Por Iván Herrera Michel
Al recalar los
vientos de la Masonería en las playas del nuevo mundo se encontró con
estructuras socio – económicas diseñadas esencialmente para las colonias
españolas en América, y en ellas encontró un nicho para su dinámica.
A diferencia de Europa, Latinoamérica no transitó por la
Edad Media ni por el Renacimiento, ni vivió la experiencia de las Guildas y los
gremios de artesanos. Sus unidades productivas prehispánicas estaban
organizadas de manera diferente. Tampoco la historia de sus pueblos originarios
osciló al vaivén de peleas religiosas, de la Revolución Industrial ni se fraguó
en la Revolución Francesa. La Masonería, como una noción surgida de las
entrañas renacentistas de Europa, fue una idea más de los importadas del viejo
mundo que en muy poco se enriqueció con nuestras herencias ancestrales.
Tres siglos antes de su independencia, se había iniciado en
Latinoamérica un proceso sistemático de destrucción del orden social y político
de los pueblos originarios mediante una conquista que no duró más de sesenta
años, y sobre la que se construyó una leyenda épica que narra como unos
pequeños grupos de soldados españoles y portugueses sometieron a grandes
imperios y aguerridas alianzas tribales por las armas, la diplomacia y la política,
a todo lo largo y ancho de un territorio dos veces más grandes que Europa.
Muy lejos de lo anterior, la realidad es que tres grandes
acontecimientos posibilitaron esta rápida y arrolladora conquista: el regicidio
de los monarcas de los dos más grandes imperios de América y diez pandemias
simultáneas.A saber:
1) La tortura y ahorcamiento del gobernante Cuauhtémoc,
después de la toma de Tenochtitlan, capital del imperio Azteca, el 30 de junio
de 1521 por Hernán Cortés, en el actual México, con la ayuda de 200.000
indígenas al mando de los señores de Cempoala, Texcoco y Tlaxcala, aprovechando
pugnas locales;
2) La emboscada y captura con engaños al Inca Atahualpa,
emperador del Tahuantinsuyo, el 16 de noviembre de 1532, y posterior ejecución
el 26 de julio de 1533, por parte de Francisco Pizarro, en Cajamarca, actual
Perú; y
3) La muerte durante los 60 años de la conquista del 90% de
los nativos por la viruela, el sarampión, la influenza, la peste bubónica, la
difteria, el tifus, la escarlatina, la varicela, la fiebre amarilla y la tos
convulsiva, que trajeron los españoles y portugueses, para las cuales el
sistema inmunológico de los indígenas no estaba preparado.
Consolidada la catástrofe, el asentamiento de los imperios
español y portugués, y el sometimiento a las leyes de los conquistadores, la
mayor parte de Europa se benefició de manera significativa con las riquezas de
América, en especial con su oro y su plata, y se maravilló con sus productos,
de los cuales el tomate, la papa, el tabaco, la quina y el cacao, son apenas
unos cuantos ejemplos de los que tuvieron un enorme impacto en las economías y
las costumbres europeas.
A finales del siglo XVIII un pequeño rocío de Logias
inglesas y francesas se esparció sobre el hemisferio occidental sin mayor
trascendencia para Latinoamérica. Pero las gotas se hacen ríos a raíz de las
abdicaciones de Bayona de Fernando VII, la posterior insurrección contra José Bonaparte
y la aparición en España de Las Juntas “de Gobierno”, “Supremas”,
“Revolucionarias” y “Provinciales”, así como de las “Cortes de Cádiz”, entre
1808 y 1812. A partir de allí, viajó al nuevo mundo un puñado de Masones con la
misión especial de promover “Gritos de Independencias” que impidieran la
circulación de bienes a la España bonapartista y juraran lealtad al
"augusto y desgraciado Monarca Don Fernando VII", a quien en ese
entonces llamaban “El Deseado”.
De esta manera, se crearon entre 1808 y 1814 Juntas de
Gobierno en los actuales países de México, Uruguay, Bolivia, Ecuador,
Venezuela, Colombia, Argentina, Chile, Paraguay, El Salvador y Perú, por
"Comisionados Regios", alguno de ellos Masones, integradas por miembros
de una burguesía ilustrada y comercial mestiza local, que aunque al principio
no fueron separatistas, bebiendo de las mieles de una mayor soberanía, buscaron
la independencia total, para instaurar estados nacionales, también a la manera
de los que se concebían en el viejo continente, encontrándose con la férrea
oposición y el absolutismo de Fernando VII tan pronto recuperó el trono y a
quien ahora llamaban “ El Rey Felón”.
Entonces vino la sangrienta pacificación de las colonias
americanas de 1814 a 1820 encargada al Masón Pablo Morillo, que dejó a su paso
una larga estela de Masones americanos arrestados, fusilados y ahorcados y de
Logias clausuradas. Al arreciar la rebelión, fue una suerte para los
independentistas que el también Masón Rafael del Riego decidiera en 1820 no
cruzar el Atlántico para enfrentar a los libertadores Simón Bolívar, José de
San Martín, Etc., y en cambio se quedara en la península proclamando la
Constitución de 1812, conocida como “La Pepa” o “La Constitución de Cádiz”. El
7 de noviembre de 1823 Rafael de Riego, fue ahorcado y posteriormente
decapitado en Madrid, luego de haber caído prisionero por una traición.
En este camino, los mejores socios que podían encontrar los
sublevados eran los rivales comerciales de España, que para esas fechas eran
los franceses y los ingleses. Ellos arribaron en sus navíos con dos nuevas
clases de Masones que terminaron nucleando en nuevas Logias a las clases
independentistas criollas, ya sea por interés económico o por vocación
libertaria.
En consecuencia, una vez consolidada la nueva alianza, los
Masones en Latinoamérica, discurriendo como ingleses en lo económico y pensando
como franceses en lo político, propugnaron por la adopción de medidas liberales
sobre libertad de comercio, regímenes aduaneros, abolición de la esclavitud,
tributación, presupuestos nacionales, empréstitos, Etc., que requerían la
existencia de un estado, que poco a poco fue consolidándose hasta que, llegado
el siglo XX, las dos grandes guerras mundiales y sus posteriores instituciones
multilaterales, políticas y financieras, el desaparecimiento del imperio
francés, la reducción del señorío británico, y la bipolaridad que le siguió,
dibujaron un nuevo paisaje de endeudamientos impagables y agitación social, al
que continuó la adopción del modelo neoliberal. Y en esas estamos.
Brasil no ofrece una historia muy diferente a la de los
Masones girando en torno a las luchas entre criollos y portugueses alrededor del
tema económico, para luego tener un papel protagónico en la abolición de la
esclavitud, la proclamación de la república y la independencia nacional, salvo
que es el único país en la región que contó con dos Reyes como Grandes
Maestros, al estilo de algunos reinos europeos.
En este caso se trató de Pedro I de Brasil y IV de Portugal,
quien independizó a Brasil de Portugal y se proclamó Emperador de Brasil. Se
Inició el 5 de agosto de 1822 y se instaló a los dos meses como el segundo Gran
Maestro del Gran Oriente de Brasil. Dignidad que ocupó dos veces, y una vez más
su hijo, Pedro II. Llama la atención que Pedro I eligió como nombre simbólico
Masónico el de “Guatimozín”, que era el dado por los españoles a Cuautémoc,
último gobernante azteca de Tenochtitlán, en México, a quien Cortez, apresó,
quemó mojándole los pies y manos para luego prenderles fuego y finalmente
ahorcarlo.
Hoy el Gran Oriente de Brasil es una Obediencia masculina
que cuenta con más de 97.000 miembros, repartidos en 2.400 Logias, y la
presencia de la Masonería en Brasil está tan extendida, que entre antiguas,
nuevas, masculinas, femeninas, mixtas, “regulares”, “liberales”, Etc., en sus
veintiséis estados y un Distrito Federal deben existir por lo menos 200
Obediencias Masónicas.
Mientras tanto, en México se presentan dos de los hechos más
relevante que distinguen a la Masonería liberal, y que no han sido
suficientemente reconocidos por la historiografía de la Orden, con frecuencia
eurocéntrica:
1) Se constituye el Rito Nacional Mexicano bajo el Supremo
Gran Oriente del Rito Nacional Mexicano el 22 de agosto del año de 1825 y se
crea la “Gran Logia Nacional Mexicana "La Luz", que por primera vez
en la historia ofrece la Iniciación Masónica en igualdad de condiciones a la
mujer con el hombre. Se anticipó siete décadas a la Orden Masónica Mixta
Internacional “El Derecho Humano”, y
2) En 1865, el Rito Nacional Mexicano deja de trabajar
"A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo", y lo hace "Al
triunfo de la verdad y al progreso del género humano". Siete años antes
que lo hiciera el Gran Oriente de Bélgica y doce años antes que el Gran Oriente
de Francia.
Los lazos entre los Masones españoles y los latinoamericanos
solo se reanudarían a partir de 1870 con la presencia de Logias del Gran
Oriente Español en Cuba, Puerto Rico y Argentina, sobre todo, y se
interrumpieron una vez más en el siglo XX por las dos Guerras mundiales y el
franquismo. Pero serían ejemplares durante la dictadura de Franco (1939 – 1975)
al brindar los mexicanos hospitalidad al Grand Oriente Español y al Supremo
Consejo del Grado 33 para España en el exilio. Algunos Masones españoles se
afiliaron a Grandes Logias mexicanas y algunos Talleres conformados por
españoles no regresaron después de la “transición democrática”, como es el caso
de la logia "Luz hispánica" que aún hoy sigue jurisdiccionada a la
Gran Logia Valle de México.
Actualmente Latinoamérica está pensando más autónomamente y
un planteamiento de integración latinoamericanista muy crítico con los ejes
doctrinales y diplomáticos del modelo Masónico anglosajón y con la geopolítica
de la Orden se impone. En esta dinámica, las grandes distancias, el valor de
las divisas y los altos costos de desplazamiento son retos internos que
permanentemente hay que superar.
Salvo el caso del Gran Oriente de Brasil, con unos 97.000
Masones, la Gran Logia de Cuba, con 12.000, la Gran Logia de Bolivia con 5.000,
y algún otro país, la región no es escenario de Obediencias muy numerosas al
estilo de las históricas de Inglaterra, Francia e Italia, ni de oficialmente
multilingües como la Gran Logia Alpina de Suiza cuyas Logias trabajan
oficialmente en cuatro idiomas dentro del mismo país. Tampoco ninguna ha
defendido la monarquía como forma de gobierno.
En este sentido, y a la manera propia de cada una, las
Confederaciones Masónicas Latinoamericanas están buscando ser Talleres de
pensamiento social dirigidos a repensar permanentemente la realidad regional
con un enfoque claramente humanista.
Ya sea en el ámbito de influencia anglosajona o en el de la
Masonería progresista.