Revista Opinión

Brindis por un 19 de diciembre

Publicado el 19 diciembre 2019 por Lulesi

Brindis por un 19 de diciembreBRINDÍS POR UN 19 DE DICIEMBRE

Desde hace mucho tiempo soy próximo a la idea del nacionalismo andaluz. He seguido y leído a intelectuales como Mario Méndez Bejarano, Antonio Machado Núñez, su hijo Antonio Machado Álvarez, a Joaquín Guichot, acercándome así al “descubrimiento de la identidad cultural andaluza”.

Conozco el germen de esta ideología, en dos eventos principales: el primero ocurrido en 1835, en el cual se constituyó la Junta Suprema de Andújar, y el segundo, en el que tuvo lugar el Manifiesto de los federales andaluces de 1873, que daría lugar diez años después a la Constitución de Antequera, en la que se reconocía a “una Andalucía soberana constituida en democracia republicana”. Admiro plenamente a un soberanista andaluz, a Fermín Salvochea, anarquista, que fue alcalde de Cádiz o al federalista Rafael Pérez del Álamo, y las figuras señeras de Blas Infante y de Juan Díaz del Moral.

En este contexto, seguía de lejos, pero con total empatía los acontecimientos que ya en este siglo se venían produciendo en Cataluña.

En un ambiente hostil, rompiendo círculos y amistades de personas con las que he luchado sindical y políticamente desde los 14 años, bloqueándome en redes sociales y chats, negándome la palabra y el saludo he defendido la actuación soberanista en Catalunya y todos los dislates que el fascismo, el ultranacionalismo españolero, la farsa de Justicia comprada al servicio de espurios intereses de partidos que no son nada en Cataluña y me he sentido congratulado de poder hacerlo.
Por eso, querido amigos, quiero que entiendan que hoy es un día feliz para mí. De una felicidad interna, casi hormonal.

Desde aquellos infaustos días en que un problema tan antiguo, tan mal planteado y tan mal resuelto, como es el de la relación de Cataluña con una España plagada de demonios. Cataluña se había dotado en 2005 de un Estatut, aprobado en Comisión, Pleno del Parlament, Parlamento y Senado de España y sometido a Referéndum entre los propios catalanes con no menos de un 70 por ciento de aprobación en cada caso.
Entonces vienen los intereses de un partido irrelevante en Cataluña, el PP, y organiza en su propio beneficio una absurda maniobra de “tierra quemada”, que logra que un Tribunal Constitucional mafiado, construido mafiosamente por su dudosa mayoría parlamentaria, eche atrás lo que ya estaba –y está- vigente en otras autonomías y convierte en un enorme problema político y convivencial lo que estaba encauzado, y traslada las soluciones a la mafia judicial que controla “desde atrás” arteramente.

Los acontecimientos de los últimos dos años están en la mente de todos. Allanamiento completo de todos los derechos personales, colectivos, humanos, sociales y de garantías, con el escandaloso asentimiento “por mayoría” de quien estaba obligado a preservalos y garantizarlos.

Dos hechos esenciales: Uno. El indecoroso apaleamiento colectivo de miles de ciudadanos pacíficos, que simplemente quería ejercer su inalienable derecho a votar y decidir, por una fuerza pública fanatizada, dirigida por fascistas de relevancia histórica. El discurso insultante de un Jefe de Gobierno, sin pedir disculpas a la ciudadanía y al derecho agredido, invalidante de cualquier autoridad que pudiera tener, que ya de por si era escasa.

Dos. La instrucción y el desarrollo no de un proceso legal, sino de un proceso vengativo, mentiroso, alegal, manipulado y con total carencia de objetividad y de justicia efectiva.

Una imagen por diez millones de palabras. Oriol Junqueras es detenido en Barcelona e introducido esposado en la parte trasera de un furgón policial que ha de conducirlo a Madrid. En el recorrido, pleno de virajes forzados, slaloms impropios, para que el cuerpo del detenido chocara con todo lo relevante del interior del furgón, le amenizan el trayecto con música a todo volumen del himno de España y la canción “Que Viva España” de Manolo Escobar. Al entrar en la cárcel se oye una grabación entre dos policías de la puerta de entrada: “A este le van arreglar hoy el otro ojo”. Ya no hacía falta que se pronunciasen los tribunales de Luxemburgo o Estrasburgo.

Aquello era lo que era: un atentado flagrante, impropio no ya de autoridades, sino de simples seres humanos. El Caín (fascista) de nuevo contra Abel.

Hoy, para mi alborozo interior, se ha iniciado un proceso contrario. Una autoridad judicial europea ha dado el primer paso para desenmascarar a tanto atropello a la Ley y la Razón. A tanto inepto cubierto con la toga chapucera, ideologizada por las peores criaturas que ha dado y da este país de vergüenza ajena.

Para muchos, tribunales, jueces, fiscales, abogados del Estado, hay ya abierta una presunción de prevaricación latente. En sucesivos juicios, denuncias y sentencias puede quedar infinitamente claro y previsible toda la mierda, presuntamente judicial, que ha plagado este proceso de vergüenza infinita para nuestra triste historia como país.

Inasequible al desaliento, he trasmitido a mis familiares, amigos andaluces y catalanes, que lamentablemente tendría que pasar mucho tiempo, inasumible para los directamente exiliados o encarcelados, pero que al final, toda esta farsa justicialera, tenía que acabar en lo que va a acabar: en la nada absoluta.

Aunque si la verdadera justicia prevaleciera, los juzgadores deberían ser juzgados y condenados por una inefable prevaricación; y los muñidores politiqueros de esta afrenta condenados a su desaparición política.

No es una arcadia feliz ni imposible. Algunos de estos actores ya tienen una relevancia de 10 diputados en una cámara representativa.

Rebusco en mi frigorífico por si queda algún mediano cava catalán.


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