Revista Viajes

Boston, ciudad de los deportes: TD Garden, Fenway Park…

Por Mundoturistico

Que Boston es una ciudad amante del ejercicio físico y el deporte, salta a la vista. Dejando a un lado, que es mucho dejar, el fútbol americano, el deporte universitario, el femenino, los acuáticos, el famoso Maratón anual y otras modalidades, algunas de carácter local, todas ellas muy reconocidas y populares, dos son los enclaves que representan el carácter deportivo de la ciudad y llaman la atención del visitante que a ellas se acerca: El TD Garden y el Fenway Park.

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En pleno North End, pegado a los dos grandes puentes que salvan la desembocadura del río Charles, se encuentra el TD GARDEN, estadio compartido por los Boston Bruins de hockey sobre hielo, uno de los equipos veteranos de la NHL, siempre de negro y amarillo, y los famosos Boston Celtics de la NBA, los verdiblancos voladores, dominadores del baloncesto en los años 80 con el gran Larry Bird a la cabeza.

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Integrado en el enorme edificio de la estación Norte, uno de los nudos ferroviarios de metro y tren, es un pabellón moderno de original parqué que cuenta, también, con una tienda oficial anexa encima de la misma estación, donde se puede adquirir la indumentaria y demás productos y recuerdos deportivos de ambos equipos.

Siguiendo el río, en el barrio occidental de Kenmore, antes de llegar a la Universidad de Boston y al inicio del collar esmeralda formado por una sucesión de frondosos y cuidados parques urbanos, se encuentra el ya histórico FENWAY PARK, el estadio vivo más viejo de la liga de béisbol, sede de los Boston Red Sox, los medias rojas.

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Sus dimensiones y altos muros, sus originales formas, las esculturas exteriores de sus bateadores míticos, su bar con vistas a la cancha, sus locales vecinos de música y fiesta y su entregada afición lo convierten en visita obligada incluso para aquellos que no sepan nada de ese juego que los hispanos llaman simplemente pelota.

Lugares ideales para las actividades al aire libre  

El que prefiera practicar deporte tiene en Boston, también, todo lo que necesita, tanto en interior como al aire libre. Y si se trata de caminar, correr, patinar, pedalear, nadar, navegar… el mejor lugar de la ciudad, amén de sus magníficos parques, rutas y lagos, es la zona de THE ESPLANADE, llano y alargado parque verde pegado a la margen derecha del río Charles. Son quilómetros de sendas, campos deportivos, zonas de juegos, jardines con estatuas, embarcaderos y puentes, que se extienden desde los campus de la Universidad de Boston, en el South End, hasta el Museo de Ciencias, en el West End.

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Su tramo principal pertenece al céntrico barrio de Back Bay, donde se ubica el Hatch Shell, un popular escenario al aire libre que llena los veranos de conciertos, festivales, películas y espectáculos varios. Aunque cercana al centro, del que la separa el muro casi infranqueable de la Storrow Mmemorial Drive, una anchísima autopista urbana, esta explanada recreativa es un lugar apartado y silencioso, donde el agua y la vegetación completan el ambiente ideal para escapar del bullicio urbano. La perspectiva fluvial es amplia y variada.

Mirando al agua, se divisa a la izquierda el puente Harvard, tramo aéreo de la dilatada avenida Massachusetts, que cruza los dos municipios vecinos del río, aquí ancho y caudaloso, siempre animado de piraguas, veleros y todo tipo de embarcaciones deportivas y turísticas; el puente desemboca al otro lado, en pleno MIT, una de las dos universidades locales  más importantes del mundo; la otra, Harvard, está detrás, ahora casi invisible al noroeste. Enfrente, pues, se levanta magnífico el horizonte urbano de la primera línea de Cambridge.

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A la derecha, con sus lanchas blancas y sus embarcaderos, el gran puente Longfellow, bautizado por los parroquianos como “salt and pepper shaker” por la forma de salero y pimentero de sus pilastras centrales, en realidad dos formidables y macizas torres, se yergue imponente para unir la zona de Beacon Hill, con sus calles de ladrillo y adoquín, sus farolas siempre alumbrando y sus casas de estilo federal que trepan por la colina hasta las puertas del gobierno estatal, con la de Kendall, esta hotelera en la otra orilla.

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Y ya al final, dando paso al puerto interior de la bahía, que dos puentes gigantescos comunican con el norteño barrio de Charlestown, se divisa la línea de otro viejo puente, sobre el que hoy se levanta el Museo de la Ciencia, pegado al nuevo puente-embalse, el Charles River Dam, una hidroestación fluvial con sus bombas, compuertas y canales que se construyó para regular las corrientes y las mareas y prevenir así los riesgos de inundación de las aguas del río.

Como ejemplar muestra de ese espíritu deportivo de Boston, y a modo de homenaje: HUGH HERR era un joven escalador de gran nivel que perdió las dos piernas en un accidente de montaña por congelación, pero cuyo ánimo de deportista y afán de superación le llevaron a solucionar su grave problema. Se puso a estudiar y cursó Ingeniería y Biofísica en las dos universidades punteras bostonianas. En su laboratorio del MIT desarrolló unas piernas ortopédicas inteligentes que le permiten andar, correr y escalar con total normalidad. Y, precisamente, por sus investigaciones prácticas en el mundo de la Biónica acaban de concederle el correspondiente Premio Príncipe de Asturias de este año. Su tenacidad, su esfuerzo y su fe en la ciencia abren una puerta fabulosa a la esperanza y se resumen en su ya conocida frase: No hay personas discapacitadas, la discapacitada es la ciencia. Made in Boston.


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