Revista Cultura y Ocio

Big Love – Matthew E. White

Publicado el 12 diciembre 2014 por Srhelvetica
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Nunca es tarde para rectificar, y menos aún cuando la satisfacción por hacerlo es tanta: en 2012 (como suelo decir habitualmente: a saber a qué tonterías andaría yo prestando atención entonces) ninguno de los textos que leí  al respecto de “Big Inner” de Matthew E. White consiguió llamar mi atención, pese a que las ineludibles referencias al soul o al maestro Randy Newman (¿pero qué c******* me pasa a veces?) deberían haber sido un motivo más que suficiente para hacerlo. Vaya usted a saber por qué: igual escogí mal los textos (ah, muy bonito, Sr. Helvetica, echándole ahora la culpa a los críticos), o -esto me retrata con absoluta fidelidad como el listillo cargado de prejuicios que soy- quizás fue la suma de esa pinta de personaje salido de una película de Miyazaki con una escucha distraída a un tema equivocado ( y ahora vuelvo a preguntarme: ¿pero a qué tema equivocado, por el amor de Dios? ¿pero qué canción tiene este hombre que no sea como para caerse de culo?). Sea como fuere: me equivoqué, y mucho, además. “Big Inner” es de las mejores cosas que le han pasado a la música en estos últimos dos cinco diez años, y hay que ser un absoluto zote para no verlo. Afortunadamente, siempre hay buena gente a tu alrededor para sacarte del hoyo (y algunos incluso tienen un blog), a tiempo justo para gritar a los cuatro vientos lo que es de cajón:

El disco de debut de Matthew E. White es LA OCTAVA MARAVILLA.

Ya está, ya lo he dicho.  Quizás para los (poquitos) lectores de este blog lo anterior no aporta gran cosa, pero el que esto escribe se ha quedado mucho más tranquilo, y ahora ya se siente en condiciones de comunicar la maravillosa noticia de que, alabado sea El Señor, el entrañable Matthew E. White volverá, previsiblemente hacia marzo de 2015, con un segundo disco de título “Fresh Blood” que ha producido el mismo. El fragmento que ha publicado como adelanto (uno más moderno que yo hubiera escrito snippet, pero como es de adelanto resulta que no, que entonces es teaser) pertenece a un tema llamado “Tranquility” -por lo que he leído en Indiespot, podría tratarse de un homenaje al fallecido Philip Seymour Hoffman- y no puede dejarnos con más ganas. Sólo nos queda esperar, por tanto, que estos tres meses se pasen volando y podamos tener  por fin el nuevo trabajo del de Virginia en las manos.

Quedémonos mientras tanto en lo de 2012: no voy a extenderme -hoy no- en todas y cada una de las muchísimas bondades de las canciones contenidas en “Big Inner“, pero sí voy a dedicar la entrada a una de ellas, una pista sobrenatural que debería ser más que suficiente para lograr unos cuantos conversos al Evangelio según White. Y cuando digo Evangelio, digo bien: hijo de unos misioneros católicos, Matthew no duda en plasmar su fe en esos siete salmos de pop, soul, jazz, gospel y americana que brillan con la luz de siete soles. Imposible no rendirse a la sensibilidad de este gigantón que sólo quiere dar gloria a Dios, dejándonos de paso a los demás en la mismísima gloria.

Big Love” dura sólo 4:39 minutos, pero qué minutos: el tema arranca con una línea de bajo que es en sí misma un momumento al groove, y para cuando entra la voz templada de White tenemos la certeza de estar ante algo tan grande como el amor que proclama. Unas delicadas notas de piano para enseñarnos el camino al nirvana como miguitas de pan, y el primer estribillo nos deslumbra con la luz gloriosa de unos coros gospel y unos sutílismos arreglos de cuerdas, de los de lagrimilla.  Llegados a este punto, cualquier artista se conformaría con repetir los éxitos de tan delicado trabajo de orfebrería, pero Matthew E. White no es cualquier artista: él se puede permitir el lujo de hacer callar al bajo y reducir el esqueleto rítimico a una muy sutil percusión, el tintineo obstinado del piano y el apunte cálido de los vientos. La parada corta la respiración, pero cuando el tema está a punto de asomarse al precipicio, vuelve a ocurrir el milagro. Que de pronto nos veamos rodeados de apabullantes arreglos intrumentales, sin que podamos entender cómo hemos llegado a ese jazz carnoso (¡casi funk!), no hace sino aumentar la sensación de asombro.

Escuchadla como se merece, por favor: mejor aún si es con auriculares, una vez que todo el mundo se ha ido a la cama y tenéis el alma lista para ser rozada. Con su discrección, sentido de la tradición (sureña), y sin aspavientos, esta sinfonía de maneras humildes y logros inmensos da la medida del talento descomunal del amoroso White, pero sólo puede provenir de un Amor Más Grande.

Publicado en: Greatest HitsEtiquetado: 2012, Big inner, Folk, Matthew E. White, Randy Newman, Soul, SpacebombEnlace permanenteDeja un comentario

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