Revista Educación

Avituallamiento

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Avituallamiento

No soy un tipo de grandes dispendios físicos. Nunca lo he sido. Ha habitado en mí, desde bien temprano, un señor mayor amante del reposo y la tranquilidad. Un vago, que dirían mis padres. Puntos de vista.

Lo cierto es que las típicas jornadas maratonianas de juegos infantiles las llevaba mejor si incluían intermedio y merienda. Que en mis noches juveniles de fiesta siempre había una hora de la madrugada en la que la idea de una cama (la mía, para dormir) se antojaba mejor panorama que cualquier otra promesa (bueno, aclaremos: cualquier otra promesa, no, pero esas excepciones eran muy excepcionales). Y los planes preferidos de los últimos años han sido todos sentado frente a una mesa repleta de cereales en sus muy diversas transfiguraciones.

Pero todo esto era cuestión de gustos. El cuerpo podía con más, solo que no quería. Ahora ya no (¿les he contado que tengo un hijo?). Me he dado cuenta de que ya no puedo salir de casa sin avituallamiento. No el del crío, que también: un ser humano en formación viene con más accesorios que un Máster del Universo. Avituallamiento para mí. O cargo con provisiones, o se las robo al niño, o programo paradas o llego a casa con mareos. Principalmente esto último, porque planificar nunca ha sido mi fuerte. Soy el gregario falto de forma de un equipo pobre invitado a un Tour de Francia en que solo hay Tourmalets.

El heredero cumple hoy tres años como tres puertos hors catégorie que él atraviesa repleto de energía, con los ojos brillantes y la ambición en las piernas. Poderoso. Yo voy con la lengua fuera desde las cinco menos diez de tal día como hoy de 2021. Si me sorprende, y me sorprende mucho, que al niño aún no le haya pasado nada estando a mi cargo, más me maravilla que no me haya pasado nada a mí.

Los que saben de esto, supongo, se encogerán de hombros entre resignados y condescendientes. Imagino que restarán importancia a mi necesidad de víveres y líquidos y argumentarán que el avituallamiento emocional compensa, y mucho, al dolor de espalda, al temblor de piernas, al amago de infarto.

Y así es.

Avituallamiento


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