Revista Viajes

Bohol: cuando la sencillez se hace importante

Por Mundoturistico

La humildad es el sólido fundamento de todas las virtudes.-Confucio.

Bohol está entre los lugares más turísticos de Filipinas. Pero no tiene el nombre de Borácay o El Nido. Recibe menos viajeros –o al menos eso aprecié yo- y sus playas son menos espectaculares. Pero es asible y si dispones de una moto, tiene kilómetros y kilómetros para apreciar la vida tranquila y rural del país. Todo ello acompañado también buenos arenales, un mundo marino casi infinito y visitas a los pequeños primates conocidos como tarseros o a las montañas de chocolate, uno de los paisajes más curiosos del país. En Bohol todo parece sencillo, pero en la sencillez reside su importancia. En esa sencillez se hace grande.

Por eso, puedo decir que fue en conjunto la isla que más me gustó del viaje y obviando mis gustos, es sin duda una de las más completas. Si tu objetivo va más allá de lo eminentemente playero, no lo dudes: Bohol es tu isla. En las líneas que siguen explicaré mis razones.

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Panglao, la zona más turística de Bohol

La mayoría de alojamientos, las playas y las actividades más populares relacionadas con la vida marina, que también son muy populares en Bohol, están en Panglao, una península en la zona sur de la isla. A lo largo de sus carreteras, la vida transcurre también al margen del fervor turístico y la naturaleza te envuelve en un clima que resulta del todo auténtico. Nosotros, que hacíamos noche en Taglibaran, recorrimos varias veces estos lugares hasta llegar al centro turístico: Alona Beach, donde se encuentran alojamientos, escuelas de buceo y restaurantes a pares.

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Es además una buena playa, con arena blanca y agua transparente, donde te encuentras con una grata sorpresa a unos metros de la orilla: cientos de peces tropicales, coral de muchísimas tonalidades y una vida marina que en cada inmersión de snorkel te muestra una cara diferente. Después de primer día de descubrir este maravilloso rincón, volvimos un par de veces y hubiéramos vuelto otras tantas, al descubrir que el mundo marino es infinito.

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Y lo bueno es que siempre hay más. Si además de muchos peces, te gustaría ver una tortuga en su hábitat, son muy comunes las excursiones desde Alona Beach a Balicasag, una isla cercana donde hay una buena población de estos animales, tan golosos de ver haciendo snorkel. Lo más habitual es que preguntes en una escuela de buceo y reserves para poder ir con un grupo de submarinismo al día siguiente.

Pero te doy un consejo: asegúrate de que la excursión vaya a salir. Yo lo di por hecho y habiendo reservado, cuando llegué me dijeron: no hay submarinistas. Tras preguntar en otras escuelas y ver que no había posibilidad, volvimos y exigimos una solución. Finalmente una chica muy dispuesta en esta escuela –Piratas-, nos encontró un barco privado a buen precio. Aunque no la usamos porque no tenían aún submarinistas cuando fuimos a preguntar, nos han recomendado Pata Negra – en la dirección: Ester Lim Drive, Tawala, Panglao-, así que os la hago llegar. Está algo alejada de Alona Beach, pero a veces dejar un poco de tiempo hace que luego te ahorres en disgustos.

Finalmente, nosotros pudimos disfrutar de una genial excursión, solos, en un buen barco y sobre todo, disfrutando de una experiencia de primera. El barco nos dejó cerca de la isla y comenzamos la ‘expedición’. A nivel de peces, no vimos nada que no hubiéramos visto antes o al menos no muy diferente; pero una vez más disfrutamos mucho viéndolos. Después de un rato, yo, como siempre, necesitaba descansar y nos paramos en la orilla. Los trozos rotos de coral, pues Balicasag está en mitad el arrecife, nos molestaban así que no tardamos en volver. Tras unas brazadas, no sé en qué momento, apareció ante mis ojos una de ellas. ¡Por fin la tortuga! Como todas las buenas cosas que surgen cuando menos te lo esperas, hasta que asimilas que está ahí, que ha sucedido, pasa un buen rato.

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Tras avisar como siempre a mi novio y que él intente fotografiar el momento, yo me pongo a pensar en cómo sucederán las cosas para que ocurran. Cuántas tortugas de ese tipo hay, por qué justo aparece en ese momento, si dentro de unos años seguirá habiendo… y sin darme cuenta, de nuevo, la pierdo de vista pero distingo otra, de mayor tamaño, con la que me obnubilo un rato más largo. Pronto y sin volver a saber cómo ha pasado, me encuentro ante tres tortugas y bastante emocionada dejo de pensar en captar el momento y disfruto de ello. La verdad, es excitante. Pronto ya no nos importa volver o que nos lleven a un pequeño trozo de arena que tiene poco de paradisíaco llamado ‘Virgin Beach’. Ha merecido tanto la pena que todo tiene una importancia relativa.

Playas en Panglao, más allá de Alona Beach

Además de Alona Beach, hay otras playas que merecen la pena en Panglao. A nosotros nos sobró un día y dedicamos un poco de tiempo a Bikini Beach, que no merece especialmente la pena y sobre todo a Dumaluan, bastante mejor. Este arenal tiene además de una gran extensión, las mejores condiciones para el baño –arena clara y fina, aguas transparentes, un bonito paisaje para recrearse- y un ambiente local muy interesante. El día que la visitamos era domingo y grandes familias de filipinos se reunían en amplias mesas, y comían juntos y reían… lo que después coronaban con un rato de ‘videoke’, el karaoke allí. Nos saludaban y hacían gala de la mejor carta de presentación que tienen: su sonrisa.

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Bohol más allá de Panglao

Tomando la carretera hacia las Chocolate Hills, al Bohol más profundo, es fácil que pronto los paisajes te seduzcan. Lo más común es disfrutar de grandes campos de arroz, salpicados de casas en mitad de la naturaleza, que hacen pensar en la gente que vive allí. Me recuerda a mi pueblo, salvando todas las distancias, pero me remite, esos seguro, a la sencillez de la vida rural. Y no puedo quitarle los ojos de encima. Cuando pasamos cerca de gente, estos, como poco acostumbrados al turismo (¿?) nos saludan a mano alzada y con una gran sonrisa. Me divierto devolviéndoles estas señales de gratitud y viendo como actúan.  

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La reserva de los tarseros de Corella

Pronto está la primera parada de esta excursión que recomiendo hacer por libre alquilando una motocicleta (en Taglibaran hay bastantes lugares para ello, solo hay que preguntar): la reserva de los tarseros de Corella, conocida como ‘El santuario’. Estos pequeños primates –que no monos, la gente se confunde bastante; yo la primera- son físicamente muy curiosos ya que tienen un cuerpo bastante pequeño y unos ojos muy grandes y sobre todo, una mirada inquietante. Ello se debe en parte porque es un animal solitario y nocturno, al que afecta sobremanera el ruido y que se suicida dándose golpes contra el palo donde se posa si se le molesta demasiado. Así que ya se sabe; primera regla: silencio. Y respeto.

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La reserva tiene varios ejemplares que muestran siempre acompañados de un guía. Se pueden ver bien y hacerles fotos, pero desde el menor impacto posible. Nosotros nos quedamos tan fuertemente atraídos por ellos que repetimos y volvimos a verlos uno por uno, ya sin cámara, para advertir lo sumamente curiosos que son. ¡Sorprenden!

El centro merece la pena porque expone además la información necesaria sobre la conservación de estos animales. Indican sus mayores problemas (la destrucción del hábitat, la introducción de gatos en las casas o la caza y el comercio animal), te cuentan de qué se alimentan o advierten sobre su situación de riesgo. Como indican los paneles informativos, esta es una especie en peligro que tiene un 20% de posibilidades de desaparecer en los próximos 20 años. Una pena, ¿verdad?

Asombrándonos con el paisaje de las Chocolate Hills

El paseo continúa y además de los paisajes que no dejan de ser dignos de un cuadro de Gauguin, nos encontramos cada vez más pueblos, con iglesias y espacios verdes en torno al centro religioso, niños saliendo de la escuela, pistas de basket y multitud de tiendas, que parece que son como los bares en España, ya que las hay por cientos. En un momento determinado nos adentramos en el Man Made Forest, que nos abriga con sus árboles de gran altura y lo que indica que no estamos lejos ya del destino final. Nosotros de hecho, nos pasamos y llegamos hasta el pueblo de Carmen. Pero es antes.

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Para llegar, poned en el GPS Chocolate Hills Complex cuando tengáis conexión y luego podréis ver hacia donde os dirigís. Al final del paseo hasta este curioso paisaje de las montañas de chocolate, ya se comienzan a apreciar algunas. Formaciones geológicas peculiares, se cuentan por miles y el paisaje que forman es muy espectacular. El origen está en movimientos tectónicos que dejan en relieve materiales calizos marinos (de coral o moluscos) que sedimentaron en el pasado.

El mirador está bastante alto, por lo que no imagino mejor lugar para rendirte a tales vistas. ¡Aún recuerdo esa sensación de intentar quedarme con una imagen de tan asombroso lugar!

Taglibaran, la capital de Bohol

Me fui con la sensación de que las ciudades en Filipinas, como me sucedió en otros viajes al Sudeste Asiático, no merecen demasiado la pena… pero hay que conocerlas. Sufrí la insoportable contaminación que hay en sus calles, la ausencia de restaurantes donde me apeteciese cenar o la ausencia también de un rincón bonito donde poder descansar. Pero viví unos días al ritmo de una ciudad filipina. Y me sentí un poco más parte de allí.

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Quizás haya un equilibrio en todo esto, pero este tipo de lugares, menos ‘turistizados’ por las razones antes expuestas, me atrapan. Durante un paseo por el mercado de Taglibaran bromeo con unos niños que hacen vida allí y a los que aunque atraigo por mis rasgos y diferencia, creo que conozco en igualdad de condiciones. Ellos son ellos en su contexto y yo en el mío.

Además de la vía principal, donde transcurre mucha de la vida de la ciudad, otro lugar importante es la Catedral de San José y la plaza Rizal, situada en frente. Fuimos un domingo y el centro religioso estaba a rebosar… en los alrededores las familias disfrutan de un rato en la calle y cientos de niños dan una alegría especial al lugar.

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DATOS PRÁCTICOS

-(ALOJAMIENTO) Nos alojamos en el 717 Cesar Place Hotel, un hotel que me encantó. Buenas instalaciones, un personal súper encantador y situado en la avenida norte de la ciudad, donde con una moto puedes acceder a todos los lugares de los que te he hablado. Así nos movimos nosotros durante cuatro días. Además, cenamos allí a diario y todo estaba a pedir de boca.

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-(CÓMO LLEGAR) Aunque hay aeropuerto en Taglibaran, lo más barato es llegar a Cebú, trasladarte al puerto y de ahí tomar un barco –OceanJet es el que usamos y que se recomienda bastante por su seguridad- a Taglibaran. Todos los pasos son muy sencillos aunque llevan bastante tiempo, ya que en Cebú los atascos son bastante comunes y el barco tarda en torno a dos horas. Como siempre: hay que ir con tiempo a los lugares en Filipinas.

-(DÓNDE COMER) Para comer, nosotros lo hicimos en Alona Beach la mayoría de los días; allí hay muchas opciones de restauración. Las cenas nos gustaba dejarlas para el hotel, que no era caro y tenía una gran cocina. ¡Todo lo que hacían nos encantó!

*Si quieres conocer más detalles de nuestro viaje, te invito a que leas nuestro post sobre Borácay o el recorrido completo de 20 días por el país. 


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