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Autógrafos, dedicatorias…como piezas raras.

Publicado el 10 abril 2010 por Ad

Dedico esta edición a mis enemigos,
que tanto me han ayudado en mi carrera.
Camilo José Cela 
La familia de Pascual Duarte

Autógrafos, dedicatorias…como piezas raras.
 Sé que muchas personas como Eva y Fenixidio conservarán para siempre esos libros que generosamente sus autores les dedicaron. Esas palabras breves estampadas en la portadilla atraparon minutos de intercambio con el autor, que ya les había regalado su talento con una literatura seguramente inolvidable.

Autógrafos, dedicatorias…como piezas raras.

Dedicado por el escritor Manuel Talens, en su libro Hijas de Eva, a Alberto Korda, reconocido fotógrafo cubano, ya fallecido.

Hay dedicatorias muy originales, y no me refiero a las impresas, que esas ya son parte del cuerpo de la obra, sino a las manuscritas,  las de puño y letra, las “para mí”, esas que inician con un nombre y solo uno. Les ilustro con una curiosa: la que el autor Manuel Talens le dedicara a Alberto Korda. Si aún con las referencias no le ven nada de interesante, piensen si no es raro que haya llegado hasta Mi Librería.

Siempre van acompañadas de las firmas. Tal como pintores cotizados, los autógrafos de algunos escritores se han vuelto piezas de coleccionistas y sus precios pueden remontarse a cifras inimaginables, como aquella de James Joyce, en una primera edición de Ulysses, que en una subasta newyorquina se remontó a la elegante cifra de 460 000 euros, en 2002.

Sueño con adquirir una firma de Hemingway, de Whitman, de Neruda, de Cortázar, de Lorca o Pérez Galdós…lástima que no pueda pensar en retenerlas como el tesoro que son, sino en el aporte que darían a la economía familiar.

Autógrafos, dedicatorias…como piezas raras.

Si tienes este ejemplar y además autografiado...

Busco, como todo librero, esos nombres famosos demandados en todas las épocas y he llegado a tener dedicatorias de escritores cubanos importantes como Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Lezama Lima, Eliseo Diego. Y los he vendido, con dolor de mi alma y alivio para mi bolsillo.

Cierta vez, en un lote por el que confieso no había pagado mucho, encontré en un libro, aparentemente insignificante, la firma de Fidel Castro. El resto de la historia ya la saben.

En otra ocasión tuve casualmente dos ejemplares del mismo libro de Dulce María Loynaz, con la curiosidad añadida que tenían veinte años de diferencia. Sus ochenta y tantos habían transformado ya en tembloroso el trazo, pero sus palabras seguían firmes e ingeniosas, lúcidas como su mente de mujer excepcional. Cuánto siento no haber guardado al menos una foto de testigo.

Autógrafos, dedicatorias…como piezas raras.

Eduardo Galeano dedicando uno de sus libros. Si hubiera sido a mi...

Por Mi Librería han pasado cientos de dedicatorias más personales, íntimas, algunas tan sentidas y amorosas que no me imagino cómo el destinatario tuvo el valor de desprenderse de ella. Entonces he pensado que la vida tuvo que torcerle los caminos a esas dos personas y trocó lo que en un momento pudo haber sido afecto o admiración. Quién sabe si el libro me fue vendido después de  un robo, una traición, una muerte.

Es que el autógrafo da al libro un valor añadido, una prueba de singularidad, lo convierte en pieza rara. Los libreros lo persiguen, los coleccionistas lo atesoran, los buenos lectores lo conservan con celo, los malos lo abandonan con indiferencia. Pero la historia de los libros les ha dado su espacio y su valor, como sello distintivo de un instante atrapado en el tiempo con letras irrepetibles.

Autógrafos, dedicatorias…como piezas raras.

Firmado por el editor de Le Livre d´Oro de Victor Hugo, París, 1883.


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