Las relecturas suelen decepcionar casi siempre, pero este no es el caso. La novela de Le Guin me ha parecido más compleja que hace unos (muchos) años. Quizás el tema ecológico, hacia el que la realidad ha dirigido su atención con insistencia desde entonces, parezca en la novela menos llamativo que en el siglo pasado, pero el poso ideológico que la autora le imprime siempre a sus obras sigue vigente. Más para este lector, pues donde entonces me pareció que la obra tomaba partido por la especie indígena, en una suerte de Primera Directiva startrekiana algo naíf, ahora encuentro tonos grises, claroscuros en las actitudes de ambas especies.Si es sorprendente la sumisión inicial de los indígenas, su sometimiento a la esclavitud, también lo es la permisividad con la que los humanos aceptan una masacre que, comparativamente, parece más grave que su también reprobable percutor. Al final de todo queda el mensaje de que el mal y el bien se encuentran en los individuos. Más que a la falta de entendimiento, la crítica se dirige hacia la vituperable actitud de generalizar. La importancia que tienen la biología y la cultura en esta historia es grande, pero son los individuos los que marcan la diferencia. La prosa, aunque no haga falta decirlo, sigue pareciéndome excelente. En definitiva, en falta ya de su presencia, la obra de Le Guin sigue superando cualquier examen. Sencillamente, la mejor.
Preparativos de viaje, de M. John HarrisonPreparativos de viaje es una antología identificablemente harrisoniana. Salvo en el caso del ciberpunk "La Costa del Suicido", no estamos ante relatos fáciles de etiquetar. La vena fantástica puede corresponder en realidad a una alucinación o a un punto de vista de los personajes, así que su catalogación genérica dependerá de la interpretación que en cada cuento haga el receptor. A pesar de lo chocante que pueda resultarle a un español la muy argentina traducción de Marcelo Cohen, la magnífica escritura de Harrison llega al lector con la potencia de siempre. Sus temas recurrentes vuelven a estar representados con insistencia. Harrison alude a un orden oculto de las cosas, a una dimensión ajena entreverada con la nuestra que solo puede ser aprehendida desde un determinado estado vital. Aunque no es de esas realidades ocultas de lo que se nutren sus historias, sino de la simple percepción de las mismas, de cómo se llega a inmiscuir esa visión de lo oculto en la vida de los personajes, atisbos que pueden ser de realidades tanto externas como interiores, de paisajes desolados y de estados del alma o el corazón.La de Harrison es un tipo de literatura que lanza preguntas sin llegar a dar respuestas, que exige la participación del lector, que busca más en el estilo y la forma que en la ortodoxia del desenlace argumental. Es siempre una escritura de profundidad, que busca provocar sensaciones, estados de ánimo, tanto por lo intrigante de los desarrollos como por las peculiares descripciones. Las localizaciones de estos cuentos persiguen lo marginal, las estaciones de metro abandonadas, los callejones oscuros, las naves industriales vacías, los suburbios de pequeñas ciudades, siempre bajo la lluvia, produciendo el mismo efecto que los fríos y anodinos anocheceres dominicales de invierno. La narrativa de Harrison es un estado mental y estos cuentos lo reflejan.