Revista Belleza

Balneario de Mondariz, veraneos marcados por el glamour desde 1874

Por Termalistas @Termalistas
Balneario de Mondari


"Esto no es un Balneario es el palacio de las aguas. Ni en España ni en el extranjero hay nada superior…."

Así describía el Nobel de literatura D. José de Echegaray la grandeza y suntuosidad de la perla del establecimiento balneario que fue el Gran Hotel , llamado por muchos "El Escorial Gallego" debido a la solidez de sus materiales y a su aspecto monumental.
El 30 de Agosto de 1893 se pone la primera piedra del que coloquialmente se llamará el edificio número 2, el Gran Hotel Balneario. Se edificó a pocos metros al suroeste de la Fuente de Gándara. Las obras fueron dirigidas por D. Genaro de la Fuente y se termina el edificio en 1897. La decoración concluyó en 1898, año en que fue inaugurado. Se trataba de una construcción sólida, artística, amplia. Tres vastos cuerpos componían el edificio: uno central y dos laterales, unidos en forma básica de gigantesca E mayúscula, abierta al frente principal.
El cuerpo central, el mayor, se extiende de este a oeste. Su fachada principal estaba orientada al norte y abarcaba en total una longitud de 74 metros. Este cuerpo servía de unión a los dos menores, los laterales, ambos perfectamente simétricos y que discurrían de forma paralela de norte a sur. Sus fachadas miraban al este y al oeste, respectivamente y con una longitud de 50 metros cada una. Todos los cuerpos constaban de piso bajo y cuatro altos, denominados entresuelo, principal, primero y segundo, este último, abuhardillado, destinado en un primer momento al servicio del hotel. La techumbre era de pizarra y sus sólidos muros de granito procedentes de Ferres. Embellecían la fachada dinteles, jambas, archivoltas, resaltes, y apilarados también de granito.
El cuerpo principal se pronunciaba a su mitad en otro saliente, equivalente al trazo pequeño de la "E" mayúscula, en el se hallaba, a la altura del piso abuhardillado, un reloj. Se abría en él, sobre una escalinata, el "ingreso de honor", que daba acceso al vestíbulo y a dos galerías situadas a ambos lados, en el piso bajo, y cuya techumbre formaba, asimismo, delante del piso entresuelo dos terrazas descubiertas de idénticas proporciones. Además de este acceso central, en la fachada principal había otras dos escalinatas laterales. La de la derecha permitía el acceso exterior al comedor general y la de la izquierda, el acceso a los despachos del Director Médico y la Gerencia. Al extremo este del edificio se construyó poco antes de 1923, una ancha y descansada escalinata de granito que daba acceso principal al bosque inmediato. Subiendo al segundo tramo de las mismas y pasando sobre un pintoresco puente rústico se establecía comunicación con el piso entresuelo.
Aunque en general los establecimientos de esta índole solían tener una arquitectura mas bien monótona y rígida que los asemejaba a conventos u hospitales, el Hotel de Mondariz con sus escalinatas, alas salientes, balaustradas, pórticos, terrazas y galerías de la planta baja y con el paseo del parque que por delante le servía de ingreso recordaba, a primera vista, por el perfil, a los grandes chateaux franceses de la época de Luis XIV.
El interior fue decorado con igual detalle y esmero, destacando la elegancia y riqueza de los materiales. Todo el mobiliario y la ebanistería procedían de la industria española, así como el resto de los materiales empleados y la ejecución de los trabajos. Se encargaron los materiales a las más prestigiosas firmas de la época. Así los herrajes provenían de D. Pedro Echevarría, de Victoria; el mobiliario de D. Daniel López de Garayo, también de Victoria y Sánchez Puga de Vigo. Los sanitarios de los Sres. Santiago y Cía, de Madrid; los materiales decorativos de la Metalúrgica Ibérica, de Villazón y Cía y de la Fábrica de San Juan de Alcáraz. Los vidrios y la loza de Gijón, aunque esta última, también de Sevilla; los mosaicos y azulejos procedían de Barcelona y Valencia y el alumbrado eléctrico y timbres de los talleres de la Sra. Vda. De Aramburo.
La distribución interior estaba en concordancia con la refinada suntuosidad del inmueble. En la planta baja destaca el vestíbulo, al que se accedía por la entrada principal del edificio, bajo una arcada de cristal de colores, y que ya hacía suponer al huésped la riqueza del interior. Era el vestíbulo una amplia habitación decorada con grandes espejos y cristales con una arcada que servía de marco a la puerta principal. Contaba con dos puertas laterales a través de las que se accedía al restaurante, por la parte derecha, y al salón de descanso por la de la izquierda.
En el ala izquierda del edificio con acceso exterior por la fachada principal, se encontraban los despachos del Director Médico, del propietario, las oficinas de administración y el departamento hidroterápico, que contenía ocho cuartos independientes para los baños de agua mineral, sala de inhalaciones y pulverizaciones, duchas y baños de asiento. Las duchas móviles así como las de agua caliente y fría abundaban en todas sus variedades y aplicaciones: de lámina, de espita, de regadera, de lluvia, de alta presión, de ligera presión, etc. También disponía de un laboratorio de la Dirección Médica y un gimnasio.
Comunicando ambas alas, discurriendo en paralelo con la fachada principal, se encontraba un pasillo para paseo o galería de planta baja, que permitía la entrada a múltiples dependencias. Estaba provista de cómodos asientos, adornada con plantas, pinturas, fotografías y grabados, lo que significaba en realidad un pequeño museo más que un adorno. Proporcionaba un espacio ajeno a los rigores atmosféricos, para solaz de los huéspedes.


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