merced al sacrificio de uno de los héroes…

Como primer apunte, podemos destacar la independencia de que gozó la colección respecto a los crossovers y macroeventos que durante su publicación iban sucediéndose en el resto del Universo Marvel, como “Casa de M”, “Civil War”, “Complejo de Mesías”, “Avengers Vs X-Men” o “Battle of the Atom”. En buena medida, ello fue consecuencia de los continuos retrasos que sufrían las entregas de cada número, lo que impedía mantener una periodicidad acorde con la de esos montajes editoriales; pero sobre todo porque el prestigio de Whedon le permitió imponer su deseo de permanecer al margen de esos eventos, a los que no sólo despreciaba sino que culpaba de complicar innecesariamente la continuidad hasta límites difícilmente asumibles incluso para los lectores veteranos.

También Whedon optó por ignorar deliberadamente el trabajo de otros

Astonishing X Men
guionistas de las colecciones regulares de mutantes… con una excepción: la reciente etapa del iconoclasta Grant Morrison en “New X-Men”. De hecho, muchos consideran el periodo de Whedon en “Astonishing” como secuela o complemento de la de aquél. Esto es cierto… hasta cierto punto; porque aunque Whedon valoraba y respetaba la originalidad y sólido contenido de la etapa de Morrison, decidió tomar una dirección muy distinta.

Así, por un lado, utiliza con naturalidad escenarios y líneas argumentales establecidas por Morrison: el climax del segundo arco, “Peligroso”, se desarrolla en el gigantesco cementerio en que se ha convertido Genosha; Casandra Nova, la casi surrealista hermana gemela de Xavier, juega un papel importante en la historia; otra de las villanas, Negasonic Teenage Warhead, había aparecido en el primer número de los Nuevos X-Men y también se retoma la repugnante estancia con gusanos localizada en el subconsciente de Cíclope; Nick Furia hace referencia a los hechos acontecidos en el penúltimo arco argumental de Morrison, “Planeta X”, todo un detalle teniendo en cuenta que Marvel decidió en último término que aquél nunca había sucedido…

Pero por otra parte, Whedon se niega a respetar estrictamente algunas de las decisiones de Morrison. Su tratamiento de Casandra Nova ignora el destino que para el personaje sugirió aquel guionista; la Bestia se critica abiertamente a sí misma por comentarios que realizó entonces (“Hice bromas”, admite con vergüenza al recordar su visita a las ruinas de Genosha); e incluso se atrevió a traer de vuelta a Coloso, el miembro del equipo que Morrison había querido recuperar pero al que, en aras de la integridad de la franquicia, decidió finalmente dejar descansar en paz.

También desaparece gran parte del comentario cultural y social introducido por Morrison. Aunque Whedon hace referencia a los mutantes como “minoría oprimida”, no profundiza en esa faceta ni contempla mínimamente las consecuencias de tal conflicto social/racial. Mientras que Morrison no temía lidiar con la hipocresía liberal y el cambiante rostro del racismo, Whedon decide poner todo el peso en la aventura superheróica y el desarrollo de los personajes. Ya en el primer número lo deja bien claro en boca de Cíclope: “Somos un equipo de superhéroes y creo que ya es hora de actuar como tal”. Morrison había presentado un punto de vista opuesto, simbolizándolo en la retirada de los uniformes de licra multicolor y su sustitución por equivalentes monocromáticos más próximos a los monos de trabajo; Whedon, por el contrario, trae aquéllos de vuelta.

Por tanto, lo que tenemos aquí es una historia de los X-Men mucho más tradicional que la de Morrison, libre de las complejidades –es verdad que a menudo artificiales y artificiosas- de un género desesperadamente ansioso por alcanzar la madurez y el reconocimiento. “Astonishing X-Men” no es un cómic valiente, polémico ni intelectualmente estimulante; pero esto no debe entenderse necesariamente como un defecto en tanto que sus pretensiones no son esas ni mucho menos.

Whedon no tiene reparos en demostrar su apego a la etapa más clásica de los personajes y crear con ello un vínculo con los lectores veteranos que abandonaron los comics de los X-Men sobrepasados por el maremagnum editorial de los noventa. De esta forma, trae de vuelta elementos de los años en que Chris Claremont estuvo al frente de la colección (como el Club Fuego Infernal o el dragón mascota de Kitty, Lockheed) y construye un relato netamente aventurero basado en profecías galácticas y extraños alienígenas.

Hay momentos en los que parece que pone en juego demasiados elementos como para poder desarrollarlos plenamente, favoreciendo la acción por encima de la reflexión. Así, en el primer arco argumental se introduce la noción de la “cura mutante”, pero no se profundiza en su significado y consecuencias sociales, optando en cambio por relegarla al papel de catalizador que únicamente sirva para presentar al malvado antagonista extraterrestre y recuperar a Coloso. Es una idea fascinante sacrificada al remolino de acción y nunca verdaderamente explorada (dicho esto, quizá la noción de una cura mutante resultó a la postre innecesaria dado que en la saga “Casa de M”, publicada por aquellas mismas fechas, se reducía drásticamente el número de mutantes en el Universo Marvel).

Algo parecido ocurre con los principales villanos de esta etapa, especialmente el alienígena Ord. En parte ello se debe a su poco inspirado diseño, pero también a que nunca parezca constituir una seria amenaza para los X-Men. Asusta a los niños y lanza discursos grandilocuentes, pero sus actos nunca quedan a la altura de sus bravatas, ni siquiera cuando vence a los héroes titulares en una brutal escena. En el resto de la saga no pasa de ser un comparsa progresivamente más y más patético, especialmente cuando la acción se traslada a su mundo natal, Breakworld.

Ord de Breakworld

En cuanto a Peligro, es otra idea interesante que no acaba de funcionar del todo bien. En su propio arco argumental, cuando la acción queda confinada en la Sala de Peligro y la Mansión, Whedon consigue construir una atmósfera opresiva y amenazante. Pero en cuanto el robot pasa a deambular por el espacio aliándose con otros villanos, pierde gran parte de su atractivo inicial.

Pero si Whedon no nos ofrece una historia particularmente original ni con ideas del todo bien desarrolladas… ¿por qué obtuvieron estos números tanta aceptación por parte de público y crítica? Al fin y al cabo, los cómics de superhéroes están repletos de grandes conceptos torpemente desarrollados.

Pues bien, Whedon es un experimentado guionista de cine y televisión que comprende perfectamente que lo que interesa al lector no es tanto el argumento en sí como los personajes que lo desarrollan. Y en este sentido, triunfa plenamente: hay caracterización de personajes, emoción y diálogos agudos y naturales al tiempo. De hecho, ya en el primer número, se diría que Whedon hubiera estado escribiendo las aventuras de los X-Men durante años tal es su grado de conocimiento y comprensión de los personajes. Éstos distan de ser –como ocurre en muchas colecciones- peones intercambiables, clones unos de otros, meros elementos con los que hacer avanzar la acción hacia la meta buscada. Su forma de hablar y personalidades son tan verosímiles y diversas que cobran auténtica entidad. Nadie parece enfurecerse y empezar a repartir tortazos o transformarse en un ser malvado sin motivos que lo justifiquen en unas historias construidas en base a la interacción de los personajes.

En “Astonishing X-Men” los protagonistas acumulan sobre sus espaldas no pocos traumas. Jean Grey está muerta; el Profesor X ha desaparecido; Genosha y sus 16 millones de mutantes han sido convertidas en cenizas… Los miembros del grupo que aún siguen en pie han abandonado su estilo de vida superheróico para concentrarse en enseñar y educar en el uso de sus poderes a los jóvenes mutantes de la Escuela Xavier. Pero la propia escuela es una olla a presión bullendo con conflictos emocionales. La antigua villana Emma Frost ocupa ahora un puesto relevante en el equipo, en buena medida gracias a su relación sentimental con Scott Summers (alias Cíclope), relación que constituirá uno de los focos de tensión de toda la etapa. Lobezno odia a Scott por haber superado tan fácilmente la muerte de Jean. Kitty Pryde, que regresa a la Escuela para ocupar una plaza de profesora, desprecia y desconfía de Frost por su pasado como villana. Hank McCoy, alias la Bestia, tiene que enfrentarse a las consecuencias de su mutación secundaria, que ha animalizado su aspecto y amenaza con afectar su intelecto. Y los estudiantes, como siempre, tratan de ajustarse a sus poderes y a un mundo que les teme y odia.

Whedon diseña una serie de historias en las que cada miembro del equipo tiene su ocasión de brillar individualmente. En algunos momentos utiliza el humor para aliviar tensión dramática, pero incluso en los socarrones intercambios dialécticos de algunos personajes se hallan matices que completan su personalidad.

La Bestia muestra más humanidad y profundidad moral en las páginas de

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El Don” que en miles de páginas anteriores de cualquier título mutante. De todos los X-Men, su vida ha sido quizá la más afectada a un nivel personal por sus poderes mutantes. Aunque es una persona amable, caballerosa, generosa y extraordinariamente inteligente, no puede evitar asustar a todo el mundo con su aspecto. Y es por ello por lo que resulta coherente que sea él quien irrumpa en el laboratorio de la doctora Rao y robe la cura para estudiarla. Siente un conflicto interior que Lobezno, con su rudo estilo habitual, no tiene reparos en verbalizar: ¿Ha robado la cura para investigar su sospechoso origen o, más bien, alberga la secreta intención de utilizarla en sí mismo?

Resulta chocante y bienvenida por lo inhabitual la decisión de Whedon de no otorgar a Lobezno un protagonismo especial. De hecho, él mismo ha declarado en más de una ocasión que es un personaje que funciona menor en pequeñas dosis. Vuelve a recuperar para él su papel de mentor de un personaje juvenil de sexo femenino, como ya había hecho antes con Gata Sombra o Júbilo. En esta ocasión se trata de otra oriental, Hisako, alias “Armadura”, una jovencita, como sus predecesoras, decidida y combativa. La relación profesor-estudiante entre ambos se desarrolla con cierta parsimonia hasta que la mente de Lobezno es devuelta por Casandra Nova a la edad de doce años: un miedica de mentalidad conservadora que atenta contra la siniestra seriedad con que muchos autores han querido revestir al personaje.

Como era de esperar, se produjo algo de controversia entre los fans más acérrimos en relación al regreso de Coloso, un personaje que llevaba muerto para el Universo Marvel desde 2001. Es cuestión de opiniones, pero la mía es que, aunque la situación se maneja de manera muy contenida, también resulta algo artificial. Más allá de su relación con Kitty, no llegamos a ver lo que debieran haber sido las devastadoras consecuencias derivadas de esa dramática reaparición tras un largo cautiverio dominado por el aislamiento y las torturas.

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Sí en cambio se dedica la necesaria atención a la relación de Coloso con Kitty Pryde. El shock que ésta sufre a causa de la reaparición de su antiguo amor le despierta inseguridades que la hacen vulnerable a la manipulación mental de Casandra Nova. Ésta la sume en una alucinación (excelentemente narrada por Whedon) que en su mente dura años y en la que experimenta la traición no sólo de Coloso, sino de todos sus amigos. Aunque al despertar sabe que se ha tratado tan sólo de una breve pesadilla, para Kitty resulta tan real que descompone su relación con Coloso durante un tiempo. Por fin encontramos aquí una Kitty adulta, no sólo física, sino emocionalmente, que practica sexo, se enfrenta con descaro a la intimidante Emma Frost, aconseja a los estudiantes más jóvenes y toma sus propias decisiones. A lo largo de los años, Kitty Pryde ha sido un personaje que ha ido entrando y saliendo de la franquicia, pero teniendo en cuenta que Whedon la utilizó originalmente como inspiración para su archifamosa Buffy, no es de extrañar que la integre de nuevo en el equipo y que, en gran medida, ella sea más protagonista que cualquiera de sus compañeros.

Whedon hace también un excelente trabajo con Cíclope retomando la idea de que sus rayos ópticos no son en realidad involuntarios sino una especie de trauma subconsciente. Le da al personaje unas aristas que lo alejan del perfil de tipo gruñón y depresivo que otros guionistas se habían empeñado en asignarle, y ponerle en la piel de un verdadero líder aun cuando pierde temporalmente sus poderes. A lo largo de toda esta etapa, es Scott, aún penando por la pérdida de su esposa, quien verdaderamente lidera y guía al equipo.

En cuanto a Charles Xavier, el guionista lo aparta deliberadamente de la trama principal, probablemente para permitir a Cíclope desarrollar plenamente su capacidad de liderazgo alejándolo de la sombra de su antiguo mentor. En realidad, el único propósito de la intervención de Xavier en esta etapa es minar la fe y la confianza de Scott –y del resto de los X-Men- en él, enlazando con un tratamiento del personaje que ya habían ido conformando guionistas como Matt Fraction o Ed Brubaker en arcos argumentales como “Complejo de Mesías” o “Nación X” y en los que era presentado como un individuo intransigente y antipático. Aún así, Whedon le regala también a Xavier su propio momento de gloria en la explosiva escena en la que se enfrenta a Peligro.

Mención especial merece la agente Abigail Brand, la directora de S.W.O.R.D, un nuevo personaje que en el último arco argumental pasa a disfrutar de un papel protagonista. Es tan inteligente como despiadada, arrogante y éticamente ambigua, pero a pesar de ello –o quizá precisamente por ello- entabla una inesperada relación romántica-laboral-intelectual con la Bestia.

Los personajes cobran vida no solo gracias a Whedon, sino al excelente dibujo de John Cassaday, perfectamente sincronizado con el estilo de aquél. Necesitó tres años para dibujar 25 episodios, pero la espera mereció la pena. El no tener que apresurar su trabajo para entregar en fechas concretas le permitió invertir en cada capítulo todo su considerable talento. Su representación de los personajes, sencilla, limpia y con un ligero aire “cartoon”, resulta más afinada y realista que las de sus antecesores gráficos en la serie. Artistas como Jim Lee o Joe Madureira habían establecido la imagen “moderna” de los X-Men, pero al lado de Cassaday, el estilo de aquellos se antoja pasado de moda, aburrido y efectista. Demuestra una aptitud especial a la hora de dar a cada personaje su particular lenguaje corporal y facial –las escenas del Lobezno infantilizado o la Bestia enfurecida son magníficas- así como una meticulosa atención en los detalles tanto en las figuras (por ejemplo, la barba progresivamente más espesa de algunos personajes según pasan los días) como en los fondos, que no duda en sacrificar en los momentos en los que sea la sencillez la que potencie el efecto dramático.

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Hay que destacar también las portadas realizadas por el mismo Cassaday, pequeñas joyas de diseño que cumplen a la perfección su función de atraer al potencial lector al tiempo que capturar, ya sea simbólica o literalmente, bien un momento significativo de la historia bien alguno de los temas que toca. Por otra parte, el uso de colores primarios por parte de la colorista Laura Martin contribuye a capturar la esencia de lo que Whedon pretende: una historia moderna pero con sabor clásico. La única pega que se le podría poner a Cassaday es que no siempre acierta con el diseño de determinados personajes o elementos, como Ord o ciertos artilugios tecnológicos, que se antojan sosos y faltos de imaginación.

Muestra de la sobresaliente coordinación del equipo creativo (el guionista Joss Whedon, el dibujante John Cassaday, la colorista Laura Martin y el rotulista Chris Eliopoulos) la encontramos en el número 22, cuando varios miembros del equipo y la agente Brand mantienen una conversación estratégica aparentemente normal. En el siguiente número, nos encontramos con la misma página, pero esta vez con burbujas de pensamiento superpuestas que revelan la auténtica y secreta conversación –mental- que estaba teniendo lugar para engañar a quienes les espiaban. La página original aparece difuminada en el fondo y Eliopoulos ya había pensado desde el principio la disposición de los bocadillos de texto para que quedara espacio suficiente para los pensamientos en el número siguiente.

En resumen, el Astonishing X-Men de Whedon y Cassaday no es perfecto. En primer lugar –y esto no es exactamente un defecto sino una característica propia de los títulos superheróicos- para su pleno disfrute se hace necesario cierto conocimiento previo de los personajes, al menos de la etapa de Morrison (en particular por la intervención del Club Fuego Infernal, la masacre de Genosha y el argumento relacionado con Cassandra Nova). Un lector completamente ajeno a la mitología mutante, aunque pueda apreciar el bello dibujo y la eficiente narrativa de Cassaday o los punzantes diálogos de Whedon, probablemente se encuentre perdido. Hay también, como hemos dicho, ciertos desajustes entre los interesantes conceptos que sustentan las historias y la calidad de su ejecución.

Pero ello no estropea la sensación de hallarse ante una de las más interesantes etapas de los X-Men en mucho tiempo. Joss Whedon entiende lo que hizo a los mutantes tan populares. No sólo eso, sino que sabe integrarlo en historias originales con una narrativa sólida, giros inesperados, tensión creciente y acertada combinación de humor, acción y drama. Maneja bien la dinámica de grupo, haciéndolo actuar como un verdadero equipo al tiempo que equilibrando la participación individual de todos sus miembros, mezclando las diversas personalidades y extrayendo de su interacción diálogos inteligentes y verosímiles.

Y todo ello recibió la justa apreciación. La etapa de Whedon no pudo ser más triunfal, saldándose con un resonante éxito de crítica y público. Su idea de una “cura mutante” sería trasladada a la pantalla como uno de los pilares argumentales de la película “X-Men: La Decisión Final”. La crítica se rindió también a la original dinámica entre los personajes y sus agudos diálogos teñidos de humor: en 2006, la colección ganó el Premio Eisner a la “Mejor Serie”.

Los cuatro arcos argumentales que abrieron “Astonishing X-Men” resultaron ser una sólida historia superheróica que permitía disfrutar de los veteranos personajes sin necesidad de haber asimilado la confusa continuidad mutante de los últimos años, una aventura de ritmo frenético que, sin embargo, sabe dedicar tiempo a sus personajes. Diez años después de su publicación original, sigue siendo perfectamente legible y ya se puede asegurar que formará parte de ese selecto conjunto de obras que serán conocidas como “clásicos”.

 Artículo original de Un universo de Ciencia Ficción


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