Revista Medio Ambiente

Atrapando a los recuerdos

Por Valedeoro @valedeoro

recuerdas

Por la ventana veo la lluvia caer a cantaros. Las vacaciones de verano de repente parecen más lejos que nunca. Aún puedo presumir del bronceado de las playas de Bali, por lo menos frente a las personas que conocen mi yo pálido del resto del año. Me quedan las fotos y dos juegos de viento de bambú que cantan frente a la ventana de la habitación. Aunque no son el único recuerdo: cada mañana recuerdo al profesor de yoga que creó mi rutina actual de estiramientos matutinos.

Mientras los turistas al nuestro alrededor volvieron con maletas adicionales llenas de artesanía balinesa, nosotros despachamos las maletas del equipaje de mano por comodidad más que por su peso. Invertimos nuestro presupuesto en comida excepcional y masajes de todo tipo, experiencias que permiten vivir el momento y no pesan nada.

Lo que me deja con la pregunta: ¿cómo puedo mantener vivo estos recuerdos?

¿Por qué necesitas estos recuerdos?

Los fotos guardados en el disco duro, los imanes de nevera que se pierden entre los demás imanes, las figuritas y postales que pronto atrapa polvo en algún rincón: ¿realmente las utilizas para recordar un viaje hermoso? O quizás son el reflejo de una preocupación oculta de que te estás perdiendo algo.

¿Por qué necesitas un recordatorio visual de tus viajes, de tu vida? ¿A quién quieres impresionar? ¿A quién quieres demostrar lo interesante que es tu vida? ¿Por qué temes de que te vas a olvidar de este viaje? ¿Y si lo olvidaras, tan grave sería?

Para muchos turistas la búsqueda del souvenir perfecto se convierte en la razón de ser del viaje y en la actividad principal de los últimos días. Del otro extremo estoy yo que siento la necesidad de defenderme por no comprar regalillos ni invertir en cacharros atrapapolvos que tarde o temprano acabarán en el altillo o algún fondo de armario.

La curiosa vida de los recuerdos almacenados

Los souvenirs tampoco son el recuerdo, son sólo un atajo para poder recordar un viaje (o una boda, un cumpleaños, el nacimiento de tus hijos). El recordatorio visual te ayuda a volver al momento… en el que compraste aquel cacharro. Quizás la figurita del budha te recuerda a los visitas de los tiempos. O quizás te hacen regresar al estrés de escoger la figura perfecta en una tienda llena de turistas tan desesperados como tu. Y el momento que guardas la figurita para no mirarla nunca más, el recuerdo se desvanecen con ella.

Sin el recordatorio físico, los recuerdos son igual de inestables como con el souvenir guardados. Sin embargo, si has invertido tu tiempo (y tu dinero) en experiencias diferentes, estos recuerdos pueden surgir en las situaciones más inesperadas – independiente de cualquier cacharro físico.

Cada vez que pruebo una comida picante, recuerdo a nuestro viaje a Tailandia donde la guía nos advertía que “comida picante es boca feliz y culo triste”. Cuando veo una persona mayor con los dedos ásperos recuerdo al masajista anciano que consiguió me quitó todos los dolores de espalda a cambio de dos días de agujetas. Los recuerdos no desaparecen por no tener recordatorio físico, más bien surgen en situaciones más aleatorias y más sorprendentes.

¿Aun crees que necesitas guardarlo todo en su formato físico?


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