Revista Cultura y Ocio

Breve historia de la belle époque

Por Pedro
CAMPOS POSADA, A.: “Breve historia de la Belle Époque, 1890-1914” Edit. Nowtilus. Madrid, 2017. BREVE HISTORIA DE LA BELLE ÉPOQUE Muchos historiadores señalan la muerte de la reina Victoria (1901) como el fin de una época, para nuestra autora, los cambios comenzaron una década antes marcando el inicio de la Belle Époque que continuará hasta la I Guerra Mundial. A lo largo de esta obra, Ainhoa Campos analiza los profundos cambios que se realizaron en esta época en el ámbito político, económico, social y en la vida diaria del común de las personas. Un ensayo muy entretenido, salpicado de curiosas anécdotas que ilustran las grandes transformaciones de esta Belle Époque salpicada de luces y sombras. Para comenzar, cambios  en la política hasta este momento cosa de aristocráticos. Las clases medias emergentes pidieron su papel en las decisiones políticas. Un ejemplo, en Inglaterra, la Cámara de los Lores perdió el derecho a vetar las leyes aprobadas en los Comunes. También la clase obrera iba a reclamar su espacio, representantes de partidos socialistas irrumpieron con fuerza en los parlamentos de diferentes Estados (en 1914 el grupo socialista era el más numeroso en los parlamentos de Alemania y Francia). Revolución importante fue la que experimentaron los medios de comunicación. La instalación de rotativas hizo bajar el precio de los periódicos que se convirtieron en importantes generadores de opinión pública. Esto quedó muy claro en Francia durante el caso Dreyfus que originó cientos de artículos de prensa (más de 400 periodistas cubrieron la revisión de su primer juicio) o en Inglaterra donde los artículos de W. T. Stead lograron cambiar la Ley de Enjuiciamiento Criminal en la década de 1880. A esta revolución contribuyeron el telégrafo que permitió trasmitir las noticias con gran rapidez, la radio (en 1895, Marconi emitió el primer mensaje radiofónico)  o la expansión del teléfono aunque siguió siendo un lujo al alcance de pocos. Los profundos cambios económicos que habían comenzado desde hacía un siglo (Revolución Industrial) se aceleraron: nuevas energías (electricidad y petróleo), nuevos metales (cobre, aluminio…), nuevos motores eléctricos y de combustión, nuevos medios de transporte como los vehículos a motor o los aviones, nuevas formas de organizar la producción, etc. Es muy interesante el análisis que hace de las grandes transformaciones que experimentó la vida cotidiana de las personas. En primer lugar vieron, los habitantes europeos vieron alargar su esperanza de vida por la caída de la tasa de mortalidad debido a la mayor higiene, vacunas, mejores atenciones médicas, una alimentación más abundante y variada… Muchos campesinos, buscando trabajo, se trasladaron a las ciudades que crecieron enormemente y necesitaron ampliar su perímetro (los ascensores permitieron su crecimiento vertical), solucionar problemas como la escasez de viviendas, garantizar la seguridad,  el abastecimiento y servicios básicos. Estos nuevos habitantes procedentes del campo tuvieron que adaptarse al ritmo y formas de vida urbanas lo que no les iba a resultar fácil. Afortunadamente, los nuevos transportes (tranvías, metro…) iba a acortar su tiempo de ida y vuelta al trabajo. Al reducirse el horario de la jornada de trabajo y aumentar el poder adquisitivo, hubo un mayor espacio para el ocio. El cine fascinó a la gente cuando en 1893 se proyectó la primera película de la historia en Brooklyn o cuando dos años más tarde los hermanos Lumière proyectaron varias de sus películas en el Gran Café de París cobrando entrada (fue especialmente impactante su grabación de un  tren en movimiento). Durante la Belle Époque se desató en las gentes una pasión irrefrenable por el mundo del deporte como practicantes o como espectadores: fútbol, béisbol, ciclismo, atletismo, carreras, boxeo... La práctica del deporte, que antes parecía cosa de ociosos, llegó a los trabajadores.  Hombres y mujeres de la Belle Époque pudieron ser espectadores  de los primeros JJ.OO. de la historia moderna promovido por Pierre de Coubertin (se inauguraron en 1896, compitieron solo hombres de 14 países), el primer Tour de Francia (1903), las primeras carreras de automóviles, etc. Competiciones llenas de anécdotas que hoy nos hacen reír. No por ello desaparecieron las formas de ocio tradicionales como la el baile o la música (el cancán causó furor en la Belle Époque). La bicicleta, al bajar de precio, se popularizó entre las clases bajas que vieron una magnifica forma de adquirir una autonomía en sus desplazamientos. Se levantó gran polémica cuando las mujeres comenzaron a montar en bicicleta (arrojaron piedras a Emma Eades, la primera mujer que montó en bicicleta en Londres), no se consideraba apropiado para ellas. Las clases altas pudieron exhibir sus flamantes automóviles que generaron un  cierto rechazo debido al ruido y humo que producían y a los accidentes que podían ocasionar. La Belle Époque fue de gran puritanismo sexual, todo lo referente al sexo estaba desterrado de la vida pública. La práctica del sexo debía estar encaminada a tener hijos. Generalmente, la sociedad estaba en contra de los anticonceptivos y, por supuesto, el aborto (a pesar de ello era más frecuente de lo que se pensaba). La homoxesualidad, considerada una perversión, estaba perseguida por las leyes. Y, a la vez, la Belle Époque fue también una época de auge del feminismo, una nueva mujer que lucha por la igualdad en el mundo laboral, en el acceso a la educación y en derechos políticos. Estas reivindicaciones femeninas generaron rechazo en los sectores más conservadores (incluso ven mal que la mujer pueda llevar pantalones), son resistencias a la modernidad. La petición de derecho a voto se convirtió en algo primordial para la mujer, en esta reivindicación destacaron las llamativas acciones de las sufragistas británicas. A pesar de su gran actividad, el sufragio femenino no se consiguió durante la Belle Époque salvo en Finlandia y Noruega. En el mundo laboral, esta época fue testigo de una gran movilización política y social, las clases obreras estaban más concienciadas que nunca debido a la actividad de sindicatos y partidos obreros. En 1889, centenario de la Toma de la Bastilla, se creó la II Internacional, uno de sus primeros acuerdos fue la celebración del 1 de mayo para 1890 con el objetivo de conseguir la jornada de ocho horas, tuvo diferente incidencia según países. Marxismo y Anarquismo pugnaron por su influencia en el mundo obrero. Ambas doctrinas sufrieron importantes cambios durante estos años. En la década de 1890 comenzó la gran pugna en el marxismo entre los revolucionarios (partidarios de seguir con las teorías de Marx tal como él las había formulado) y los revisionistas o reformistas de Bernstein que pensaba que había que adaptar el marxismo a la nueva situación. Durante la Belle Époque, estas corrientes reformistas se fueron imponiendo en los partidos socialistas nacionales y en la II Internacional. El anarquismo también evolucionó desde su etapa de propaganda por el hecho (atentados contra un largo rosario de personajes muy destacados de la vida política o militar) a una preponderancia de su versión anarcosindicalista. Incluso la Iglesia se percató de la fuerza del movimiento obrero. León XIII quiso alejar a los trabajadores de partidos y sindicatos ateos y publicó la Rerum Novarum, la primera encíclica social de la Iglesia. En ella, desde la óptica de la Iglesia, señalaba las obligaciones de patronos y obreros y les animaba a formar sindicatos católicos. También fue una época de fuerte auge del militarismo, especialmente en algunos países como Alemania (política de Guillermo II), Francia (que quiere la revancha de la Guerra Franco-Prusiana), Rusia… En los últimos días de su vida, Gladstone se mostraba preocupado por esta oleada de “espíritu militar”.  Hubo quien alzó su voz contra este militarismo, la autora destaca la actividad de la pacifista Bertha von Suttner y de algunas organizaciones e iniciativas pacifistas. A pesar de lo anterior, durante la Belle Époque, la guerra parecía cada vez más probable. Una cuestión que enturbió mucho las relaciones entre los estados fue la expansión imperialista. La palabra imperialismo se popularizó en la década de 1890. Tras la Conferencia de Berlín de 1884 se desató una carrera por ocupar el territorio africano y dotarlo de fronteras donde hacía pocos años no existían. Ainhoa Campos dedica unas páginas a la salvaje explotación que impuso en el Congo el rey Leopoldo de Bélgica al que reconocieron la titularidad de este territorio a título personal. Un ejército de funcionarios era el encargado de mantener un régimen salvaje de explotación en el que látigo, los castigos más severos, las amputaciones de miembros... estaban a la orden del día si los indígenas no entregan las cuotas de caucho asignadas (denominado “caucho rojo” por la sangre que costaba su recolección). La divulgación de la situación de los habitantes del Congo, con fotografías incluidas, causó un gran impacto en la sociedad occidental. Bismarck había ideado unos complejos de sistemas de alianzas para, manteniendo aislada a Francia, evitar una guerra entre las potencias europeas. Tras su destitución, Guillermo II no renovó su alianza con Rusia y apostó por mantenerla con Austria. Era el primer paso para la formación de los bloques que se iban a enfrentar en la I Guerra Mundial. La carrera de armamentos y su mejora fue una constante: artillería de largo alcance, ametralladora Maxim (que tanto protagonismo iba a tener en la Guerra Mundial),  botadura del Dreadnought en Inglaterra (1906) que dejó obsoletos a los buques de guerra anteriores… son solo unos ejemplos. La autora hace referencia a una serie de acontecimientos que fueron la antesala de la I Guerra Mundial: La crisis de Fachoda, la firma de la Entente Cordiale entre Francia y Gran Bretaña, las crisis marroquí de 1905 y 1911, la anexión de Bosnia-Herzegovina por Austria (1908), las guerras balcánicas y el determinante atentado de Sarajevo. Señala la autora que durante la Belle Époque se pensó en el futuro como nunca antes se había hecho. Querían imaginarse las consecuencias de los grandes avances tecnológicos que estaban viviendo. Las tensiones y rivalidades entre las potencias, la carrera de armamentos, el creciente nacionalismo (ideología que no era nueva, pero que ahora se convirtió en una ideología de masas capaz de arrastrar a la gente más que ninguna otra), el racismo (la existencia de razas superiores justifica su dominio del mundo), el antisemitismo… no hacían presagiar nada bueno. En definitiva, una obra muy documentada que nos acerca de una forma amena a esta etapa de nuestra historia pasada que se ha denominado Belle Époque (1890-1914).
Ficha de la obra en la Web de la editorial:
http://www.nowtilus.com/descargas/HojapromoBHdelaBelleEpoque.pdf

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