Revista Maternidad

Aterriza como puedas

Por Lamadretigre

Aterriza como puedasA las madres numerosas se nos suele olvidar una tarea con sobrecogedora frecuencia: educar a los pequeños. Tenemos excusas de sobra, no se crean. Desde la acumulación de mocos y culos que limpiar, hasta la enajenación que inevitablemente te asalta con la quincuagésima repetición del cierra la boca, la mano en la mesa, el codo fuera o cualquier variación de aquello que consideramos buenos modales y no es sino un forma sútil de torturar a las madres.

Sea como fuere, se ha comprobado empíricamente que las madres tendemos a proyectar capacidades adultas sobre nuestros dos primeros hijos y a infantilizar a todos los subsecuentes. No es raro ver a una madre amonestar a su primogénito con moralinas del todo ininteligibles para una criaturita que no ha firmado ni su segundo año de vida. De los primeros lo esperamos todo. Con mayúsculas. No hay concepto, por muy abstracto éste que sea, que nuestro primer retoño no pueda comprender incluso antes de sujetar la cabeza con soltura. Se les inculcan nociones sofisticadas como la naturaleza de la propiedad privada contra la necesidad antagónica de compartirlo todo, la protección del débil, lo inapropiado de quitarle el coche a mamporrazos al niño flacucho y lo poco solidario que es colarse en el tobogán.

Los mayores han de ser pulcros, generosos, comedidos, agradecidos y, sobretodo, educados. Muy educados, rayando en lo lisonjero. Los pequeños son otro cantar. Cuando nace un tercer hijo los dos primeros se convierten automáticamente en seres supeditados a las rutinas del benjamín. Si el bebé duerme, los mayores tienen que jugar en silencio. Si el nene quiere comer tiene prioridad absoluta sobre cualquier necesidad fisiológica de sus predecesores y sus cacas son más perentorias que las de ningún otro.

Esta hegemonía tiránica se perpetúa más allá de lo razonable. Una madre de tres o más lo que no quiere son gritos. El silencio y la paz se imponen sobre la equidad, la justicia y la mínima decencia. Si el pequeño quiere el coche se lo dejas. Si te pega te aguantas pero como le pegues tú te enteras. Si al menor se le antoja comerse las fichas del parchís en mitad de una partida trepidante los mayores han de aceptarlo con resignación y estar preparados para aplicarle la maniobra de Heimlich. Mientras tanto los menores campan salvajes por la vida, dueños y señores de unas prebendas que ni un alcalde de un municipio de cuarta.

Así, sin casi comerlo ni beberlo, te encuentras un día encerrada en un habitáculo de dimensiones reducidas con La Tercera, La Cuarta y los otros ciento cincuenta pasajeros del fatídico vuelo Madrid-Munich de las tres y media. La Tercera, mal que bien, se comporta como una animal cuasi-doméstico y,salvando un empeño inusitado por subir y bajar del asiento un número indeterminado de veces, firma una actuación de suficiente raspado. La Cuarta en cambio… ¡Ay! La Cuarta.

La Cuarta se lía a patadas con el asiento de la pobre germana oronda de la fila veintiuno. Cuando por fin consigo reducirla, opta por quitarse los zapatos para liarse a tortas con la coronilla a la pasajera desdichada. Lo de volver a ponerle los zapatos fue una lucha cuerpo a cuerpo aderezada con los chillidos más estridentes que jamás han taladrado tímpano humano.

Luego vino la comida. Desde hace unos meses ha desarrollado la bonita costumbre de pasarse toda la comida por el pelo. La pasta con tomate y espinacas de Lufthansa no iba a ser menos. Y ya que estamos la pasamos también por el pelo de La Tercera, el de su madre y casi, casi, por el cardado de la señora rubia. Las galletas en cambio le gusta desmenuzarlas y luego repartir las migas por todo el avión. Todo. El agua mejor tirársela por encima para obtener, junto con las migas, una masa grumosa con la que pintar cualquier superficie otrora pulcra del aeroplano.

El resto del vuelo se lo pasó arañándome, a tortazo limpio con su hermana y deleitándonos con su vozarrón de barítono beodo. Huelga decir que aterrizamos en Munich como si hubiéramos venido en patera. Nosotras y todos los desafortunados que no pudieron costearse el pasaje en Business.

La próxima vez la facturo. Y punto.


Archivado en: Domesticación de las fieras Tagged: Educación, Familia, Familia numerosa, Hijos, La Cuarta, La Tercera, Madres, Niños, Padres, Vacaciones, Viajar con niños, Viajes
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