Revista Educación

Besos

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Besos

Aunque por esto que voy a decir hasta me podría detener la Policía por contravenir las medidas anticovid, confieso, sin rubor, que me encanta dar y recibir besos al saludar, en las despedidas y en cualquier momento que se tercie.

Me da igual si son besos de amor, besos de amistad o si se trata de un beso fraternal; si son en la mano, en la mejilla, en la boca, en la frente o en otros lugares recónditos...

Me gustan los besos de gnomo o de esquimal, los piquitos y los besos de tornillo, los besos de trompetilla, los besos furtivos, los pícaros, los apasionados, los que hacen cosquillas, los que dejan marca y los que los mojigatos consideran impúdicos.

Me declaro defensor a ultranza de los besos cálidos, los besos tiernos, los besos tímidos, sutiles; de los que acarician, de los que nunca se olvidan y hasta de los besos volados o los que se mandan por WhatsApp a través de los emoticonos.

De los torpes besos noveles y de los de campeonato, de los de catálogo, de película o de clase magistral, pero también de los espontáneos, improvisados o de estilo libre, de los fugaces y de los que retan a la paciencia de los cronómetros, de los políticamente incorrectos e, incluso, de los besos de bocas tránsfugas que antes hayan besado otros labios.

De los besos discretos y a discreción, de los besos en público, a la vista de todos, y de los que se dan a escondidas, en plena intimidad, donde ni siquiera alcanza a localizar el impertinente Google Maps.

Me conmueven los besos de condolencias, los de reconciliación, los que siempre llegan cuando el que los recibe más los necesita.

Me vuelven loco los besos banales igual que los intensos, los difusos y los profusos, los que dan los sonrientes modelos de dentífrico y los de los portadores de brackets.

Me complace saber que, a pesar de todo, la gente todavía se besa, que cada uno recibe un merecido beso al despertar, antes de irse a dormir, como premio a una divertida ocurrencia o en un reencuentro.

En realidad, adoro todas y cada una de las modalidades (olímpicas o no) de besos, con la única excepción de los besos de un tal Judas (aunque antes se haya enjuagado con Oraldine).

Por eso, hoy más que nunca, y teniendo en cuenta que por segundo año consecutivo se celebra el Día Internacional del Beso en plena pandemia, les emplazo a todos y cada uno de ustedes para que, cuando caigan las mascarillas y las autoridades lo permitan, reciban de mí el beso que les corresponda.


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