Revista Cine

AtlántidaFilmFest: Análisis de "Cuchillo de Palo"

Publicado el 03 marzo 2011 por Fimin

Rodolfo fue el único de tres hermanos que no quiso ser herrero como el abuelo. En el Paraguay de los 80 bajo la dictadura de Stroessner quiso ser bailarín. La historia de Rodolfo revela una parte de la Historia oculta y silenciada del país. Cuchillo de Palo es una confrontación entre dos generaciones y su posicionamiento en el mundo que habitamos.

     “Cuando pregunté de qué murió me dijeron: “de tristeza”. Aquella respuesta contradecía todos mis recuerdos sobre su vida”.Años 80. Latinoamérica todavía es gobernada por buitres con uniforme. Alfredo Stroessner era uno de ellos, volaba en círculos alrededor de sus víctimas con la ligereza de quien está avalado por el silencio norteamericano. La victima: Paraguay. Stroessner gobernó el país con esa falta de respeto a la vida propia de cualquier dictador que sustenta su discurso en eso del “enemigo interno” o eso otro de “los salvadores de la nación”, y el enemigo del que había que salvar a su nación no era otro que quien pensaba diferente. Comunistas, intelectuales y homosexuales. El cabaret militar duró nada menos que treinta y cinco años, de 1954 hasta 1989, pero su sombra se alarga hasta la actualidad, fermentando su idiosincrasia no sólo en los sectores más rancios y poderosos de la población, algunos miembros de aquella junta militar son hoy altos cargos políticos, sino también en el inconsciente colectivo de casi todos los paraguayos, a quienes aún les da reparo verbalizar ciertas cuestiones.

Y es esta parálisis anacrónica la que Renate Costa dibuja y denuncia en su película “Cuchillo de palo”. ¿Cómo? Ella misma se coloca en el centro de la narración, haciendo de un suceso familiar la mínima expresión de lo que fue una sociedad atada de pies y manos, y por consiguiente, parte de la historia no sólo de un país sino de casi todo un continente.

Renate tuvo dos tíos, uno de ellos junto con su padre siguieron trabajando en la herrería del abuelo, el tercero opto por ser bailarín. Evidentemente, a los buitres no les gustan los bailarines. La muerte de este tío en extrañas circunstancias desata una incansable búsqueda de Renate a través de conversaciones con viejos amigos del difunto, vecinos y familiares. Poco a poco nos vamos adentrando en la oscura subsistencia de un homosexual en el sórdido Paraguay de Stroessner pero, paralelamente, y cada vez con más fuerza, en el Paraguay post-dictatorial. Lo que comienza siendo la construcción de un personaje ausente termina por definir a los personajes presentes, principalmente el padre de Renate. Desde mi punto de vista, este es el verdadero protagonista de la historia, es el silencio del padre, su neutralidad narrativa y su auto justificación eclesiástica. El padre es el símbolo del Paraguay malherido, el que viste a los muertos con ropas de colores, quien rechaza ahondar en la herida negando la sangre o evitando las preguntas por miedo a que alguien le responda.

Una secuencia de la película es esclarecedora; en uno de los encuentros con el padre, y después de tantos otros donde el tío homosexual fue el núcleo de las conversaciones, la hija le pregunta si él sabe porque está tan interesada en este tema y se pasea cámara en mano por todo el barrio, a lo que el padre, con todo el peso del autoengaño en los parpados, le responde que no, que no tiene ni idea y que tampoco se le ocurrió averiguarlo. Él, antes que interrogarse a sí mismo, lo hace con Dios, porque Dios siempre tuvo una respuesta para todo, incluso para las más crueles dictaduras y los más dolorosos silencios que más que silencio, son olvido. Y en Latinoamérica, como también en el resto del mundo pero en este caso aquí, hay que tener mucho cuidado con eso del olvido, ya que de él se puede destilar un sucio perdón.


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