Revista En Femenino

¡Bares, qué lugares! (Por Ana)

Publicado el 08 marzo 2010 por Imperfectas
¡Bares, qué lugares! (Por Ana)
Mi madre siempre me dice: “si escucho alguna vez que se ha desplomado un edificio en tu zona no me preocuparé, pero si oigo de una explosición, un atraco, o cualquier cosa en la calle me echaré a temblar... vamos, que a ti la casa no se te cae encima” Y, como casi siempre, lleva más razón que un santo. Me encanta hacer vida de puertas para afuera, cuando estoy mucho tiempo en casa me entra la claustrofobia y me agobio, tengo que salir a darme una vuelta, ir al cine, ver escaparates... De ahí que me guste tanto vivir en una ciudad como Madrid, en la que tienes miles de distracciones a la vuelta de la esquina. Bien es cierto que con la edad y la estabilidad me he vuelto mucho más casera y cada día disfruto más de quedarme en casa oyendo música, viendo una serie o leyendo... pero vamos, que por unas cosas u otras siempre estoy de picos pardos...
Y si hay un lugar que me guste en el mundo son los bares, pero los bares de verdad, lo de toda la vida, los que algunos llaman de viejo, otros de barrio y yo digo de tapas y cañas. Tal vez lo lleve en la sangre, mi padre ha trabajado en hosteleria toda su vida. Tiene un bar desde que yo tenía 18 años y yo no sabría decir cuántas cañas he puesto en mi vida, pero puedo asegurar que son muchas. He trabajado por temporadas detrás de la barra y he vivido de cerca lo duro que es el oficio, aunque a mi progenitor le encanta y puedo entender el porqué. Un bar de este estilo es el resumen perfecto de lo que es la gente de barrio, de sus preocupaciones y alegrías, personas que convierten el lugar en “su bar”, al que van todos los días y no solo para tomarse una caña o un chato vino, también para meterse con el camarero porque es del Barcelona y ese día han caído ante el Sevilla o para hablar de la última reforma de Zapatero... Se crea una sensación de familia, se conocen la mayoría y se llaman por su nombre. Tienen sus peleas, dejan de venir un tiempo cuando se enfadan y luego aparecen como si nada. Es lo que yo llamo “pertenecer”, que el camarero, aunque no vayas todos los días, sepa perfectamente que te gusta la leche templada o que te invite a la segunda caña porque sí... Y siempre, siempre ponen tapas, porque si no ni es un bar ni nada que merezca un nombre parecido
Hoy hemos estado mi chico y yo en mi antiguo barrio. Nos hemos dado una vuelta por el rastro y hemos arreglados unas cosas de la casa que todavía conservo. Cuando hemos acabado era justo la hora del aperitivo y hemos ido al bar al que solíamos ir cuando nos quedábamos por allí. Os pongo en antecendentes por si alguien se ha perdido mis posts: ahora vivimos en un barrio rico, muy rico, donde no hay chinos, ni zapaterias baratas, ni mercerias y mucho menos bares normales, solo de diseño y de los que cierran a las ocho de la tarde. Por supuesto, en la mayoría de ellos lo de las tapas no saben ni lo que es y los clientes se dirigen a los camareros para “ordenarles”. Si los empleados conocen el nombre del cliente siempre anteponen el don o el señor. Nosotros hemos encontrado uno enfrente de casa al que ya “pertenecemos” y no está mal, van todos los obreros que trabajan por aquí y las dependientas de las tiendas carísimas, pero como salimos tan tarde de trabajar, ni siquiera podemos tomarnos la cervecita de descompresión allí porque cierran con los comercios. Así que os podéis suponer, con todo lo que acabo de contar, cómo nos hemos sentido cuando hemos entrado en este local y nos han plantado dos botellines de Mahou, así, de entrada, con una tapa que se componía de dos trozos de tortilla de patata con pimientos y dos pedazos de pan con beicon frito encima... El camarero vacilaba con unos señores mayores con gorra que estaban tomando unos chatos: “Luis, es que a tí te quitan al Atleti y te mandan a la tumba”. Un chico hablaba a gritos con la otra camarera: ·Es que tu amigo el Manolo no veas como es...” Una parejita hablaba de sus cosas rodeado de gente que pelaba gambas, ajena a todos ellos, mirándose a los ojos. He mirado a mi chico casi con lágrimas en los ojos y he visto en él la misma emoción: “Me encantan estos bares...” Si es que ya lo dijo Gabinete Caligari... No hay que explicar más...

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