Revista Cultura y Ocio

“Augusto” de Adrian Goldsworthy

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

De revolucionario a emperador.

Cubierta de: Augusto

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Idus de marzo del año 44 a.C., Julio César fue asesinado a los pies de la estatua de Pompeyo. En ese momento, Octavio no era más que un oscuro adolescente recién adoptado por el primer hombre de Roma. Ante el magnicidio, dio un paso al frente y se proclamó su legítimo heredero y sucesor. Nadie le tomó en serio; sin embargo, en pocos meses formó un ejército y consiguió alzarse como uno de los tres hombres más poderosos del momento con Marco Antonio y Lépido
Durante la década siguiente su autoridad se fue consolidando mientras Marco Antonio fracasaba en Oriente y caía en los brazos de Cleopatra. Octavio, confiado en sus fuerzas, atacó a su viejo aliado y le venció. En el 31 a.C., ya sin rivales, se convirtió en el primer emperador acabando para siempre con la República. Y así, Octavio pasó a llamarse Augusto y Roma se transformó en un imperio.
Consumado manipulador, propagandista y con gran dominio de la teatralidad, Augusto podía ser impulsivo y emocional, despiadado y generoso. De la familia y los amigos esperaba que representaran los papeles que les había asignado, por eso exilió a su hija y su nieto cuando no se ajustaron al guion. Fue el suyo un gobierno repleto de contradicciones por lo que su personalidad resulta difícil de aprehender. En esta nueva biografía, Adrian Goldsworthy ―como ya hiciese para abordar la figura de Julio Cesar― se apoya exclusivamente en las fuentes antiguas para tratar en detalle la existencia del emperador y dar nueva luz sobre el hombre y su época.

No se puede estudiar la historia de Roma sin encontrarse con Augusto y su legado. Fue el primer emperador, el hombre que finalmente reemplazó una República que había perdurado durante casi medio milenio por una velada monarquía. El sistema por él creado le dio al Imperio cerca de doscientos cincuenta años de estabilidad, durante los cuales fue más grande y próspero que en ningún otro momento de su historia. En el siglo III d.C. se enfrentó a décadas de crisis y solo sobrevivió tras una amplia reforma; pero, incluso entonces, los emperadores «romanos» que gobernaron desde Constantinopla hasta el siglo XV se consideraron los legítimos sucesores del poder y la autoridad de Augusto.
Augusto no tenía diecinueve años cuando se lanzó a la extremadamente violenta política de Roma, de modo que casi siempre era el más joven de la clase. A menudo no resulta sencillo acordarse de esto cuando se narra lo que hizo, abriéndose camino de forma hábil y carente de escrúpulos por entre las cambiantes alianzas de esos años de guerra civil. Sobrino nieto del asesinado Julio César, quien en su testamento lo convirtió en su principal heredero y le dio su nombre, que Augusto adoptó para señalar su adopción completa. En Roma se suponía que el poder no se heredaba, pero armado con este nombre reunió a los seguidores del fallecido dictador y proclamó su intención de asumir todos los cargos y estatus de su padre. Y eso es lo que seguidamente consiguió, con todas las probabilidades en contra y enfrentándose a rivales mucho más experimentados. Marco Antonio fue el último de ellos, y ya estaba derrotado y muerto en el 30 a.C. El joven y mortífero caudillo de las guerras civiles consiguió a continuación reinventarse a sí mismo como el amado guardián del Estado, adoptó el nombre de Augusto con sus connotaciones religiosas y terminó siendo apodado «padre de la patria», una figura inclusiva más que divisora. Ostentó el poder supremo durante cuarenta y cuatro años —un período de tiempo muy largo para cualquier monarca— y, cuando falleció de viejo, no cupieron dudas de que sería su sucesor designado quien lo seguiría en el cargo.
Sin embargo, a pesar de su notable biografía y su profunda influencia en la historia de un imperio que dio forma a la cultura del mundo occidental, César Augusto ha desaparecido de la conciencia general. Para la mayoría de la gente es un nombre mencionado en las misas navideñas o las funciones de Navidad en los colegios, y nada más que eso. Casi nadie se para a pensar que el mes de julio recibe su nombre de Julio César, pero sospecho que todavía son menos aquellos conscientes de que agosto se llama así por Augusto.

Adrian Goldsworthy

Adrian Goldsworthy

El autor:
Adrian Goldsworthy nació en 1969. Es doctor en Historia, estudió en el St John’s College de Oxford y ha enseñado en varias universidades. Entre sus libros, publicados a más de una docena de idiomas, cabe destacar The roman Army at War, Roman Warfare, Las guerras Púnicas, Cannae, Grandes generales del ejército romano, César, La caída del Imperio romano, Antonio y Cleopatra y la novela histórica Soldados de honor―estos cuatro últimos publicados con gran éxito en La Esfera―. Dedicado exclusivamente a la escritura, en la actualidad colabora en documentales televisivos sobre temas romanos y es profesor visitante en la Universidad de Newcastle. Frecuentemente aparece, como experto, en documentales de History Channel relacionados con su especialidad.

El libro:
Augusto (título original: Augustus, 2014) ha sido publicado por la Editorial La Esfera de los Libros en su Colección Historia. Traducido del inglés por José Miguel Parra Ortiz. Encuadernado en tapa dura, tiene 632 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo un vídeo titulado:

Roma del caos al orden, Octavio Augusto. Nacimiento del Imperio Romano.

Para saber más:

http://www.adriangoldsworthy.com/


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