Revista Cultura y Ocio

Brújulas que buscan sonrisas perdidas, de Albert Espinosa

Publicado el 10 abril 2013 por Goizeder Lamariano Martín

Brújulas que buscan sonrisas perdidas, de Albert Espinosa Título: Brújulas que buscan sonrisas perdidas Autor: Albert Espinosa Editorial: Grijalbo Año de publicación: 2013 Páginas: 236 ISBN: 9788425349126

Descubrí a Albert Espinosa hace ya tres años, en julio de 2010, cuando en una tarde en la piscina leí su novela Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo. Un libro que me sorprendió muy gratamente, que me hizo sentir, que me llegó muy adentro. Así que cuando vi su nueva novela, Brújulas que buscan sonrisas perdidas, entre las novedades de Grijalbo no lo dudé ni un momento y gracias a la amabilidad de la editorial lo recibí en casa el pasado 26 de marzo, por lo que desde aquí les doy las gracias por haberme enviado el libro. Comencé a leer esta novela el domingo 31 de marzo a la noche y lo terminé el martes 2 de abril a la mañana, así que me ha durado prácticamente un día. La he devorado. La he disfrutado. La he sentido. Mucho. Muchísimo. Se me ha hecho corta. Me ha sabido a poco. A muy poco y me ha dejado con ganas de mucho más.

El protagonista de esta historia es Ekaitz, un hombre que a lo largo de su vida ha sufrido mucho y ha perdido a mucha gente. Poco a poco, conforme avanzamos las páginas, Ekaitz se va sincerando con nosotros, nos va abriendo su corazón, su alma y comparte con el lector sus recuerdos, su pasado, sus miedos, sus traumas de la infancia. Porque él cree que lo que somos de adultos está marcado por los traumas que hemos sufrido de pequeños. Lo que hemos tenido y lo que no. Lo que nos han obligado a hacer. Lo que nunca hemos podido hacer. Y él sabe mucho de traumas, porque ha sufrido muchos. Su mujer murió en un accidente de tráfico, su madre murió de una extraña enfermedad hereditaria de la que también murieron sus dos hermanos gemelos. Por su hermano mayor siente un odio mutuo desde hace muchos años, demasiados. Y a su padre también le odia. Hace mucho que no le ve. Pero ahora ha decidido visitarle y cuidarle. Porque está enfermo. Porque tiene cáncer y alzheimer. Porque quiere que conozca a sus nietas, a sus dos hijas gemelas. Poco a poco vamos conociendo el pasado y el presente de Ekaitz, sus sentimientos, todo lo que le ha ocurrido, lo que le ha tocado vivir y sufrir, lo que odia y lo que anhela. Y lo hacemos gracias a capítulos cortos con los que conocemos al fascinante chico que sacaba la lengua cuando hacía trabajos manuales, aprendemos a inspirar olores de verano para superar los inviernos, encontramos puños cerrados llenos de sonrisas abiertas, nos hacen cosquillas en el pulmón, descubrimos tics que movemos para que jamás nos controlen y que somos sacos de patatas humanos que caminan, fuman y llevan complementos. Albert Espinosa tiene un estilo muy personal y peculiar fácilmente reconocible. Un estilo que creo que o gusta o se aborrece. Un estilo que a mí me fascina. Un estilo fácil de leer, que atrapa poco a poco, que susurra. Un estilo cálido, cercano, humano. Un estilo visceral. Y, por encima de todo, un estilo que no se lee, se siente. En este libro el autor nos habla del amor verdadero, la familia, la venganza, las segundas oportunidades, la sinceridad. Y todo con unos personajes, Ekaitz, su tío, su madre, sus hermanos, su padre, sus hijas, su mujer, su cuñada que son entrañables e inolvidables. Unos personajes y una historia que nos seducen y que nos hacen reflexionar sobre sus vidas, pero también sobre las nuestras y, por encima de todo, sobre lo que realmente es importante en la vida. Una historia que nos enseña que las mañanas son fáciles, las tardes duras y las noches imposibles. Que cada familia tiene los cobardes que se puede permitir. Que nos ayuda a darnos cuenta de que si él no fue un buen padre no hace falta que nosotros seamos unos buenos hijos. Una novela que nos demuestra que los archipiélagos de sinceridad existen y que nos recuerda que no debemos abandonar jamás los chupetes. Que las caricias inexistentes sobre piel dura de caballo son muy necesarias y que el retorno es lo más duro. Siempre. Es una historia para leer y releer una y mil veces. Porque se devora, se disfruta y se siente. Porque llega adentro, muy adentro. Porque hace reír y llorar. Porque conmueve. Porque hace reflexionar. Y porque, por encima de todo, nos enseña y nos recuerda que podemos ser todo lo que queramos llegar a ser. Es cierto que no siempre es fácil y que para vivir, hace falta vivir. Lo bueno y lo malo. Y muchas veces nos perderemos por el camino. Pero siempre tendremos brújulas que buscan sonrisas perdidas para encontrarnos.   Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí

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