Revista Comunicación

Bates Motel

Publicado el 25 marzo 2013 por Mishajb

Cuando te sientas a escribir sobre algo en lo que todo el mundo parece coincidir religiosamente, sabes que te van a llover collejones como panes. Quizás porque en la sociedad actual todo lo mueve un poco el famoso postureo y el mainstream o simplemente porque tu vas errado y ya está; pero lo cierto es que Bates Motel es una de esas series que suele sacar el verdadero fondo de la gente; o te encanta o la odias con todas tus fuerzas. No hay término medio. Y esto es muy peligroso y más viniendo de una cadena como la A&E, en donde tampoco abunda mucho el buen drama y que parece querer meterse al público en el bolsillo con este nuevo wannabe patillero de Psycho y Twin Peaks, remezclado con toques de terror y cine noir. ¿El resultado? Una historia confusa a la par que naïf, demasiado teatralizada y que no aporta absolutamente nada al género televisivo contemporáneo. Sin olvidar a Freddie Highmore, que sigue confirmándome que lo mejor que le podría haber pasado es que le hubieran dejado encerrado en la fábrica de Willy Wonka. No obstante y gracias a Dios, no todo el mundo parece haber encajado igual la serie de Anthony Cipriano y Bates Motel terminó convirtiéndose en el estreno más visto de la cadena con más de tres millones de espectadores.

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He de admitir que nunca he sido muy fan de la intriga o del terror. Mi primera enganchada al género fue con Lost, que a veces parecía beber un poco de ambas charcas (a mi que no me digan que las uñas de Naveen Andrews no eran para salir corriendo), pero terminé por aparcarlo a un lado en vista del poco respeto que profesan los guionistas de hoy en día por el espectador medio. Quizá por ello encaraba Bates Motel con miedo. Ese miedo de que me volviera a pasar lo mismo que con 666 Park Avenue, Persons Unknown o The River y quedarme con cara de pan de centeno y un enorme WTF en la frente. Y mira tu por donde, Bates Motel me lo ha puesto demasiado fácil porque no creo que vaya a pasar de la mitad de temporada. Porque no inventa nada, ni quiere ser nada nuevo, aunque en alguna de las críticas que he leído en The Hollywood Reporter la citen como la pre cuela contemporánea de Psycho. Afirmación que les viene de perlas a los creadores de la serie para marcarse una de esas “influenciado por” tan hipster, citando al bueno de Hitchcock, que está claro que no le van a dejar descansar ni bajo tierra.

La historia de Bates Motel, como ya he comentado anteriormente, no es muy original. Narra la vida de los Norman, una acomodada familia de clase media cuya realidad se ve truncada brutalmente el día en que Norman (Freddie Highmore) encuentra el ensangrentado cuerpo de su padre en el garaje de casa. Ante semejante trauma adolescente que se les viene encima, Norma (Vera Farmiga), decide mudarse de allí y darle una vida mejor a su hijo en el Motel Bates, situado en el ficticio pueblo de Carolina del norte, White Pines Bay. Algo así como Casper, pero más negro y por cable. El destartalado edificio en cuestión parece erigirse como el macguffin principal de la historia y alrededor del cual se centrará el núcleo central de la trama, como bien ha comenzado a perfilar Cipriano y cía en el primer capítulo. No sabemos si con el objetivo de American Horror Story, que convierte la mansión de los Harmon en un eje más de la acción que cobra vida e interactúa con los personajes, o simplemente porque ubicar a los Norman allí era un must para justificar todo lo que se les viene encima. Que precisamente no creo que sea un amigable fantasma con una bombilla por cabeza, y sus deslenguados tíos.

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Y si en Bates Motel no hay suspense que valga, las interpretaciones no son nada del otro mundo. En especial la de Freddie Highmore, que da vida a un introvertido joven en plena pubertad (no hay más que ver como se le asoma el instinto sexual en la parada del autobús ante tanta fémina), que deberá luchar para preservar su vida privada y convivir con el yugo familiar que le impone su madre. “El mejor amigo de un chico es su madre” reza el tagline promocional de la serie, y no le falta razón. Y si con esta trama no teníamos bastante, Cipriano y cía nos plantan un bonito giro de guión que le da la vuelta a la historia para enfocarla hacia un thriller de suspense y oscuro sobre la supervivencia de una familia; primero a la pérdida del patriarca y cabeza de familia y luego al altercado que sucede en el piloto. Pero ante todo prevalece ese concepto tan convencional sobre la familia del que presumen los americanos y que tanto les gusta ver reflejado en todas las series que ven, sean canadienses o homemade.

Pero el thriller de Carlton Cuse, Kerry Ehrin y Anthony Cipriano, consciente o no de sus taras a nivel de construcción dramática de personajes, parece encarrilarse hacia el realismo mágico y en la fábula del todo vale, que tan de moda han puesto series como The River, Lost o Fringe. Cubriendo un puesto tan mítico como el de ésta última, no considero que Bates Motel busque reinventar el género si no encajar en él como un guante e intentar probar suerte con el espectador dividido entre las network y el cable. Pero dentro de este entramado tan complejo como es la ficción televisiva, hay algunos elementos que juegan a favor de Bates Motel y que podrían repuntar sus lagunas cualitativas hacia a un nuevo nivel completamente nuevo; la factura visual, la exquisita selección de las localizaciones y la cuidada puesta en escena, ponen de manifiesto la controversia visual en la que vive sumida la serie, que durante el piloto intenta mantenerse a flote con un salvavidas que le viene demasiado grande. Por ello no es de extrañar que en el video promocional del próximo capítulo emitido por la A&E, no haya espacio para las conversaciones moñas entre madre e hijo o los filtreos con las mozas de turno. Bates Motel vive del misterio y no de la evolución dramática de los personajes.

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En resumidas cuentas, Bates Motel no me ha convencido. No considero que sea un producto competente, pero si que ha sabido escoger el momento idóneo para salir del cascarón y quizás sea eso lo que le valga para salvar los muebles. Carlton Cuse siempre es sinónimo de bizarrismo a borbotones, pero durante el piloto he visto una contención admirable en cuanto a hechos paranormales se refiere, perfilando a los personajes y situándolos en el marco ficticio en el que el espectador puede hacerse una primera idea de cómo son. Entre ellos merece la pena mencionar a Nestor Carbonell, que ya participó en Lost y que parece estar de capa caída, con papeles cada vez más mediocres y de tercera fila, pero que pone una nota de color a una discordante factura entre lo narrativo y lo visual. Un desequilibrio que, de no resolverse pronto, podría ser el talón de Aquiles de una serie que, si no pretende ser más de lo que es, puede pasar de la primera temporada.

Lo mejor: la factura visual y las localizaciones

Lo peor: un guión flojo y actuaciones previsibles

Tiene una retirada a: Hostel, Twin Peaks

Primera impresión: 5/10


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