Revista Cultura y Ocio

Batalla de Falkirk

Por Joaquintoledo

Fue así que con un número mayor de soldados, altamente experimentados esta vez, pues muchos de ellos provenían del frente francés, empezó a planear una segunda ofensiva que debía culminar con cualquier tipo de revuelta en Escocia, adhiriéndola a Inglaterra para siempre. Una de sus primeras acciones fue la de trasladar el gobierno hacia la ciudad de York, desde donde podría dirigir las operaciones que se llevarían a cabo al norte, allí Eduardo permanecería los siguientes seis años.

Era 1298 y un consejo de guerra analizó todas las situaciones posibles que evitasen una nueva derrota y que llevasen a la victoria en el menor tiempo posible. A dicho consejo asistieron muchos nobles escoceses, quienes veían con desagrado al invasor, y a quienes  no les quedó otro remedio si querían mantener el status y sus bienes, pues de momento Eduardo era el más fuerte. El 25 de junio se reunieron las fuerzas de Eduardo, nada impresionantes en cantidad pero sí en calidad, eran en total 2 mil caballos y 12 mil infantes, además de innumerables arqueros, la marcha final hacia sus objetivos se inició a principios de julio. Pero, ¿qué pasaba del lado de Escocia? Pues resulta que Wallace había nutrido sus fuerzas con más voluntarios y consiguió reforzarlas, con el título de Guardián de Escocia que abanderaba, la fe del pueblo en él era algo indiscutible. Su plan, ante la mejor situación de los ingleses, fue muy sencillo: tierra quemada.

Los escoceses conocían mejor el terreno y contaban con el apoyo local pues peleaban sobre su suelo, se retiraron no dejándole nada al odiado invasor, por lo cual Eduardo debió enfrentar a esta frustración desde un inicio. El único plan para poder sostener a unos agotados ingleses fue el de abastecimiento por mar, el cual no resultó adecuadamente; el ejército fue alcanzado en Escocia central por la armada cuando muchos ya estaban al borde de la inanición. Esto por supuesto generó una desmoralización tremenda en el ejército y Eduardo notó algunos signos de deserción. Hubo otro bochornoso incidente en la cual parte de la infantería de Gales se emborrachó y los jinetes ingleses arremetieron contra ellos matando a 80 galeses, el hecho es que aunque el soberano marchase con sus tropas, se notaba en el ambiente la indisciplina. Para el rey estaba claro que si las cosas no cambiaban pronto se vería obligado a ordenar una retirada que no haría sino más que reafirmar su derrota frente a un enemigo considerado muy débil e inferior. Eduardo estuvo a punto de marchar sobre Edimburgo pero su inteligencia le señaló que Wallace estaba en una floresta cerca de Falkirk.

El preludio

El ejército de Wallace era relativamente débil, estaba compuesto por lanceros en su mayoría que daban un aspecto intimidante, además los escoceses poseían cuatro vehículos blindados al mejor estilo de tanque antiguo, llamados schiltrons, los cuales estaban llenos de arqueros e iban protegidos por infantería. En total contaba con 5 mil de infantería y mil de caballería. El 22 de julio exactamente los escoceses se ubicaron delante del bosque Callende, los ingleses los avistaron alistando sus tropas en cuatro batallones. El ala izquierda inglesa lo mandarían los condes de Norfolk, Hereford y Lincoln, el ala derecha asimismo estaría dirigida por el obispo Antonio Bek, mientras que al centro iba el propio rey aunque un par de metros más atrás. Los ingleses consiguieron rodear a la línea de frente escocesa envolviéndola en forma de “U”.

Derrota escocesa

Eduardo miró arrogantemente a su enemigo tal cual éste lo miraba a él, trató de reconocer a Wallace entre la multitud pero en un inicio no pudo, aún no lo conocía, aunque faltaba muy poco. Sorpresivamente Norfolk tomó la iniciativa cortando aquel molesto silencio y atacó desde el ala izquierda inglesa. Mientras tanto,  el obispo Bek no quiso reducir el frente y decidió dar espacio al rey conteniendo su ala derecha, sin embargo,  el odio hacia los escoceses era tan grande que sus soldados ignoraron la orden y marcharon a la batalla. Los escoceses fueron rodeados por completo, teniendo sólo el bosque a sus espaldas para huir, así entonces estalló un épico combate, fiero y decidido entre ambas partes. La caballería inglesa, muy superior, estuvo a punto de quebrarlos en un principio, pero los shiltrons se mantuvieron firmes y las lanzas escocesas pronto empezaron a actuar y los caballos fueron cayendo uno por uno.

Eduardo observaba atento el quiebre de su caballería, pero dio la orden de retroceder un poco para reagruparse y volver a atacar. La infantería inglesa buscó acabar con los lanceros para que su propia caballería se despliegue sin problemas y se dio origen así a nuevos y crueles combates, así entonces, los schiltrons iban siendo cercados. Eduardo llamó a sus arqueros, los mejores de toda Europa quizá por aquella época, y le infligió un duro castigo a los escoceses. Las flechas penetraron en uno, dos, tres…docenas de escoceses y la resistencia pronto se desmoronó, Eduardo en su orden fue simple, no se detendrían hasta que a sus arqueros no se les acabase las flechas de su respectivo carcaj. Mientras tanto,  una impaciente caballería deseaba revancha y esperaba atenta la orden del rey para terminar de rematar al ejército escocés. Por fin obtuvieron lo que quisieron y dieron boleta de partida a docenas de soldados rebeldes, Wallace y algunos otros, muy poco por cierto, consiguieron escapar hacia el bosque donde sería muy difícil seguirlos. La derrota de Escocia estaba clara, y los ingleses clamaron victoria para su rey. Eduardo agradeció los elogios pero se mostró insatisfecho, aquel hombre que había visto pelear aquel día y que le había costado 2 mil vidas inglesas, había escapado, no estaría tranquilo hasta no ver a Wallace muerto. Quizá esta victoria dio resultados ambiguos para el ejército de Eduardo, por un lado una fe ciega en una victoria indiscutible, que no llegaría nada pronto, y por otro lado el desorden entre las filas inglesas por poco y les costaba la batalla. Tampoco esto significaba la conquista de Escocia, faltaban muchas más batallas por librar, y Eduardo entendía que Wallace era sólo un hombre. Ahora el rey inglés y su ejército debían regresar por donde vinieron, ya que estaban al límite con alimentos y había que atender a los heridos y enfermos, sólo temió un contraataque escocés. En el camino de retorno Eduardo se encontró con muchas deserciones lo que daba una señal de lo precaria que había sido esa primera campaña bajo su propia dirección, por lo que  buscó conquistar a sus soldados ofreciéndoles tierras escocesas, pero nada dio resultados pingües, Eduardo se veía obligado a retroceder al sur y reunir nuevas y más tropas, la campaña sería más larga de lo que él creía.


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