Revista Sociedad

Barracudas sociales

Publicado el 19 septiembre 2010 por Fujur
Nos acercamos a las próximas elecciones al Parlamento Autonómico catalán, y una baja participación en los comicios parece ser que se confirmará, una vez más, el próximo 28 de noviembre (día del F.C.Barcelona – Real Madrid). Lejos de preocupar en exceso, la falta de participación se antoja como un beneficio, en parte buscado, para ciertos partidos políticos. Aquellos partidos con un electorado más disciplinado (generalmente los partidos nacionalistas) se ven beneficiados por la baja participación, más cuando, como bien se sabe, losBarracudas sociales simpatizantes de centro-izquierda (PSC y Ciutadans) son más propensos al “absentismo electoral”. Para los gorrones, “free riders” que dirían los ingleses, echar a las partes del organismo es ley de vida. Me explico. Ya en la Edad de Oro de la literatura en lengua catalana, Francesc Eiximenis escribió acerca de la sociedad como un todo, como un cuerpo, donde cada parte del hombre figurado representaba un estamento, un sector de la sociedad real (los brazos eran los hombres de armas, los ojos y oídos, los jueces y oficiales). Todo está en perfecta armonía dentro de la ciudad ideal de Eiximenis. Más tarde, Thomas Hobbes tomaría un modelo similar, representado a su “leviatánico” Estado de una forma similar. Sin querer emular la sabiduría del célebre gerundense, compararía la sociedad actual con un banco de peces. Dentro de él hay miles de individuos formando un sólo todo, por más que, en no pocas ocasiones, existan otros especímenes interesados en hacerles “romper filas”, y conseguir que el cuerpo único se desinfle, echando a la parte del organismo común. Estos individuos de malévolo propósito pudieran recibir el nombre de “barracudas sociales”, seres depredadores que intentan agujerear el cuerpo social, para sus propios propósitos. Gentes que, lejos de tener prejuicio alguno, se nutren de la desunión con el fin de alimentar una situación de privilegio (so pena de dañar a la representatividad real). Guste o no, hay a quien le gusta que el “banco” democrático esté disperso, que no todos formen parte del sistema electoral. Una participación masiva perjudica a los partidos del “establishment” político... ¿qué interés van a tener en promover la participación ciudadana masiva en las elecciones? Utilizar a la gente, sacándola del organismo democrático, es una forma de sujetar el Poder. Recuerdo cómo uno de mis más entrañables profesores nos exhortaba en clases de Derecho Administrativo a que jamás dejáramos de participar en política, que no permitiéramos que la política no fuera terreno para las mentes más preparadas, dejando el paso libre a los interesados Barracudas socialesde turno. Ciertamente, suscribí esa afirmación entonces, y lo hago ahora. La participación política no sólo debe de manifestarse en las urnas, sino también en la participación dentro de los partidos políticos. El trabajo de militante debe de dejar de parecerse al del sindicalista (gente interesada por el ámbito público, desconectada de la realidad, y sin dar cuentas directas con el pueblo). Debemos adaptar nuestro sistema representativo a la cambiante sociedad que representa. La regeneración democrática se hace indispensable. No sólo se requiere que el “banco” vuelva a funcionar, sino que lo haga antes de ser carroña para barracudas (algo que ya está sucediendo...). Hablar de política no puede llegar a convertirse en un “hablar de cosa ajena”, de “negocios de otros”. La “cosa pública” debe ser una parte de nosotros mismos, no podemos obviar que nuestra vida como animal social se basa en la convivencia, y sin política, ésta es imposible. Debemos volver al ágora de la oratoria, volver a vivir la política, participando en todo aquello que nos afecta. Tal vez la falta de solidaridad social, el incivismo y demás actos vandálicos tengan algo que ver con ello. El Estado (o la Comunidad Autónoma, el Ayuntamiento o la Provincia), no es visto como algo propio de cada cuál, sino como un “individuo social” ajeno. Las propiedades públicas son sólo de los entes públicos (entes ajenos a nosotros), colarse en el tren es robar a Renfe, y no a cada cuál de los ciudadanos que con nuestros impuestos sufragamos las infraestructuras de este país... La desconexión entre realidad y urnas es flagrante. ¿Podrán ser capaces aquellos que se benefician (nuestras “barracudas”) de buscar una solución para el problema? Por mi parte lo dudo, pero no por ello dejaré de participar o hablar de política. * Aprovecho para recordar a un defensor de la libertad recién difunto. ¡Descanse en Paz, D. José Antonio Labordeta!


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