Revista Educación

Aún seguimos desprotegidos

Por Ikerag @ikerag85

M2081S-1028La semana pasada apareció en los medios de comunicación una noticia sobre una realidad oculta en el mundo de los educadores sociales y que yo, como educador social que soy, no iba a dejar pasar en este blog. El titular de esta noticia es el siguiente:

“Viola y corta el dedo a una educadora social al echarte de un piso de acogida en Bilbao.”

Tremendo pero real, esta es una de las realidades con las que nos tenemos que enfrentar los educadores y educadoras y sobre ello quiero hablaros dejando de manifiesto mi indignación ante hechos de este calibre.

Por resumir, brevemente, la noticia decir que la educadora social fue atacada y violada por uno de los usuarios del piso de acogida en el que trabaja, un hombre magrebí de 44 años. Yo ya no quiero pararme en que sea un acto de violencia machista o en el origen del agresor porque ya sería entrar en un tema de estereotipos con los cuales no estoy nada de acuerdo; donde realmente quiero pararme es en la protección que pudo tener, y no tuvo, esta educadora ante un hecho así.

Es la triste realidad, mientras nuestro Gobierno se encarga de recortar en ayudas sociales para hacer que la vida de usuarios de distintos servicios sociales sea un poco mejor y que la seguridad de los trabajadores sea efectiva, nos encontramos a los educadores y trabajadores sociales lidiando ante usuarios que son, realmente, agresivos por la situación en la que les ha tocado vivir o por otras consecuencias como puede ser la droga y que, hasta que no ocurren situaciones como la de este tipo, no se empieza a hacer nada ante ello, me parece totalmente indignante. Pienso que aunque se hagan estos recortes sociales, finalmente, el capital monetario no es realmente válido si lo que se está perdiendo por el camino es el capital más importante que es el humano, porque somos nosotros, los educadores y educadoras, los que intentamos con nuestro sacrificio y esfuerzo hacer que la vida de las personas necesitadas y que acuden a nuestros servicios tengan una vida mejor que la que tienen.

Para acabar mi manifiesto, transmitir todo mi apoyo a mi compañera educadora, que lamento profundamente que le haya tenido que tocar a ella y que de todo lo malo se aprende, aunque no sirva de consuelo y que estoy convencido de que será capaz de salir de este pozo en el que ha sido metida de manera obligada, porque la fuerza y el valor que los educadores y educadoras tenemos pocas personas lo tienen y somos capaces de transmitirlos. Por eso mismo, luchemos por mayor protección y que se nos tenga en cuentan de una vez por todas.


Aún seguimos desprotegidos

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