Revista Cultura y Ocio

Astronomía y náutica ilustrada

Por Ilustrado
Durante el Siglo de las Luces, la labor de las academias de Guardias Marinas y de los observatorios y laboratorios astronómicos consiguieron alcanzar grandes resultados en las ciencias de la astronomía y la náutica. El objetivo era la navegación segura por los océanos a fin de preservar el Imperio y proteger las rutas comerciales. Sus principales responsables fueron científicos y marinos ilustrados del prestigio de Jorge Juan, Vicente Tofiño, José Varela, Antonio de Gaztañeta o Pedro Manuel Cedillo.
ASTRONOMÍA Y NÁUTICA ILUSTRADA
Durante la época de la Ilustración española, las ciencias de la astronomía y la náutica estaban muy relacionadas con la geografía y muy especialmente con el domino de las rutas marítimas que debían surcar los barcos mercantes y navales. Los conflictos bélicos o el comercio internacional precisaban de cartas de navegación lo más exactas posibles. La política colonial de las potencias europeas requería el conocimiento preciso de las rutas marítimas. Para ello, el firmamento debía ser convenientemente estudiado.
Los sucesivos intentos de demostración de las ideas de Newton expresadas en sus Principia (1687) dominaron la mayor parte del panorama astronómico de la Europa ilustrada. Fue necesario un esfuerzo teórico y técnico de las academias y laboratorios. Ciencia y economía, conocimiento y política se encontraron con comodidad en los campos de la astronomía y de sus aplicaciones más concretas en el mundo de la náutica, todo por conseguir un mismo objetivo: la navegación segura por los océanos.
Desde los tiempos de Felipe V, la Armada dirigió el desarrollo de la disciplina astronómica. Las causas deben remitirse a los altos costes del material investigador y de la preparación de los estudiosos, pero sobre todo a cuestiones de carácter económico relacionadas con la conservación y explotación del Imperio colonial. Fue este segundo elemento el que, además, dio un sesgo eminentemente práctico y menos teórico a la astronomía española.


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OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID

 Los astrónomos teóricos tuvieron en el país escaso futuro y vivieron en la dispersión. La construcción en 1790 del Observatorio Astronómico de Madrid pudo paliar definitivamente esta situación. Fue instalado a semejanza de los de Greenwich y París. La labor que bajo la dirección de Salvador Jiménez se realizó puede calificarse de fructífera. Sus principales logros fueron la instalación de una cátedra de meteorología y la implantación de 1802 desde Londres del telescopio de Herschell.
El centro de investigación astronómica con una vida más regular fue el Observatorio de la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz, instalado por Jorge Juan en 1753. Más tarde, en 1798, fue trasladado a la cercana isla de San Fernando, bajo la supervisión de José de Mazarredo, donde quedó definitivamente ubicado. En dicho observatorio se empezó a publicar en 1791 el Almanaque Náutico y Enfermedades Astronómicas.
El Observatorio de San Fernando destinaba inicialmente su labor a trabajos de posición; pero después, al incorporar nuevas especialidades y medios, se convirtió en un centro polivalente adptado en todo momento a las tecnologías de vanguardia. En 1879 se instaló una estación magnética, en 1897 una sísmica y, recientemente, una estación de seguimiento de satélites ya que en la actualidad sigue prestando excelentes servicios como Real Instituto y Observatorio de la Armada. 

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OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE SAN FERNANDO


En el último cuarto de siglo los avances científicos fueron mejoraron. Varios fueron los síntomas de dicha mejoría:
1- Los hallazgos de Copérnico fueron admitidos sin demasiados problemas.
2- Jorge Juan publicó en 1773 Estado de las astronomía en Europa, a la vez que se reeditaron sus Observaciones astronómicas.
3- Vicente Tofiño y José Varela publicaron en la década de los 80 sus resultados sobre las observaciones astronómicas que habían realizado en el Observatorio de Cádiz.
4- Vilanova Muñoz editó su Cursos del nuevo planeta Herschel (1785).
5- La Universidad de Valencia fundó, merced al plan de reforma de Blasco, una cátedra de astronomía en 1786.
6- En Valencia se iniciaba la construcción de un Observatorio Universitario, que sería el primero de España.
7- En Madrid se instaló una escuela de construcción de instrumentos, y el observatorio compró un gran telescopio construido por el famoso Herschel, el segundo de tamaño del mundo y de gran calidad óptica.


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VICENTE TOFIÑO

 En 1796, tuvo lugar la fundación del Cuerpo de Cosmógrafos del Estado que, además de dedicarse a la cartografía, se ocupó de los fenómenos celestes. Sin embargo, las dificultades económicas y bélicas acabaron con buena parte de estos proyectos que conocieron una vida efímera. En definitiva, la astronomía vivió una vida anodina, únicamente alterada por una cierta revitalización en el último cuarto del siglo de la mano de insignes individualidades y de algún esfuerzo institucional.
La náutica, además del renovado interés que hubo por su enseñanza, tuvo también un destacado auge desde el punto de vista de la búsqueda de las innovaciones tecnológicas. Tanto en lo que se refiere a las artes de navegar como a la confección de cartas de navegación, la Monarquía española no debía descuidar esta clase de asuntos científicos-técnicos tan útiles para fomentar las actividades del comercio y para explotar convenientemente sus colonias americanas.
Tres textos básicos fueron los que conformaron el arte de la navegación en España a finales del siglo XVII y en las primeras décadas del XVIII. El primero fue Norte de Navegación, de Antonio de Gaztañeta, editado en 1692; los otros dos correspondían a Pedro Manuel Cedillo, profesor de la escuela de San Telmo, y se titulaban Compendio del arte de navegación (1718) y Trigonometría aplicada a la navegación (1718).
 

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ANTONIO DE GAZTAÑETA

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IMAGEN DE NORTE DE NAVEGACIÓN DE GAZTAÑETA 

 A mediados del siglo aparecieron varias obras que aportaban nuevos conocimientos. En 1756 fueron a la imprenta las obras de Lecciones náuticas de Miguel Archer y Compendio de navegación de Jorge Juan.
En el mismo tono de renovación aparecieron Tratado de Navegación (1787) de José Mendoza y Ríos y Lecciones de Navegación de Dionisio Macarte, que tendería un puente entre las teorías renovadoras y las prácticas tradicionales.
A su lado, se publicaron algunas obras de marcado carácter conservador como Tratado de Cosmografía y Náutica (1745) de Pedro Manuel Cedillo, o El marinero instruido (1765) de Francisco de Barreda.


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JOSÉ MENDOZA Y RÍOS



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CARTA DEL TRATADO DE NAVEGACIÓN DE MENDOZA Y RÍOS


Con todo, la náutica parecía que continuaba en una situación ambivalente, dividida entre aportaciones teóricas innovadoras que se imponían en los centros de enseñanza y una práctica excesivamente anclada en el pasado, cuestión que puede comprobarse con cierta facilidad en el plan de estudios que Winthuysen propuso a finales del siglo para las escuelas de náuticas existentes en España.
Donde hubo un panorama relativamente aceptable fue en los instrumentos para la observación astronómica. En general, los marinos españoles instalados en la América y el Observatorio de Cádiz estuvieron al día en adelantos tecnológicos tales como el cronómetro marino. En realidad, en la segunda mitad del siglo XVIII, se produjo un definitivo acercamiento entre la navegación y la astronomía. Para esta puesta al día de los nuevos conocimientos que se conseguían en Europa se utilizaron sistemáticamente los viajes de pensionados a Londres o París con el objetivo de aprender técnicas y conocer nuevos instrumentos científicos, que algunas veces fueron importados.
Así ocurrió, entre otros casos, con Cayetano Sánchez, que a su regreso de la capital francesa fue encargado por la Armada de gestionar un taller de construcción y reparación de instrumentos relacionados con la astronomía aplicada a la navegación. La experiencia no tuvo mucha continuidad por los azares de la peste amarilla, que en 1801 acabó con el personal cualificado del taller.

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DIONISIO MACARTE


ASTRONOMÍA Y NÁUTICA ILUSTRADA

IMÁGENES DE NOCIONES DE NAVEGACIÓN POR DIONISIO MACARTE


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