Revista Cultura y Ocio

Borges para niños

Publicado el 02 agosto 2011 por María Bertoni

En el Teatro Presidente Alvear. Hasta el 31 de agostoBorges para niños. El libro de los seres imaginarios es el nombre completo de esta obra infantil que por suerte se extiende más allá de las vacaciones de invierno, en principio hasta el 31 de agosto. El Ministerio de Cultura porteño auspicia este musical que conquista con una puesta en escena rica en personajes, relatos, colores, y al que sólo le reprochamos alguna hilacha Disney (en la mayoría de las melodías compuestas por Patricia Sosa).

Al margen de ese único reparo, cuesta jerarquizar a los destinatarios de tanto elogio. El protocolo exige nombrar en primer lugar a María Kodama, supervisora del espectáculo escrito por Marisé Monteiro y dirigido por Lía Jelin. Sin la debida autorización, difícilmente podríamos asistir a esta adaptación que sabe bajar a Jorge Luis Borges del pedestal, para acercarlo a los chicos.

De hecho, la encarnación del propio autor interactúa con la protagonista Iris (e indirectamente con el público) al principio y al final de la obra. Su presencia en las tablas refuerza no sólo la intención de homenaje sino la importancia acordada a una de las obsesiones borgeanas: los sueños.

Entre el elenco también compuesto por Nahuel Crapanzano, Gabriel Kipen, Carmen Kohan, Marta Mediavilla, Mara Meter, José María Rivero, Alfredo Rizo y Agustín de Urquiza, se destaca especialmente Marisol Otero. La cantante con escuela propia compone a una heroína simpática y corajuda que además baila, actúa, entona con técnica y pasión.

Un párrafo aparte merecen los títeres diseñados por Leandro Lucanera y el diseño de arte a cargo de Valeria Brudny. Las criaturas y los mundos inventados recrean la esencia del imaginario borgeano sin olvidar la edad promedio de los espectadores convocados. El teatro negro y las proyecciones multimedia también renuevan la magia literaria original. 

A diferencia de tantas obras infantiles, Borges para niños no subestima a los chicos. Los hace partícipes sin adularlos; busca enriquecerlos sin forzarlos al enciclopedismo; aspira a conquistarlos más allá del oportunismo vacacional.

Las razones sobran para llevar a nuestros hijos, sobrinos, ahijados al Teatro Presidente Alvear. Por suerte, hay tiempo hasta el 31 de agosto.


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