Revista Cultura y Ocio

Batalla Fuentes de Oñoro

Por Joaquintoledo

Esto se debía a que para el general inglés no eran desconocidos los escasos suministros  que recibían sus enemigos, el fin se acercaba, eso estaba claro. Acaso el número en la tropa era la única y verdadera ventaja con la que los franceses contaban, aproximadamente unos 42 mil soldados, reforzados por 4500 jinetes y unos 38 cañones. Los aliados, por su parte,  contaban con 34 mil de infantería, 1850 jinetes y 48 piezas de artillería. Los franceses atacarían en total en Cuatro Cuerpos de Ejército y uno de caballería; como contrapartida los aliados portugueses, ingleses y españoles, dividieron sus fuerzas en seis divisiones de infantería y en tres brigadas de caballería.

El penúltimo combate

Es así que el 3 de mayo Massena, viéndose comprometido a atacar, lo hace, lanzando a sus soldados directamente contra las filas británicas cerca del pueblo, paralelamente envía otro ataque desde el este del pueblo con artillería castigando así las posiciones inglesas. Durante todo el día la localidad de Fuentes de Oñoro fue el escenario de encarnizados combates casa por casa y cuerpo a cuerpo.

Durante el primer día de combate los galos se mostraron recios, arremetieron con todas sus fuerzas y fueron empujando progresivamente a sus enemigos. Sin embargo, Wellington envía refuerzos antes del día siguiente los que recuperan el terreno paulatinamente, a costa de grandes esfuerzos y pérdidas (aunque más para los franceses que perdieron 650 almas frente a 250 inglesas), pero ni Wellington ni Massena estaban dispuestos a ceder un milímetro. La lucha se daría hasta el último hombre de ser necesario. Y así el 4 de mayo la ciudad amaneció teñida de sangre, los combates habían sido muy rudos el día anterior y a excepción de algunos intercambios de disparos y combates nada importantes, tanto franceses como aliados se dedicaron a dar sepultura a sus caídos y planear la batalla del día siguiente que en teoría debía de ser la definitiva. Los galos, a propósito, tenían un as bajo la manga, pues al parecer el flanco derecho de los aliados era un tanto débil que planearon flanquearlos. Luego de descansar y establecer en sus posiciones, por una unanimidad tácita, los combates se reanudaron el cinco de mayo por la madrugada.


Cinco de mayo

Como era de esperarse Massena dio rienda suelta a su plan y atacó el flanco derecho aliado, con los dragones Montbrun y lo mejor de su infantería. La Séptima División de Wellington fue vapuleada en un principio por los jinetes franceses quienes arremetían contra unos atónitos aliados. Wellington se percató tarde de su error y envió refuerzos para poder salvar a su división del exterminio, algo se consiguió cuando algunas divisiones inglesas y batallones compuestos por la Legión Alemana pudieron detener a duras penas la arremetida de los galos. Neutralizado el plan de Massena, éste no se dio por vencido y buscó acabar como sea con los británicos. Fuentes de Oñoro no debía caer en sus manos bajo ninguna circunstancia. Para esto se ordenó un contraataque de las manos de Ferey, quien dirigió sus columnas de infantería por las calles con cierto éxito y acabó con dos compañías aliadas, sin embargo, los ingleses aprovecharon mejor la lucha casa por casa, muros de piedra, casas y todo tipo de fortificación para hacerse fuertes y lanzar un contraataque que convirtieron a Ferey y sus soldados en los perseguidos y no en los captores.

Francia no se dio por vencido, un poco después lanzó un segundo ataque al mando de Drouet, con tres batallones en total, el cual tuvo cierto éxito, los británicos comenzaron a replegarse poco a poco y Drouet consiguió hacerse con casi todo el pueblo. Pero quizá se confió demasiado, su adversario era Wellington y este no tardó en atacar con nuevas unidades inglesas y portuguesas que frenaron el vigoroso ataque francés deteniéndolo en seco. Los galos veían como la victoria se les iba de las manos, pues estaban con escasas municiones ante tan raudo y brutal avance, es así que para detener la arremetida de las frescas tropas de Wellington tuvieron que usar sus bayonetas, intentando atacar por la retaguardia en ataques sorpresa para después retirarse, no obstante, esto minó la moral de la ofensiva de Drouet que tan bien había empezado, llegó así el atardecer y las fuerzas francesas habían sido reducidas hasta en un 40% de su capacidad total.

Mientras tanto, la Séptima División había sobrevivido aunque bastante mermada ya, sin embargo, de ahí en más a cualquier aventura de la caballería francesa, Wellington dio la orden de que la misma forme cuadrados separados, los que dejaban pasar la caballería y el efecto era perjudicial para esta, los galos, por ende, evitaron a toda costa arriesgar a sus jinetes enviándolos contra ese tipo de formaciones. El plan de Wellington funcionó dejando impotente de ahí en más a la caballería francesa, temerosa de ser exterminada por completo, aunque, como mencionamos, ya en la arremetida inicial había ocasionado algunas bajas. Los cañones franceses tampoco tuvieron un efecto decisivo en la batalla, pues los aliados pudieron defenderse con efectividad devolviendo casi todos los golpes de la artillería aliada, hasta que al fin la munición empezó a escasear otra vez para las tropas de Napoleón y se decidió acabar con la lucha. Wellington estuvo a la expectativa toda la noche pero los galos no atacaron, Massena tampoco, quería dar un contragolpe que le hiciese ganar la batalla, pero todos habían sido terriblemente rechazados, lo pensó tres días más hasta que abandonó el campo retirándose.

Las pérdidas sufridas varías según las fuentes, 2200 y 3500, 1800 y 2800 para aliados y franceses respectivamente, pero el resultado, pese a todo estaba claro. Wellington impidió que se le expulse y pudo continuar el asedio a Almeida sin complicaciones, donde daría el próximo y contundente golpe. Napoleón, mientras tanto, pidió explicaciones a Massena, quien fue mandado a llamar y tuvo que enfrentar a un colérico caudillo a causa de la pobre campaña que estaba llevando a cabo en Portugal y que tanto le estaba costando a Francia. Se dice que para calmar a Napoleón, Massena llevó consigo una enorme suma de oro, por supuesto, robado de las coronas de España y Portugal. Pero no había tiempo para conversaciones o celebraciones, Almeida cayó un par de días después y los franceses ahora debían dirigir su atención a no cometer los mismos errores en España si es que querían dominar Europa. El frente de la península ibérica se estaba tornando bastante peligroso, un hecho que un confiado Napoleón ignoró, pues ahora todos sus planes estaban en invadir Rusia con un gigantesco ejército.

Escrito por: Joaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y  con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.


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