Revista Arquitectura

Basílicas, templos y duros comentarios

Por Arquitectamos
Me estáis acostumbrando muy mal con vuestros amables comentarios, que muchas veces llegan incluso a elogiosos. Me estáis acostumbrando tan mal que cuando llega alguno crítico no lo entiendo. Tengo el típico buenrollismo de "encajo muy bien las críticas", y tal. Pero cuando me llega una me sale el "no me ha entendido", "es que no era eso lo que yo quería decir", etc. Ya, claro, lo de siempre. Lo de "yo soy muy demócrata, pero como alguien me contradiga me lo cargo". Ya, claro. Muy bonito. Pues sí. Lo último es que, en muy poco tiempo, he recibido tres ácidos comentarios sobre una entrada mía de hace más de dos años, y que en su día fue muy bien acogida: "Otra charla de Oíza: Mies vs Aalto". (Incluso está entre las más leídas de este blog, como podéis comprobar en el listado de la columna de la derecha).
Pues después de unos cuantos elogios a esa entrada tengo dos comentarios muy recientes que dicen que ese texto sólo expresa una opinión personal (de Oíza, que yo encontré acertadísima cuando la escuché, y por eso la conté) y que no hago un estudio previo real sobre los dos arquitectos comparados. (Hombre: Hacer un estudio previo de Mies van der Rohe y de Alvar Aalto antes de contar la charla de Oíza es hacer varias tesis doctorales, y esto no es más que un blog, y yo no soy más que un bocazas).
Pero no ha sido aquí, en el blog, sino en twitter donde he recibido la puntilla: Una tuitera dice sobre esa entrada: "El peor artículo de Arquitectura de toda la historia. ¡Hay que estudiar más, señores!". Tela: El peor de toda la historia. Jopelines, qué bajona.
¿El plural "señores" incluye a Oíza? Porque mi artículo era tan solo la glosa de su charla. Pues no: Al parecer no lo incluye. Otro tuitero le contestó para defenderme (se lo agradezco mucho), y ella insistió, diciendo esta vez que yo me limitaba a reproducir lo que oí, sin aportar nada. En eso tiene razón. Releo el texto y veo que lo único que dije de mi cosecha fue el final: La comparación entre las iglesias de Alvar Aalto y de Mies van der Rohe.
Así que, como purga y penitencia, me propongo desarrollar (mínimamente: Esto es sólo un blog, y un blog muy personal) la idea del templo como casa de Dios y la del templo como asamblea de los fieles. Y en esto no copio a Oíza.
Basílicas, templos y duros comentarios Mies van der Rohe: Capilla de St. Saviour, IIT, Chicago. Alvar Aalto: Iglesia del centro parroquial de Riola, Italia.
Aalto hace una iglesia muy agradable, muy acogedora, mientras que Mies hace una iglesia muy fría. La de Mies es geometría, pura abstracción. Es la casa donde vive un dios racional y conceptual, un ser absoluto y trascendente. Y vive allí. Allí sólo puede vivir un ser sobrenatural.
La iglesia de Aalto es, por el contrario, el espacio en el que los seres humanos -dubitativos, imperfectos, torpes- le buscan.
Aalto, con su iglesia, ayuda a los fieles a que estén tranquilos, plácidos, y puedan elevar sus pensamientos y sus sentimientos. A Mies, en la suya, le da igual cómo estén los fieles: Dios está a gusto. O, mejor dicho, Dios está en su sitio. Y eso es lo que cuenta.
Aalto proyecta para los hombres, y Mies para Dios.
En las civilizaciones antiguas los templos eran las casas de los dioses. Los dioses (las estatuas que eran algo más que sus representaciones tal como las entendemos ahora) estaban allí alojados y eran atendidos por los sacerdotes. Los fieles se acercaban a orar y a realizar diversos actos de culto, pero siempre fuera del templo.
Basílicas, templos y duros comentarios Denario de Antonino Pío. 158-159 d.C. En el reverso, templo del divino Augusto. (En su interior se ven las estatuas de Augusto y Livia. El artista grabador ha hecho el truco de separar un poco más de la cuenta las dos columnas centrales, para que se vean los divinos moradores del templo.
Cuando el cristianismo se impuso en el Imperio Romano, el modelo arquitectónico de templo dejó de servir. Los fieles se reunían en asamblea, celebraban sus cultos todos juntos, y la presencia de su Dios no era la rotundidad física de antes, sino la conciencia de los cristianos de que estaba allí, entre ellos.
Por lo tanto, en el cristianismo, la sacralidad del espacio es el espacio mismo lleno de "hermanos en la fe".
Entonces, para construir los nuevos templos cristianos se busca un precedente arquitectónico que no tiene nada que ver con la religión, sino con la colectividad, con la "civilidad".
Las basílicas eran grandes naves en las que se alojaban los tribunales, pero en ellas también se colocaban los cambistas, y también se desarrollaban diversos usos comerciales y sociales.
Basílicas, templos y duros comentarios Denario de Marco Emilio Lépido. 58 a.C. En el anverso, la virgen vestal Emilia. En el reverso, la Basílica Emilia, en el Foro Romano.
En este caso vemos claramente cómo un cambio en la concepción de la divinidad implica un cambio en el espacio arquitectónico.
Le doy la vuelta al razonamiento y aventuro que una distinta concepción espacial manifiesta un diferente concepto de lo divino.
En ese sentido (¿era en ese sentido? Ya no sé) es en el que decía que Mies... No. No era en ese sentido.
Tanto en la iglesia de Mies como en la de Aalto entran los fieles. El espacio es "interior". Pero la de Mies, a mi juicio, toma algo del templo clásico, y no es ya que en su obra no exista "espacio interior", como en la de aquellos templos (Zevi dixit), sino que ese espacio interior es abstracto, duro, inexpugnable. Los fieles están ahí dentro, pero mejor que no se muevan y que no molesten. Que no alteren la sacrosanta estructura geométrica.
Los tres estores que vemos en la foto son solidarios: O todos levantados o todos bajados. De la misma forma, se me ocurre que para asistir al culto a esa capilla hay que ir vestido de RAL 1019, 4012 o 7000, y la estatura, longitud del pelo, tipo de calzado, etc, debe ser aprobada por el sacerdote encargado de que no se altere nada y de que la divinidad geométrica-conceptual permanezca íntegra.
La iglesia de Aalto también es ordenada y meticulosa, pero admite muchas más variables y menos disciplina.
Vuelvo a insistir en que Aalto es un arquitecto muy humano, mientras que Mies es divino.
Si yo tuviera un carácter ascético, o incluso místico, preferiría ir a misa a la capilla de Mies. Pero soy un irrespetuoso, un zascandil y un crío, y además estoy seguro de que el cura de la iglesia de Aalto es mucho más simpático.
(Hala, otra disquisición que mezcla cosas y no estructura ninguna línea de pensamiento coherente. Pero, si a pesar de eso te ha interesado algo de lo que he escrito, clica, por favor, el botoncito g+1 que verás aquí debajo. Muchas gracias).
(Si, por el contrario, quieres hacer un duro comentario sobre esta entrada, puedes hacerlo libremente).

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