Revista Insólito

Boda Civil (Parte 1)

Publicado el 21 septiembre 2014 por Cartas A 1985 @AntonCruces

Esto de casarse por lo civil tiene la ventaja de que la ceremonia dura poquito. Es casi como en aquella película de los ochenta: ¿Te la quedas? Él asiente, ella también y felices para siempre.  No es que me haya casado, pero el otro día estuve en una boda civil…y varios puntos me llamaron la atención.

1) El Concejal:

Te casa un concejal o una concejala. Ya el sustantivo “concejal” tiene una connotación muy poco romántica. Vamos a hacer la prueba y veréis que tengo razón. Imaginemos los siguientes supuestos románticos y comprobaréis mi teoría.

Supuesto 1: 

─Cariño, eres el gran amor de mi vida y no puedo imaginarme envejecer sin ti─ dijo el concejal. (Se jodió el ambiente)

Supuesto 2:

Fue entonces cuando ella, cansada de disimular, tomó su mano y la apretó con fuerza. El concejal la correspondió. (¿A que pierde todo?)

¿Ya lo habéis asimilado no?

Prosigamos entonces y aceptemos que, a pesar de mi argumento, insistís en que os tiene que casar un concejal. Correcto, seguid adelante incautos.  Si queréis un plus de clase y glamour que sea el concejal de urbanismo, que en muchos ayuntamientos del interior de España podría ser este señor.

 

Cejijunto

Por lo menos tiene un polvo.

 

2) El alcalde:

En ocasiones es el mismísimo alcalde el encargado de unir a la pareja. ¡El alcalde! Ese tío que en elecciones te suelta frases como: “Juntos podemos” o “Unión para el progreso” de repente abre la boca y te suelta con voz queda y lleno de emoción:

Amor.

Qué pequeña palabra usamos para una idea tan inmensa y poderosa que ha alterado el flujo de la Historia.

A lo largo de los tiempos, el amor ha iluminado el arte, ha animado al desamparado, ha transformado personas severas en sentimentales, ha consolado al sometido, ha llevado fortaleza a personas entristecidas, ha glorificado al humilde y ha hecho calmar a monstruos y caer a reyes.

Ya no parece el alcalde, el muy cabrón suena tan convincente como Al Pacino en la escena final de “Esencia de mujer”. Casi lloras al escuchar las bondades del amor que parece un medicamento milagroso para el alma, pero un destello de comprensión se ilumina en lo más profundo de tu cerebro y  te empiezas a plantear si estás haciendo bien en casarte ya que…

(Comienza el silogismo)

…si este cabrón me lleva mintiendo cuatro años, ¿por qué ahora me iba a decir la verdad sobre el amor?

Tienes miedo.

De repente, quieres huir muy lejos y observas de reojo a tu pareja que (como te conoce mejor que tu madre) sabe exactamente lo que estás pensando. Dos lagrimones de rimel negro resbalan por su rostro, pero como no es tonta te lanza una mirada que todo el mundo interpreta como “¡Qué enamorados están!”, pero que tú y ella sabéis que significa:

“Ni se te ocurra moverte que te corto los huevos”.

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Respiras hondo, juras no volver a votar al señor Pacino y sigues hacia adelante con la boda.

 

Continuará…

 


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